Brunilde I. Palacios Rivas y Antonio José Guevara |
Espinoza, Farruco, Soto y Farruco, no han podido crear una política cultural que sea afín con el proyecto bolivariano 23 de agosto de 2010 |
La aptitud, diversidad y complejidad de la vida cultural hace que sea imposible regular esa dimensión de la existencia individual, social y comunitaria (vida humana objetivada en obras, objetos, creencias, mitos, costumbres, etc.) si no se toma en cuenta los emporios humano y la organización de estos dentro de la sociedad. Esto quiere decir que sus especificidades deben ser reflejadas en un ordenamiento jurídico que contenga los tipos jurídicos donde se formulen los principios rectores de tan vasto universo, donde el principio de igualdad se convierta en el rector de este proceso, por que sería el que garantizaría la legalidad (significa verdad, rectitud y fidelidad en el desempeño de un cargo o en el cumplimiento de una obligación. Calvo Baca, Emilio: Código de Procedimiento Civil de Venezuela). En este sentido, no se puede negar que en la conformación de la nueva venezonalidad, se están produciendo nuevos espacios, donde la cultura viene a jugar un papel determinante como manifestaciones simbólicas, elemento de diálogo, expresión libre y primordial del pensamiento del ser humano que se ha convertido en un ente de mucha importancia que garantiza la convivencia pacífica, una sociedad más equilibrada, igualitaria, solidaria, participativa y protagónica, sobre la base de la promoción, fomento, estímulo, apoyo y organización de su capacidad creadora e innovadora (Examínese el Preámbulo, en correspondencia con el Art. 02 y 03 de la CBRV). Esto quiere decir (…), que debe verse la cultura como valor axiológico universal que se ha convertido en el vínculo más eficaz para legitimar y enaltecer las posibilidades de expresión del pensamiento y de las aspiraciones creativas de los innovadores, puesto que es el lugar donde se crea y recrea la unidad simbólica de los grupos sociales que originaron la venezonalidad y es función del estado venezolano desarrollarla como un servicio integral que permita impulsar y estimular sus procesos e implicaciones, como el libre acceso al disfrute, goce de sus bienes artísticos sin estereotipos sexistas, ni racistas y en base al principio de celeridad, transparencia, equitatividad, responsabilidad proporcionalidad, solidaridad, paz y justicia social, sin dilaciones indebidas, sin formalismo o reposiciones inútiles (In Fine. Art. 26. Omissis). Porque esta garantía se ha convertido en un derecho fundamental del imaginario colectivo que integra la venezonalidad, el cual debe ser considerado en condiciones de proporcionalidad mediante una atención especial y una adecuada política de estímulos consensuada, recurrente y oportuna que garantice su desarrollo personal en la consecución de su patrimonio perceptual e inserción en los diferentes planes nacionales, estatales, como municipales. Pero a pesar de que en esta dinámica histórica la cultura ha entrado a formar parte de todo el componente político, ideológico y jurídico que integra al nuevo estado en refundación, no se le ha dado la importancia que amerita como un servicio público que a lo intrínseco de sus diferentes componentes, conlleve al uso y disfrute de los diversos bienes que esta representa, a fin de promover el desarrollo espiritual de las potencialidades humanas que integran la población en condiciones de igualdad, lo cual permitiría despertar su interés y curiosidad…, pero sentimos que sus diferentes ámbitos están relegados al fomento y creación de empresas e industrias culturales, muy contrario a lo que se refleja en nuestro Marco Constitucional Bolivariano y el carácter fundamental que posee, no entendiéndose que es un bien inalienable, imprescriptible e inembargable, que hay que enriquecer, proteger e identificar, por poseer especial interés artístico, estético, ético, plástico, arquitectónico, arqueológico, urbano, social, etc., para su contemplación interpretación y apreciación adecuada (por ello este proceso de cambio que estamos viviendo en Venezuela, se distingue por resaltar principios y valores de lo más avanzados de las corrientes humanistas y construcción de una estructura social incluyente). Esto representa que se ha declarado de interés público el fomento, promoción y defensa de las empresas e industrias productoras de servicios culturales por parte del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, sin comprender que dicha concepción está inmersa dentro de una perspectiva economicista del quehacer cultural, simplificadora de las otras manifestaciones de la creatividad que está conllevando a la importación de valores, modelos de vida propios de otras culturas como paradigma de desarrollo, pero lo más delicado, es que se ha dejado a un lado el verdadero sentir del pueblo, creencia y sueños, lo que piensan los hombres y mujeres concretos que forman partes de una historia, lengua, tradiciones, costumbres, territorio, y su voluntad de permanecer unidad al futuro y a las diversas expresiones de la creatividad humana que nos diferencia del resto de la especie humana, puesto que no se ha querido aceptar que dicho Ministerio se ha convertido en una Aldea que se cobija bajo los presupuestos que integran al pensamiento único (diferente al pensamiento crítico, parecido al de Fujiyama -Fin de la Historia-), que no comprende que las actividades a desarrollar deben estar enmarcadas dentro de los principios y valores que ha servido de cimiento a la construcción del nuevo enfoque socialista, en el que no le corresponde al estado incidir directamente en la producción de bienes y servicios culturales, sino