Willy Aranguren Docente e investigador. Miembro AICA, Capítulo venezolano Candidato a Doctor en Educación, Universidad Fermín Toro, Barquisimeto |
Lectura somera y parcial del libro El sistema de los objetos [1] de Jean Baudrillard abril de 2006 |
Jean Baudrillard (1929), filósofo, sociólogo francés, es un multifacético autor, de una gran aceptación en el mundo intelectual contemporáneo que propone el estudio de problemas actuales de nuestra sociedad moderna, en cuanto a asuntos más bien concretos como el dominio y “reinado” de la tecnología, la “utilidad” o no del arte, las posibilidades de inmersión de la cultura como un todo, no diferenciado de otras manifestaciones de la vida del hombre como la economía, el trabajo, la miseria, el amor, el bienestar, los problemas sociales agudos y de subsistencia que se anteponen al goce y que establecen la prioridad de la solución hacia ellos; la guerra, la paz, el terrorismo, la muerte, y de un sin número de temas álgidos[2], entre muchos otros de la sociedad contemporánea, proclive a transformaciones y dinamismos extraordinarios desde el punto de vista del funcionalismo, del estructuralismo o del postmodernismo. En principio, a través de las pocas lecturas que hemos hecho a través de Internet y a sabiendas ya de su existencia, sentimos que este hombre es fuerte y determinante, claro, preciso, pragmático y terriblemente irónico en sus apreciaciones. Es un intelectual que además no cree “en la utopía del progreso”, como tampoco en el mejorar la sociedad sólo a través de la técnica, que también advierte que el sistema “cree estar consolidándose pero que trabaja su propia destrucción”[3]. Baudrillard examina, por ejemplo la matanza del 11 de septiembre, en Nueva York, como un hecho del absurdo, que traspasa las utopías de la más sofisticada ciencia ficción, que examina los momentos actuales de la guerra y la no guerra como una “inquietante familiaridad del terror”. Por ello, estas lecturas “le ponen a uno la piel de gallina”, en el sentido de la existencia de una realidad demasiado triste para la humanidad, que no deja de sacudirnos. Baudrillard se nos asemeja, en cierto sentido a un ser como Albert Camus, cuando leemos su novela El Extranjero. Pareciera ser más bien un incrédulo de la condición humanista del hombre, cuando por ejemplo confiesa no creer en la pedagogía, o cuando con su ironía real, hiere pero con razón inquebrantable y valedera. Este intelectual nos motiva por cuanto hace filosofía y sociología a partir de temas que pudiesen parecer sin importancia, cotidianos, pero que en realidad se refieren a la esencialidad de las cosas, a la presencia tangible de ambientes, de situaciones creadas dentro de nuestra sociedad, que por supuesto influyen en la totalidad, como por ejemplo la construcción y el análisis de los objetos tecnológicos y la visión del hombre contemporáneo. En este caso trataremos, EL SISTEMA DE LOS OBJETOS, su tesis doctoral dirigida por Henry Lefebvre, en la Universidad Sorbona de París (1968). Nos aventuraremos en exponer, seguir sus ideas de cómo los objetos como invención del hombre contemporáneo se convierten en especies de categorías influyentes frontalmente en su vida y que pareciera ser, adquieren autonomía propia, una connotación que se escapa de la realidad de su propio creador, una “forma de ser” más allá del objeto que podría sólo percibirse como objeto que aliena, que deshumaniza o que humaniza la vida del hombre, que puede ser funcional, utilizable pero también destructor, arma o “cosa” que incita a la banalización, a lo banal, a lo superficial. Baudrillard parte de la sociedad actual para hacer sentir la aparición vertiginosa, dinámica, en serie, de una inmensa cantidad de objetos, dentro del consumismo, que no admiten, de buenas a primeras una clasificación o una especie de “standardización”, tal es la vorágine de la creación por cuanto al momento de clasificarla, definirla ya se siente que es obsoleta para aparecer otra nueva, quizás más sofisticada pero de indudable relación o visión holística de ese objeto mismo, de mayor vitalización desde el punto de vista de la Gestalt que su predecesor. El autor examina la relación que puede tener ese objeto con el hombre, con las estructuras sociales donde opera, el grado de posible autonomía e influencia en los sectores donde opera, las relaciones mentales que se desarrollan a partir de la creación del objeto, su cotidianidad, la inter relación creada entre el objeto y las estructuras mentales, las conductas de las gentes. Por lo que indudablemente este es un estudio de corte psicológico, sociológico y además filosófico en tanto tema de la actualidad. En el mejor de los casos se trata además de un estudio de las relaciones humanas a partir de la