Rigoberto Lanz  

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Misión Ciencia. Notas para un balance

septiembre de 2006

Un semestre es apenas un pestañar en relación con los lapsos en los que se instalan nuevas estructuras, se consolidan proyectos y se establecen referencias para el resto de la sociedad. Muy poco tiempo ha transcurrido para una evaluación exhautiva. Pero sí podemos rastrear las tendencias que se han ido expresando en la variada gama de actividades que son propulsadas bajo el emblema de la Misión Ciencia. Las tendencias no son hechos cristalizados. Son sólo síntomas de procesos más profundos que pugnan por emerger en medio de múltiples contradicciones y tensiones que son propias de la complejidad de las mutaciones en curso[1].

1. La construcción de un espesor propio

La Misión Ciencia no tiene el filo de un programa de emergencia destinado a socorrer una carencia visible de la sociedad (como el  exitoso programa de alfabetización, por ejemplo) Su definición es desde el comienzo la de una estrategia de largo aliento destinada a cambiar las bases mismas sobre las que se ha asentado en el pasado  una manera de hacer ciencia. Se entiende que este horizonte se va conquistando poco a poco en la misma medida en que van cediendo las viejas estructuras, al ritmo del cambio de mentalidades, a tono con los desplazamientos de viejas prácticas y discursos. ¿Cómo medir estos cambios?

Sin duda alguna, la transformación de toda una cultura será la coronación exitosa de la Misión Ciencia. Ello está ocurriendo intersticialmente en el desmontaje de  prácticas y discursos que corresponden al viejo modelo epistemológico, que fueron parte del Estado en vías de desmoronamiento, que expresan lógicas organizacionales ajenas a una nueva institucionalidad. Este proceso se vive cotidianamente como tensión entre dos culturas, como confrontación de visiones del mundo, como estilos de trabajo anclados en paradigmas diferentes. Ello genera conflictos de todo orden que deben ser apropiadamente conducidos, no tanto como “anomia” que debe ser “normalizada” a favor del status quo, sino como muestra viva de los cambios de mentalidad que deben ser explicitados en el trabajo cotidiano de toda la organización.

Estos cambios están en curso. La gente los vive con distinta intensidad. Los actores irán delimitando sus campos de intervención en la misma medida en que se vayan consustanciando los nuevos contenidos con la nueva sensibilidad que está emergiendo.

2. El relieve del debate público

Tratándose de una política pública de largo aliento ha sido muy importante activar diversos mecanismos para pulsar permanentemente la opinión de la gente. Por la complejidad de esta discusión, por la diversidad de los puntos de vista  y por las repercusiones que tienen las ideas en la realización práctica, el debate intelectual cobra especial relevancia. Es así como se he generado un vivo intercambio durante todo este tiempo que permite calibrar con amplitud qué es lo que está en juego, cuáles son los intereses en disputa, por dónde andan las concepciones que se confrontan. Ha quedado claro en todo el proceso que se están tocando las fibras profundas  de una cultura dominante. Valores y mentalidades están severamente cuestionadas. Visiones del mundo encontradas se ponen de manifiesto al calor de este debate. Todo ello es saludable y comprensible. Dado el talante de las transformaciones de fondo que están en la agenda de la Venezuela de hoy no debe extrañarnos que las ideologías establecidas se pongan en movimiento para defenderse, para proteger viejos fueros, para intentar secuestrar la potencia crítica del movimiento que está en marcha.

Este rico debate debe proseguir. Todas las voces deben ser escuchadas. El procesamiento democrático de las ideas es la garantía de una construcción pública dialogante. No se trata de armonizar artificiosamente perspectivas que son incompatibles. Se trata más bien de mantener un debate permanente en  el que  resuenen los argumentos, donde puedan evidenciarse a fondo las concepciones que se confrontan, donde la discusión misma vaya perfilando los linderos de los que puede converger. La Misión Ciencia ha cultivado desde su inicio este vivero de aproximaciones donde se han recogido las más variadas miradas sobre este complejo problema. El tiempo va decantando y cualificando el tenor de las interpretaciones, la calidad de las diversas aportaciones. Apostar al debate público ha sido una fortaleza indiscutible de esta política. En lo que viene es posible esperar un fortalecimiento de los espacios de discusión y una proliferación de los actores que participan.