establecer las condiciones institucionales que favorezcan esa libertad creadora. Esto representa que el Estado Bolivariano debe crear políticas públicas que estén orientadas al rescate del talento creador. Esto quiere decir que dicha iniciativa debe estar inspirada en el mandato expreso que el constituyente le dio a los poderes constituidos y de esta manera, se estaría convirtiendo a la cultura en fuerza generativa creadora que dignifica al ser humano dentro de una sociedad que busca su equilibrio, transformación y prosperidad, porque se hace evidente que no hay ningún tipo de enlace entre el Ministerio de la Cultura y quienes deambulan dentro de su aristas, lo que quiere decir.., que en doce años de gobierno, Espinoza, Farruco, Soto, Farruco y su acólitos (quienes siempre han estado al frente de esa entidad cultural pública), no han podido superar una gestión que se caracteriza por poseer un silencio en todos sus actos (denegación cultural), que sea eficiente (en el que ésta, no se pueda evaluar a partir de los paramentos del economicismo, porque estaríamos cayendo en los determinismos), donde no se ha sustituido la inspiración y la creación por la actividad asalariada, la ferocidad de las propuestas temáticas y estética por el trueque político y un sin fin de oscuros e inútiles objetivos que han venido despojando a los hacedores socioculturales de su condición transformadora, audaz y subversiva para que su acción no se vea solamente a partir de quienes se encuentran dentro de las industrias o empresa culturales, porque para nadie es mentira que las actividades programadas gozan de estas peculiaridades (por ejemplo, no nos explicamos como existiendo el Instituto de Patrimonio Cultural IPC., -adjunto al dicho Ministerio de la Cultura- se haya aceptado la intervención que se le hizo a la Plaza el Venezolano, lo cual contradice todos los planteamientos estéticos que deben existir en un área destinada para el reencuentro, reflexión, reposo y tranquilidad de los ciudadanos que se convierte en imaginarios dentro de la Ciudad Capital de Caracas, caracterizándose este espacio lúdico, porque sus alrededores se encuentra en posición de descanso, reposo y axiológico el ideario bolivariano, para darle cabida a la instalación, supuestamente.., de una obra de arte que no guarda ningún tipo de relación con el contenido histórico que allí se percibe y que por otro lado, violenta, el esfuerzo que está haciendo la Alcaldía de Caracas por incluir a dicha área dentro del Sistema Arquitectónico que se está construyendo en los contorno de la Plaza Bolívar. Por el contrario, dicha construcción violenta sus aspectos estéticos, puesto que exalta contenidos que dejan muy mal parados a los arquitectos que la diseñaron). Por lo tanto se debe fortalecer la participación de los entes involucrados en el quehacer cultural, convirtiéndolos en sujetos activos que debe ser oídos, en cuanto a lo que quieren, necesitan y aspiran, puesto que la política cultural a implementar debe contribuir a su desarrollo intelectual, espiritual y técnico…, transformándose en una apuesta para la independencia en lo político, cultural, axiológico, ideológico y tecnológico, enmarcada en un proyecto de nación que ha definido sus propios objetivos que plantea la integración regional y caribeña a partir de nuestra propia historia, problemáticas, necesidades, exigencias y sueños, con la intención de cambiar la lógica de la depredación, la cual sentimos que se le alimenta, fortalece y se deja a un lado de manera sublime, como no queriéndosele dar la importancia que amerita y es por ello que pareciera que ciertos sectores dentro del gobierno, no estar interesado en poner el énfasis en fortalecer su dimensión identitaria, ya que no se ha comprendido que es de vital importancia transformar al imaginario colectivo para convertirlo en el maná de este proceso, si se considera que éstos son los chispazos que deben contribuir a inducir profundas innovaciones que permitan revitalizar y estimular nuestro aprendizaje en función de unos contenidos que correspondan con el segmento de tiempo que estamos viviendo, consustanciados con los valores de una identidad nacional, caribeña y universal. Esto deja entrever que no se están asumiendo lineamientos culturales de manera idónea, transparente, responsable, equitativa y mucho menos, desde un enfoque innovador, interdisciplinario y transdisciplinario que adecue su proceso de aprendizaje dentro de un proceso proactivo que conduzca a internalizar posturas, convertidas en poéticas que transformen la sabia mediante la implementación de un conjunto de directrices que solo pueden tener una acción transformadora y que por su importancia permitan que se conviertan en una experiencia enriquecedora que acabe con los pensamientos fosilizados que no han permitido el fortalecimiento de nuestro patrimonio conceptual. Y de esta manera, avanzar en contra de la exclusión y asimetrías que lo que hacen es robustecer el derroche de indiferencia que se congrega en este tipo de conductas que vertebran la realidad de los otros y éstos son los motivos que hacen que estos fragmentos se conviertan en una luz que se expande y transforma para mejorar las cosas, porque sabemos que por su propia dinámica se convierten en lenguajes que se sienten y caracterizan por su tono sombrío, pero profundamente sensible ante propuestas que se cristalizan dentro de las implicaciones que conforman un apéndice de compromiso que se materializan como objetos reales que cultivan esperanza y que conllevan asumir posturas ante las nuevas circunstancias que les permiten a las capacidades convertirse en dimensiones de grandes transcendencias. |