Willy Aranguren

Director, Galería Municipal de Arte, Barquisimeto

Docente e investigador. AICA, Capítulo venezolano

willyaranguren@hotmail.com       

En el Museo de Barquisimeto. Arte venezolano de PDVSA.
Marzo de 2005

Pocas han sido las oportunidades que hemos tenido los habitantes del llamado “interior del país”, en cuanto a  apreciar panorámicas de nuestro Arte Venezolano. Ello ha sucedido además en Barquisimeto donde, de acuerdo a los anales de nuestra historia regional, sólo se han realizado dos muestras: 1952, cuando el Cuatricentenario de la ciudad, con obras del Museo de Bellas Artes de Caracas, y en 1986 en tanto el suscrito organizó “Protagonistas de la Plástica Venezolana”, con obras de la Galería de Arte Nacional, en el mismo Museo de Barquisimeto.

Pero ellas más bien lucen como experimentaciones pequeñas y restringidas del cúmulo de acontecimientos y momentos del Arte de nuestro país, cuando vemos la magnitud de la proposición que ahora exhibe el Museo de Barquisimeto, con esta colección perteneciente a Petróleos de Venezuela (PDVSA),  ya expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL), donde la hemos visto. Es entonces una muestra que cuantifica y califica, que además obedece a la periodización reconocida por los entendidos y  críticos de arte en cuanto a movimientos y corrientes habidas en nuestro siglo XX  y, en este sentido podemos observar obras de la llamada “Escuela de Caracas”, de los representantes del Realismo Social en Venezuela, de los abstractos concretos, de los abstractos líricos y orgánicos, de los figurativos y neo-figurativos, del importante desarrollo que tuvo el dibujo en Venezuela, a partir de los setenta, de la escultura, como temas esenciales dentro de nuestra  historia plástica del siglo XX.

LAS OBRAS PICTÓRICAS

Bajo una excelente y bien fundamentada curaduría de la colega Élida Salazar y con la asesoría y textos del Maestro Juan Calzadilla, con un equipo donde figuran Luisa Díaz, en tanto coordinadora general, José Nanin García, Juan Antonio Calzadilla Arreaza, Audio Cepeda, con la coordinación de Myrian López para Barquisimeto, entre otros, la muestra origina sorpresas en cuanto a que, como profesionales de estas áreas, conocemos o sabemos de la existencia de los artistas representados, aunque no de muchas obras aquí expuestas, por cuanto se encontraban diseminadas, vale decir exhibidas en lujosas oficinas o quizás escondidas en depósitos,  nunca catalogadas, investigadas, quizás sí prestadas para una que otra exposición individual o temática, desarrollada en Caracas o en Maracaibo.

A decir verdad, no existen obras hechas en el período del “Círculo de Bellas Artes” (1912-1917), aunque sí se manifiesta el espíritu del paisajismo, habido en ellos, a partir de las obras de Manuel Cabré, Luis Alfredo López Méndez, Armando Reverón, Rafael Monasterios, César Prieto, Pedro Ángel González, de manera tal que cronológicamente hablando, la muestra comenzaría con obras de 1918 y 1920, cuando comenzaba a afianzarse realmente una etapa del paisajismo venezolano que sabiamente ha sido llamada por Enrique Planchart como “la Escuela de Caracas”. Sorprende entonces el soberbio “Paisaje de Carrizales” (1947), de Manuel Cabré; una rara y sui géneris obra de Tomás Golding referida al pobre y rico Lago de Maracaibo (1965); una calle de La Guaira, de González (1956) que por su perspectiva y fondo montañoso se confunde con un paisaje andino; y no deja de ser un privilegio poseer dentro de la colección una acuarela de Antonio Edmundo Monsanto (1940), si consideramos que poca obra dejó, para convertirse más bien en el ideólogo del arte moderno y hasta contemporáneo venezolano.

  Si pudiésemos seguir un hilo cronológico y de corrientes  ajustadas exactamente a los años en que se realizan las obras, hay trabajos fundamentales que obedecen a esa relación; en los años 40 sería “El Flautista”, una temática versátil en Armando Barrios cuando todavía no había cambiado provisionalmente sus baterías hacia ciertas investigaciones cubistas y abstracto concretas. Podría seguirle el larense Ángel Hurtado, con “Formas en equilibrio”(1954), tomando en cuenta que el abstraccionismo geométrico y lírico comenzó a reinar, dentro del arte venezolano, justamente en los cincuenta y que por supuesto aquí estaría la figura protagónica de Jesús Soto en tanto está representado, con una estructura cinética, de 1959. Pero es indudable que una obra como la “Gran Bruja” (1952) de Oswaldo Vigas obedece a toda una concepción de búsquedas y encuentros auténticos del Arte Latinoamericano, más allá de influencias europocéntricas, precisamente apreciadas a partir del Taller Libre de Arte.