3. Marcando las diferencias

No obstante las dificultades naturales de visibilidad del trabajo de la Misión Ciencia es menester preguntarse una y otra vez por la diferencia específica que va dotando de contenido singular cada uno de sus proyectos. Los impactos materiales referidos a la infraestructura de las ciencias y las tecnologías en el país suelen ser los espacios más notorios para evaluar cómo están las cosas (así como la medición del componente del PIB consagrado a esta actividad revela de algún modo “por dónde van los tiros”) Pero las diferencias que marcan en verdad nuevos rumbos en este ámbito están, sobre manera, en las nuevas relaciones entre la gente y el conocimiento, entre las comunidades y los sistemas de saberes, entre el poder popular y las comunidades científicas, entre la organización comunitaria y las nuevas plataformas de gestión que van emergiendo. Rompiendo abiertamente con el viejo concepto de “extensión” y superando radicalmente la imagen asistencialista de “llevar la ciencia al pueblo”. El proceso es otro: las comunidades se apropian progresiva y críticamente de repertorios de saberes que están en todos lados (incluidos los saberes especializados) Desde allí la discusión cambia de sentido; los criterios de pertinencia son otros; el compromiso ético del investigador cambia de registro. La direccionalidad de los procesos tecnológicos está cruzada por imperativos socio-políticos. La democratización del conocimiento no consiste solamente en el “acceso” a  bancos de saberes disponibles, sino principalmente en un proceso de reapropiación crítica de los patrimonios culturales en escena, en una  revalorización de la experiencia, en una diálogo de saberes donde entran en juego nuevos criterios de pertinencia. Sin una crítica epistemológica que remueva los fundamentos de los paradigmas dominantes no habrá transformación verdadera de las ciencias y las tecnologías. Ello tiene que expresarse en la carpintería cotidiana donde se van tejiendo las nuevas plataformas de un modelo alternativo: en lo económico, en lo cultural, en las tramas sociales, en los desempeños tecno-científicos. Allí está la diferencia.

4. Todo el poder para la gente

La Misión Ciencia se formula en un momento histórico en el que el proceso revolucionario venezolano entra en una fase clave de remodelación de su paisaje socio-político. La impronta de dispositivos como los “Consejos Comunales” hay que valorarla estratégicamente como una paso decisivo en la dinámica de desmantelamiento del viejo Estado y la reconfiguración de las formas del poder popular. No se trata de una figura aislada sino de un movimiento estratégico que recoloca la dinámica política de la toma de decisiones en un punto de inflección: la gente autogestiona sus asuntos con la máxima autonomía. Desde allí puede imprimírsele un nuevo ritmo a todo el entramado organizacional de la sociedad: desbancando la vieja idea de “representación”, revitalizando la figura de la participación, rediseñando los modelos tradicionales de intermediación de demandas. La Misión Ciencia se hace parte de este dinamismo con la especificidad de sus tareas. Lo importante es cómo se logra engranar esta compleja labor de acompañamiento en la que los repertorios tecnológicos y científicos entran a jugar en este tablero de empoderamiento de las comunidades. Las distintas modalidades de articulación puestas en práctica en este trayecto van en esa misma dirección: lograr que la gente haga suyo el vector de saberes que se incorpora a la solución de sus problemas. De allí en delante se amplían y complejizan las magnitudes y escalas de los problemas locales, regionales, nacionales, mundiales. Lo importante aquí es romper la lógica del enclave según el cual unos “expertos” vienen a las comunidades a “ilustrar” sobre el uso de tecnologías. Desde luego que hay cuestiones de formación que deben ser atacadas en toda su variedad. Pero lo importante es la naturaleza de las relaciones sociales en las que los saberes son manejados. Lo que interesa es destacar la transversalidad de las prácticas que hacen del conocimiento un bien colectivo democráticamente apropiado por la gente.

5. Abriendo brechas en la comunidad científica

En los esquemas tradicionales la percepción predominante es que la actividad del MCT está destinada a la “comunidad científica” del país. De igual modo, para ciertos sectores la Misión Ciencia sería un Programa que tiene como interlocutores a los operadores del campo científico y tecnológico. A estas alturas sería ocioso insistir en lo equívoco de esta percepción. No obstante, luce evidente que los ambientes académicos, las organizaciones de gestión tecnológica, y el sistema nacional de ciencia y tecnología en su conjunto, constituyen actores de gran relevancia para el desarrollo de la Misión Ciencia. Sea en las instituciones adscritas al MCT, sea en el amplio universo de la Educación Superior en el país, los actores que operan directamente en la producción de conocimientos científico-tecnológicos conforman una “clientela” naturalmente interpelada por los distintos proyectos que se desarrollan en la Misión Ciencia.

