Beatriz Sánchez Pirela Grupo Ecológico Eco XXI |
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Imataca - El grito de la naturaleza |
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Para que servirá el arte si nos destruyen La tierra? Quién podrá hacer música si No pueden oír los pájaros o el río Saltando sobre las piedras? CGS |
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Cuando
los gobernantes del mundo cobren conciencia que gobernar un país no es
poner en regalía a la naturaleza, mucho menos someterla a la más
irracional explotación, entonces, hasta ese momento no tendremos paz y
armonía sobre la tierra. Estábamos
convencidos que llegaría un
momento de la historia donde Venezuela sería más sensible con la situación
ambiental del país, sin embargo los planes y programas desarrollistas
anunciados y llevados a cabo hasta el momento hablan por sí solos. Para
muestra de ello tenemos entre otros,
el tendido eléctrico que atraviesa
La Gran Sabana hasta Brasil, La Sierra de Perijá, El Lago de
Maracaibo, ahora es Imataca. No
se escucha el grito de alerta de ecologistas, organizaciones y comunidades
campesinas e indígenas preocupados por lo que se considera la
“sentencia de muerte” que se cierne sobre los espacios vitales
para la vida del planeta. En
este sentido, nos referimos a Imataca, por cuanto estamos convencidos de
las fatales consecuencias que traería para la región la aprobación del
Decreto minero-forestal, que en nombre de lo sustentable, ha sido aprobado
en Consejo de Ministros del 7 de septiembre, partir del cual se
“pretende entregar el 62% de Imataca para el uso forestal y el 12% para
el uso minero. Se trata del nuevo plan de Ordenamiento y Reglamento”.
Question (2004:47). Es
importante saber que el espíritu del Decreto original que data del 40 lo
señala como Reserva Forestal, fundamentado en la conservación y protección
de los recursos hídricos, por ser fuente de energía hidroeléctrica, así
como en la protección de la flora y la fauna. Actualmente
la Reserva Forestal de Imataca forma parte de los planes y programas
desarrollistas de este gobierno, lo cual pone en evidencia la falta de
sensibilidad ambiental, por esta zona vital para el país y para el
planeta. La misma es considerada como un pulmón vegetal, por lo tanto se
está comprometiendo un patrimonio común de todos los habitantes de este
planeta. En palabras de Hans Jonas “La vida dice sí a la vida.” Esto
contrasta con el olvido voluntario de la condición ambiental de una zona
clasificada por los científicos como de alta fragilidad que además
compromete a los habitantes naturales de la zona que los llevaría al
total exterminio o la más infeliz carestía y de sobre vivencia. Por
lo tanto, es vital oír el grito no sólo del ambiente sino de los seres
humanos, los indígenas, que allí han habitado hace milenios de años. En
el decir de Leonardo Boff “es
imperativo oír tanto el grito de los pobres como el grito de la tierra
que sustenta la vida.” El grito de la tierra ya se ha empezado a
escuchar, cuando se han quedado desérticas y sin recursos hídricos
hectáreas y hectáreas de tierras en el planeta, zonas que antes eran
selváticas y húmedas y formaban hermosos bosques plenos de latente vida
animal, vegetal y humana. El grito de la tierra se manifiesta en tantos ríos
secos sobre el planeta, que han dejado a las familias de muchas regiones
que habitaban sus alrededores en la más cruel pobreza, al respecto
pasemos la mirada por muchos pueblos del continente africano. El
grito de los pobres es patético a lo largo de todo el planeta, manifestándose
en la indigencia y en la pobreza de grupos humanos que antes vivían de la
tierra y hoy prefieren dejarla para venirse a las ciudades a formar los
grandes cinturones de miseria. Se han venido buscando el mundo feliz que
ofrece la conciencia
industrial, mientras que lo que generalmente logran es sobre existir o
morir. En
la medida que nos olvidamos de las bondades de la tierra, nos encontramos
más desarraigados de ella, mientras, se pisotea la dignidad de la tierra,
dejándola sin protección a la vida de todos los seres que la habitan nos
encontramos con la miseria humana campeando en el mudo. Todo
esto ocurre justamente por el desatino y la falta de responsabilidad de
una real conciencia política mundial y nacional que a través de la
protección a la naturaleza se permita decir únicamente si a la vida. Ciertamente,
es a esa voluntad política y de responsabilidad con el pueblo bolivariano
venezolano que solicitamos se
revoque la decisión ministerial --apoyándose en el nuevo Plan de
Ordenamiento y Reglamento de Uso- ha dado a conocer un Decreto Forestal
minero para explotar los bosques de Imataca. “Los organismos ecologistas
sostienen que el valor económico total de un ecosistema incluye el no uso
(del bosque), el cual en muchos casos es superior al extractivo, por lo
que la entrega de este territorio de casi 4 millones de hectáreas a
empresas nacionales y trasnacionales madereras y mineras, definitivamente
convierte al actual gobierno en un posible depredador de bosques,
eliminando la posibilidad de obtener de este pulmón vegetal la mayor
rentabilidad para el país.” Question (2004:47). Entendemos
que “mayor rentabilidad” para el país es respetar el modo de
vida de subsistencia y de armonía con la naturaleza que
prevalece en Imataca, por parte de: Pemones, Kariñas, Arawakos y
Waraos. Además, cuenta
la preservación de especies únicas en el mundo, la conservación
del recurso hídrico y minero. Evidentemente, preservando la zona
es más rentable, en la medida que se logre utilizar sus recursos bajo un
programa de atención integral de protección que evitaría el costo y las
consecuencias irreversibles para el país y para
el planeta. Alertamos,
que se trata de una zona considerada como de los principales pulmones
vegetales del país, por lo tanto su diversidad biológica no tiene
precio, en la medida que allí radica la protección de los suelos y de
las aguas que se constituyen en reservas hídricas mundiales, por supuesto
nada subestimables para cualquier gobernante con previsiones futuristas
que aprecie que se trata de una de las principales reservas forestales más
importantes de Suramérica.