intervención del objeto, contextualizado y definido, con una cierta “vida propia”, con una “lógica de la existencia”. Desde el estructuralismo, hay un lenguaje propio de este mundo tecnológico que se hace concreto y a la vez abstracto, lo primero por la existencia del objeto como tal y lo segundo por cuanto se crea, a partir de él, situaciones, pensamientos, conductas, conscientes o inconscientes, que van más allá del objeto mismo. Baudrillard habla de una especie de estructura de lenguaje de la tecnología tal como Ferdinand de Saussure estudia la lengua como elemento vivo, vital; la tecnología como un todo organizado, coherente, con un lenguaje propio, la relación del hombre con su medio, con su ambiente, en este caso íntimo que es su hogar, digamos también su casa, apartamento; es por ello que asoma la categoría o el vocablo de “tecnemas” a estos objetos tecnologizados, creados por el hombre que adquieren, de nuevo se insiste, “pertinencia” y “pertenencia” de nuestro mundo actual. Baudrillard establece un paralelismo entre la semiología, el estudio de la lengua y el estudio de los objetos e introduce las categorías de “esencialidad” e “inescencialidad”, de “esencial” e “inescencial”, siendo lo esencial la máquina y su funcionamiento, su utilidad, sus componentes totalitarios, en tanto que lo no esencial es la forma, el diseño, en sí. En el Capítulo II, “El Sistema Funcional y el Discurso Objetivo”, Baudrillard examina el objeto cotidiano, el de los aposentos, el de las casas familiares como medios o representantes de una ideología determinada, como una forma de concebir las relaciones de la familia, del entorno familiar, como núcleo fundamental de conformación de las sociedades. Examina el “Entorno Tradicional”, la manera en que se usa el mobiliario, la creación de ellos mismos, su disposición en el espacio, determinada a través de una “simbolización” de la familia, de una conducta aprendida, interiorizada, hasta sacralizada. La disposición no sólo implica un orden espacial sino las relaciones patriarcales, la memoria de la infancia, el apego a la morada, los lazos afectivos creados, el trascender de alguna manera a la generación anterior o lo que es lo mismo, el desplazamiento de objetos ya caducos o la reconsideración de ellos, como piezas, de valor familiar, pretérito que se regeneran a partir del afecto. El mueble de nuestra contemporaneidad, de acuerdo al autor, implica la búsqueda de la funcionalidad dentro de la escasez de los espacios a que nos someten la aglomeración o superpoblación de las grandes ciudades, por lo que “mobiliario” se encuentra unido irremediablemente a otras fronteras, no asociadas al goce estético o la nostalgia creada por otras épocas. Por ello la “cama de copete”, por ejemplo, tiende a desaparecer para dar cabida a otra cama, sin patas, pero que puede en sustitución de ésta poseer unas especies de gavetas, o la cama se convierte en sofá cama que reina en la sala de un apartamento, para citar ejemplos nuestros. Hay de acuerdo al autor, un imperio de los objetos en serie, donde va a ser el poco espacio el que determina la funcionalidad del mueble. A pesar de lo que pudiese intervenir el criterio de la globalización, el autor se refiere más que todo al entorno o “enviroment,” europeo, más que al latinoamericano que podría sernos mayormente familiar; sin embargo Baudrillard asoma la idea de despersonalización, de apartarse de lo que podría ser ese entorno familiar creado por la tradición, para construir un modelo definido por el espacio, por la producción en serie de los objetos, del mobiliario, en suma, por lo que dicta una sociedad eminentemente consumista. Así las cosas, no interesará la reminiscencia burguesa o aristocrática sino más bien el “serieismo” (permítaseme este neologismo), la producción en serie del objeto, en este caso del mueble, el “modelo” adecuado para la sociedad actual. El valor “espiritual” que puedan tener estos objetos es otro, más allá de la representación del afecto, sino más bien dentro de lo organizacional, del “acomodo” del espacio, de lo táctico- funcional. Baudrillard llega a estudiar elementos que, sin los análisis respectivos, pudiesen parecer de una permanencia atemporal pero que por lo contrario, representan elementos para el estudio de la disposición de los objetos, dentro de la sociedad contemporánea, así por ejemplo estudia asuntos como la presencia de la iluminación en los espacios en tanto elemento que dice de la “colocación” de estos objetos en serie, la luz como elemento basado en la propuesta de las luces de neón, la posible desaparición del espejo burgués, del espejo para mirarse, contemplarse, por un espejo para el baño, sin marco, más funcional para la apariencia, el afeitarse, el acicalarse, el