 Ahora bien, si observamos la colección en su totalidad, ésta se hace mayormente contemporánea o representativa del arte que se ha estado realizando en Venezuela, a partir de los años sesenta, en cuanto al número de obras adquiridas que se aumenta desde esas fechas o en fechas posteriores. Y en este sentido son valiosos los trabajos, hechos en esos sesenta, por artistas como Francisco Bellorín, Carlos Cruz Diez, Régulo Pérez, Alirio Rodríguez, lo que implica el reconocimiento de corrientes como la Nueva Figuración, el Cinetismo, el Neo Humanismo. Cabe además la observación para con las obras de los setenta, es decir vincular momento vivido y obra representada y ahí podrían notarse las obras de Jacobo Borges “Verdadero, verdadero” (1971), José Antonio Dávila, “Cabina N.- 28” (1971), José Campos Biscardi, “Monte de Venus” (1977), Carmelo Niño, Alirio Palacios, Humberto Jaimes Sánchez, “Luz de los Andes” (1977), Mateo Manaure, “Suelos de mi Tierra” y “Columnas Policromadas”, para hacer de la Colección de PDVSA un acercamiento a un nuevo paisaje venezolano, a un realismo diferente que se adhiere al hiperrealismo, a la aparición de, hoy por hoy, figuras claves dentro de lo que se llamó “La Escuela Marabina”. Así podríamos seguir este ejercicio de contemplación y reflexión en los ochenta y deleitarnos con obras como la de Ernesto León, Henry Bermúdez, Carlos Hernández Guerra, Luisa Richter, entre otros.

Lo más importante además es observar que existen representaciones vastas e inconmensurables, por la calidad incuestionable de los artistas y de las obras, más allá de fechas y coincidencias o paralelismos entre corrientes y décadas y, en este sentido,  resulta increíble presenciar y tener de cerca obras como la de Federico Brandt, Mario Abreu, “El Gran Piache”,  Diego Barboza, Gabriel Bracho, Alberto Egea López, Emerio Darío Lunar, Rafael Ángel González,  Rafael Monasterios, César Rengifo, Mercedes Pardo, Marcos Castillo, Enrique Sardá, Manuel Espinoza, Francisco Hung, Marcos Miliani, Edgar Sánchez,  Nedo, Luisa Palacios,  Luisa Richter, Salvador Valero, Pedro Terán, Ángel Peña, Julio Pacheco Rivas, Pedro Piña, o unas rarezas como las obras pictóricas de Francisco Narváez, siendo que le conocemos más como escultor. Todas estas obras son disímiles en cuanto a estilos o formas de concebir el arte, y auténticas desde el punto de vista de la vivencia, de la representación del patrimonio venezolano. De tal forma que la colección de PDVSA puede verse siguiendo las sabias directrices de la curadora Salazar o también observarse cada una de las obras,  individualmente, siempre dentro de su contexto aproximado.

LA MISIÓN EDUCATIVA Y FORMATIVA

Enhorabuena que esté ocurriendo este acontecimiento de apertura hacia la difusión del arte, hacia el reconocimiento del patrimonio venezolano. Que una colección como la de PDVSA se encuentre viajando por Venezuela para ser vista y apreciada es asunto notable y puntual. Aunque sería más de lo mismo, es decir “pan y circo”, si no se establecieran directrices hacia la formación, hacia el conocimiento de este renglón de la cultura venezolana, como parte la formación  de una conciencia venezolana, de un sentir y vivir el significado social, amoroso y estético de todas y cada una de estas obras. Ahí se encuentra el verdadero quid del asunto. Sobre todo con los escolares, con las nuevas generaciones, con los párvulos, con la gente de las comunidades que asisten a sus casas comunitarias, con los artistas que en muchas oportunidades demuestran desidia para con el estudio y el análisis, con los estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas “Martín Tovar y Tovar”, con los que deseen ingresar, en un futuro no muy lejano, a la licenciatura de artes visuales de la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado”. La exhibición de la colección de PDVSA, en Barquisimeto, extensible hasta marzo, del 2005, representa una oportunidad única, casi  que irrepetible, para aprovecharla al máximo. Para ello existe una acertada y bien pensada Guía Didáctica, preparada por Juan Calzadilla y su hijo, poeta y escritor también, Juan Calzadilla Arreaza, de la cual no dudamos en cuanto a su vitalidad, pertenencia y utilidad, donde puede hilvanarse lo histórico y lo conceptual, una metodología sencilla para acercarse a la obra de arte, sin tantos regodeos y adornos existencialistas o complicados, que sólo alejan las posibilidades de hacer las cosas sencillas, parafraseando a Aquiles Nazoa. Queda entonces la tarea en manos de la Dirección de Educación y Cultura de Lara, de la Misión Sucre, del Museo de Barquisimeto, personal al que observo, no ha participado de esta rica experiencia ya que no sólo se puede ser anfitrión o “recepcionista o sólo  prestar la sede”. Se trata de una comprensión y acercamiento al Arte Venezolano del Siglo XX y está en manos de PDVSA además seguir insistiendo y formando, no para competir con el trabajo de la Galería de Arte Nacional, sino para dar a conocer protagonistas, otros renglones, otras vetas de nuestro arte, que llegue a nuestro pueblo, que lo acerque de una vez por todas y así, por ejemplo, eliminar una concepción vandálica, anárquica  y retrógrada de destruir unas obras de arte de Jesús Soto, Carlos Cruz Diez  o una escultura referida a Cristóbal Colón, como ha sucedido en la capital. La Educación es fundamental y el Estado, el Gobierno Bolivariano lo saben. Ahí radica una buena parte de la Revolución, del cambio que se desea efectuar.