Ender Rodríguez

Poeta, artista visual y docente

isrodriguez44@gmail.com

Bohío (A manera de cuento)

Tomado del libro El Sofá de Beatrice, Cenal, 2007

30 de mayo de 2011

Al Mago de la Luz

Armando era un excelente paranoico, conectado con las estrellas, desnudo y vagabundo como su choza. Poeta y desgraciado como el ocaso y necesario como una estampida de flores en invierno.   Armando solía caminar entre las rocas arrastrando por la arena inservibles trozos de carbón que encontraba en la orilla de su mundo.     

En la playa, luchaba con demonios, cantaba a las olas mientras se sumía en la pasión de los recuerdos vagos de la vida. Tomaba a la única mujer que podía soportar el universo de sus ojos y aquella esquizofrenia de la noche en la retina. Sensualidad de la visión hecha tierra y cal entre cuevas, así era el loco de la mar, naufrago de la aurora en exilio, fantasma de mediodía, cuerpo que se arrastra de orilla a orilla hasta perecer en el silencio.      

Como parte de un exorcismo pleno de salitre, rojo como capullo de fuego, blanco como llanura de neblinas a ras de playa, así era Armando, descabellado y sin modales, empeñado en hacerle el amor a Juanita una y otra y otra vez. Así era el pintor del manglar, amante de muñecas, entregado diariamente a la religión de la costa, inmigrante y clandestino como un Vincent sin oreja. Perfecto ladrón de la luz hasta el delirio. 

Salvador de los cangrejos en las oleadas, atormentado por las sombras y el deseo.   

Él era el único personaje en su tiempo dedicado a esconder el preciado gris de la media noche en sus acostumbradas prácticas del más allá.  

Segmentado y taciturno, solía continuamente levitar sin las tersas manos de Juana apuñaladas en su rostro como trozos de coral.  Armando odiaba regresar al olvido de Macuto sin ese sabor a costras en su piel. Solía beber el almíbar de los cómplices soles entre el cuenco de sus manos, sólo para hacerse parte del silencio de la nada.