peinarse (de una manera más bien presurosa debido a la premura del tiempo), la incidencia del grabado, de la litografía, de la reproducción en serie, en todo caso, de la obra de arte, la “desaparición de los relojes en tanto elementos de tiempo y espacio”, de presencia otrora fundamentales de dignidad, prestancia, “clase”, etc. Baudrillard habla de una “Sociología de la Colocación” que estudiaría más bien la disposición de los elementos cónsonos con la vida actual que aparta lo bello, por lo funcional, que se basa mayormente en la utilidad, como por ejemplo, diríamos nosotros, la posesión de una computadora, en el comedor del hogar en vez de un suntuoso sitio para degustar en las ocasiones especiales de reunión; sin embargo estos ejemplos no pueden ser generalizados y más bien tenerlos bajo la égida de la particularización, de la precisión de una clase social determinada, si se quiere en este caso de una clase media o alta. La “Sociología de la Colocación” indudablemente que tendrá otro sentido cuando se estudia, por ejemplo, en nuestra América Latina, los barrios marginales, las fabelas brasileñas, o los ranchos de Caracas o de Barquisimeto, aunque no deje de predominar una especie de enajenación, a partir del consumismo exacerbado al que nos impone la sociedad capitalista o el mundo contemporáneo occidental. Baudrillard expresa que esta “Sociología de la Colocación” estudia los espacios funcionales, en contraposición a los espacios bellos de otras épocas, donde ellos resuelven más bien un problema de espacio, un problema de poco espacio, de hacinamiento, de funcionalidad que se contrapone o que es prioritario a la decoración. El intelectual se refiere a su vez, en “El Hombre de la Colocación”, a los espacios habitables, “vivibles”. El hombre moderno entonces dispone de su espacio, como asunto funcional, más allá de los sentimientos; se hace pragmático, de acuerdo al autor, se hace un “informador activo del ambiente” para decirlo con sus propias palabras; el hombre contemporáneo, dentro de su hogar, dispondrá de un espacio pragmático, de un espacio para el trabajo, no para la posesión y el disfrute de acuerdo a filósofo francés. Asunto que por supuesto tampoco se puede generalizar. Baudrillard, quien por cierto visitó a Venezuela, en 1994, para dictar una serie de conferencias, en la Fundación Mendoza[4], llega a examinar el papel de la publicidad, de los medios de comunicación, determinante dentro de esa nueva realidad, con la utilización de una lexicología clara que, de nuevo, incita al consumismo: “hágalo suyo”, “a su gusto”, a su medida”, “aproveche el máximo de su espacio dentro de su hogar”, etc. Baudrillard expresa que el hombre, ese ser alienado y alienante, opera con las ideas de superación, de alcanzar metas precisas, de poseer un cierto confort, de poseer un hogar que opera como lo hace su cuerpo humano, como aposento, “inventariado, computarizado, controlado, adquirido” (p. 30) con sus maneras de comunicación, de funcionalidad. Pasa ahora el autor a examinar lo que denomina “Las estructuras del Ambiente”, entendidas como el manejo de asuntos como las funciones del color, del espacio, de las formas, la colocación del espacio en los ambientes. En este sentido examina el color (tradicional, natural, “chillón”, “funcional”) para hacer una especie de apología del tema, de sus caracterizaciones fundamentales en el plano de la sociedad contemporánea; el color como valor social y estético, la utilización del vidrio, dentro de estas sociedades, el imperativo de los blancos dentro de ciertos ambientes de las casas o apartamentos como los baños, la poca utilización del negro, el uso de los llamados colores pasteles, la idea de la Naturaleza siempre presente, la “colocación” de espacios entre “lo caliente”, o “lo frío”, la solicitud nostálgica del material como la madera para de nuevo reivindicar a la naturaleza o una cierta noción de lo romántico, del pasado, en tanto además se imponen materiales como el nylon, el concreto, el plástico, la fórmica, el MDF, el polietileno, para crear todo ello una “Lógica del Ambiente”. Dentro de todo esto, nos llama poderosamente la atención, el estudio que Baudrillard hace en torno al vidrio, como material alquímico, fuera de serie, con continente y contenido, dentro de el mismo, como fluido que se transforma en objeto y que es utilizado por las tecnologías y por el arte contemporáneos, con sus caracterizaciones mágicas y poéticas, de comunicación, de transparencia y quintaesencia. Es un simbolismo de “Casas de vidrios”, de paraísos perdidos, de doble juego entre el interior y el exterior, cuyos ejemplos podemos verlos incluso en Barquisimeto, con algunos centros comerciales de la Avenida Los Leones, Barquisimeto. Otro asunto notable es