La
fragilidad ecológica que caracteriza a Imataca está científicamente
comprobada, siendo esto un indicador del peligro que correría, puesto que
sus bosques desaparecerían al no resistir la intensidad de
explotación forestal y minera, debido a su alta fragilidad ecológica,
sumándose a esto la baja capacidad de regeneración, una vez sometida a
intervención. Al respecto, es preocupante
los planes desarrollistas que pesan sobre esta región, rica por sus
recursos, lo cual sería un atentado a la vida de los seres que la
pueblan. En el decir de Jean Baudrillard, sería la historia de un crimen,
del asesinato de una realidad. “Vivimos en un mundo en el que la más
elevada función del signo es hacer desaparecer la realidad y enmascarar
al mismo tiempo esa desaparición”. La
Sierra de Imataca sería la historia de una muerte anunciada, por cuanto
hay estudios científicos que constatan la realidad ecológica de la
mencionada región. Véase el informe del Instituto de Zoología Tropical
de la Universidad Central de Venezuela y el Ministerio del ambiente y de
los Recursos Renovables (Diciembre 2002). Allí se advierte que los
bosques tropicales están desapareciendo, por lo cual no se deben exceder
en la extracción de los recursos, en tanto la renovación natural del
bosque es muy lenta. A esto se suma los impactos sobre el suelo, la
hidrografía, el microclima, la vegetación, la fauna, la diversidad biológica
y sobre todo las consecuencias inmediatas que pesa sobre las comunidades. En
otras palabras, la vida se siente así misma y la zona forestal de Imataca
está viva. Bien ha manifestado F. Capra, el ambiente es un sistema vivo.
Por lo tanto, los recursos que sean extraídos de nuestros bosques
tropicales deben estar sujetos a la disposición ecológica de la región
o zona. De
hecho, así como peligra Imataca también peligra el Amazonas, pese a la
advertencia de científicos, ecologistas y otras organizaciones
preocupadas por nuestro futuro ambiental, los mismos proponen un provecho
más solidario, más humano, más
justo e integral con la naturaleza. Sobre
esta realidad cabe volver a citar a Jean Baudrillard “Si no existieran
las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin
criminal, sin victima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría
desaparecido para siempre, y cuyo secreto no se desvelaría por falta de
huellas.” La
preocupación del autor mencionado patéticamente señala la falta de responsabilidad que predomina en la
irracional utilización de la tecnología. En el caso que nos ocupa se
trata de la irracional explotación de
Imataca. Esto se podría constituir en un crimen perfecto porque allí se
conjuga una realización incondicional de todos los datos, en la
transformación de todos nuestros
actos, en otras palabras se trata de la exterminación de lo real a manos
de la irresponsabilidad que
campea en la voluntad política que pretende rentabilizar y explotar sin
medir las consecuencias irreversibles que puedan ocurrir a
mediano y a largo plazo. El
respeto a la naturaleza es
respeto a la vida en toda su dimensión, por ello no entendemos cuando se
proponen planes y programas desarrollistas sin tomar en cuenta las
condiciones ambientales y ecológicas, más grave aún cuando se toma lo
sustentable como discurso para darle justificación a lo injustificable. Ciertamente,
no hay visión futurista fundamentada en la preservación de los recursos
naturales, pues hay ecosistemas tan frágiles que exponerlos a la
explotación es contar con
tierras que dentro de poco se convertirán en improductivas, lo cual sería
sin menor a dudas prepararnos a escuchar el grito de la tierra, es decir
la agonía de estas tierras no estaría muy lejana si tomamos en cuenta la
fragilidad de las mismas, por lo tanto se impone aplicar una concepción
ecológica social. Dice M. Bookchin (1986) que el mito de la tecnocracia pretende que la ciencia y la técnica resolverán todos los males ecológicos, persistiendo además en ver la tierra como un “vehículo espacial”. Es en este sentido que el propone la ecología social, la misma no puede ser paisajística ni tecnocrática, puesto que ella lo que busca es definir el lugar que verdaderamente le corresponde a la naturaleza en la humanidad y para la humanidad, lo cual no significa retornar a la época de las cavernas, sino de darle un uso social a la naturaleza, es decir, ella para servirnos y alimentarnos de ella racionalmente, desde una concepción integralmente asociada a las comunidades en convivencia armónica con la naturaleza. |
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