el estudio que el filósofo hace de los asientos, asientos que ya no se disponen alrededor de una mesa sino que más bien implica comunicación, un cierto confort, más bien funcionalidad, asientos para la relajación y no para la ceremonia del comer, asientos para la conversación o el descanso (recordemos los llamados “pluf”), suerte de camas-sillas para la relajación que son productos de nuestra sociedad contemporánea, de ocios hasta constructivos o destructivos. Es indudable que Baudrillard es hombre de nuestra época, es un analista agudo de la condición humana, hombre cuya propiedad de reflexión lo conduce a uno por los avatares de la disquisición, de temas como estos donde ya se estudia el objeto, el hábitat de la sociedad contemporánea, la forma en cómo se nos manipula y orienta a partir de una concepción de un modelo único de vida que podría conducir a la pérdida de la identidad, a la globalización que discrimina los modelos individuales u otros modelos de hacer vida. Baudrillard examina esta realidad objetual, incluso temas como el coleccionismo, la presencia de Santa Claus, el automatismo, con criticismo detallista y partiendo de una realidad micro para establecer una de mayores alcances, del examen de la totalidad de un sistema de representaciones. Por ello siento que es uno de los intelectuales más lúcidos de nuestro momento y también uno de los más prolíferos en cuanto a temas y libros que maneja, por lo que coloca a la filosofía y a la sociología en el borde no sólo de la teoría y de la reflexión, si no del cambio de esas realidades. Sin embargo, siento que no deja de ser un enfoque funcionalista en el sentido incluso de estudiar lo funcional, el funcionamiento de los objetos a la luz de su utilización de ellos por el hombre, con su carga de valores impuestos por estos mismos objetos; se trata de la inter relación entre la conducta y vida del hombre y de los objetos, de qué manera ambos se influencian, se determinan, producen valores o anti-valores en la cotidianidad, donde además los objetos producen una manera de ser, de actuar, una forma de cambio sin que nada cambie, es decir que partimos y volvemos al funcionalismo. Hay lo que se llama un “estilo” de ser moderno, de ser contemporáneo, de adaptarse al sistema predominante. Hay además un cierto fetichismo de los objetos o una cierta “personalización” que Baudrillard contribuye a aclarar y es que la posesión de los objetos determina supuestamente una personalidad diferente, una individualización, un ser diferente cuando sabemos, también lo expone el autor, que más bien se trata de una conducta seriada, donde se quiere hacer loas a lo personal, “el toque distinguido, con su carro, con su moto, con su chica”, que indudablemente nos orientan de nuevo al consumismo, mediante las ardides de la publicidad. De tal forma que el objeto, plantea Baudrillard, aliena por cuanto su finalidad es el consumo, la imperiosa necesidad de la venta, dentro del sistema capitalista, más que la verdadera necesidad del objeto, de su uso; objeto para ser comprado, poseído, usado, consumido y además descartable (desechable), tal es la ideología consumista que impera, que motiva. Para Baudrillard, la sociedad crea la necesidad de consumir y el hombre la asume, la acoge de manera inconsciente, más bien dirigida por la publicidad; por lo que estamos ante la presencia de un “ritornelo”, de regreso al consumo, de adaptación y de seguir consumiendo, por la vía de la persuasión. |
[1] Jean Baudrillard.(1969): El Sistema de los Objetos: México, Siglo XXI. Traducción de Francisco González Aramburu. Título Original: Le Sistème des Objets. París, 1968, Edición Gallimard. Hay otras traducciones y ediciones hechas por Siglo XXI. [2] Hemos consultado en la red cibernética y virtual, aparte del libro El Sistema de los Símbolos, un resumen de Jean Baudrillard. La Ilusión del Fin: La Huelga de los Acontecimientos (1997). Editorial Anagrama. Traducción de Thomas Kauf. http://www.barcelona2004.org/eso./actualidad/Biblioteca/Biblioteca_selecta/ficha.Cfm?.InkBibliotecas. Entrevista a Jean Baudrillard, por Nuria Navarro. El Periódico. España 13/04/04; Entrevista EFE a Jean Baudrillard: “Baudrillard: Internet crea un mundo invivible para el Hombre”. IV Congreso Internacional de la Federación Iberoamericana de Semiótica. Y del mismo Jean Baudrillard. Artículo “La Máscara de la Guerra”. Abril 2003. todos en la página Web anteriormente citada. [3] Véase entrevista de Nuria Navarro citada. [4] Su visita se debió a la invitación para tres conferencias dictadas en esa institución. En esa oportunidad fue entrevistado por la crítico de arte María Elena Ramos, entrevista que se puede leer en http://www.oficinavirtual1.com.ar/biblioteca/baudrilard_conversaciones.htm |