Estamos en presencia de un conglomerado muy matizado y heterogéneo donde conviven concepciones contradictorias, sensibilidades contrapuestas, intereses divergentes. Es aquí donde el debate epistemológico debe ser radicalizado para poner en evidencia el trasfondo que suele enmascarar las inclinaciones políticas, las filiaciones ideológicas, los sistemas de valores. La clave en estos ambientes es empujar la discusión teórica hasta sus últimas consecuencias. No dejar un solo resquicio  por donde se escabullan  las visiones reaccionarias sobre la sociedad, donde se disimule el neoconservadurismo más patético, donde se escamotee el debate de fondo con pretextos banales de todo género. Esta fulana “comunidad científica” suele ser una ardid para proteger a sectas y agrupamientos de intereses pragmáticos. La Misión Ciencia ha sido desde el comienzo una plataforma activa para promover un debate trascendental sobre los nuevos derroteros de un paradigma alternativo de gestión científica y tecnológica. En esa perspectiva se ha ido ensanchando progresivamente una amplia franja de convergencia de actores diversos que se disponen seriamente a confrontar los horizontes conceptuales donde ha de cimentarse esta nueva plataforma para las ciencias y las tecnologías en el país.

6. La perplejidad de los intelectuales

En otros ámbitos el debate sobre las implicaciones de una política pública como la Misión Ciencia ha estado permanentemente interferido por los posicionamientos ideológicos, por la viscosidad de los prejuicios políticos, por la falta de competencias intelectuales para dar cuenta de una discusión tan exigente como esta. Los careos en la opinión pública son una muestra palpable de las tremendas dificultades con las que tropiezan ciertas tendencias intelectuales para poder entender siquiera “de qué va la cosa”. El perfil de este tipo de tendencias es una combinación letal de arrogancia elitesca, odio viceral contra todo lo que proviene del gobierno, rechazo en bloque de cualquier propuesta, hostilidad gratuita contra todo lo que huela a cambio. En esas condiciones es muy difícil transitar por condiciones de diálogo donde el debate se enriquezca. Toda política pública necesita del contraste de ideas, de su legitimación en el debate público. Allí no hay nada que perder. Pero es obvio que una discusión de este tenor está obligada a ciertos parámetros de rigor intelectual, a una probada competencia en los asuntos en debate, sobre manera, a una cierta ética discursiva que descarte los usos politiqueros de la discusión.

No se trata de forzar acuerdo mediante artificios parlamentarios que dejan intactas las diferencias y contradicciones. Es mucho más interesante explicitar las divergencias en la polémica abierta. Que todos los argumentos sean desplegados. Que las opiniones fluyan libremente. Que nadie se sienta cohibido porque piensa distinto a los demás. En ese camino los supuestos teóricos más caros a la Misión Ciencia tienen  todo el chance de salir fortalecidos.

7. Atravesar todas las Misiones

La experiencia de campo muestra claramente que las Misiones se cruzan en muchas direcciones, que tienen implantaciones bastante parecidas y que las coordinaciones son imprescindibles. Dependiendo de la naturaleza de cada Misión y de los grados de despliegue que logran en todo el país es muy visible la complementación que debe ser inducida por la dirección de estos procesos. La Misión Ciencia—por sus características propias—sirve de soporte a una enorme diversidad de políticas y proyectos. Esta dinámica se complejiza crecientemente y demanda una calidad de gestión cada vez más exigente. De la experiencia primaria de compartir recursos y experiencias se pasa a otros niveles de articulación para lo cual hay que diseñar anticipadamente estrategias diversas (por ejemplo, distintas Misiones tienen ya identificados los cuellos de botella formales que obstaculizan su desarrollo, de allí se sigue una acción mancomunada destinada a modificar leyes y reglamentos que afectan por igual a todas las Misiones)

Desde la Misión Ciencia es posible desplegar una estrategia de articulación en niveles de complejidad creciente que vaya tejiendo acciones e iniciativas que van dando  lugar a Programas y Proyectos enteramente nuevos. La tendencia que se avisora es efectivamente a una integración no sólo operativa sino en planos superiores para el diseño de nuevos rumbos en el trabajo que se va consolidando.

8. Democratización del conocimiento: algo más que “acceso”

En la sociedad venezolana el tema de las brechas generadas por la desigualdad social induce a políticas remediales y de emergencia que no pueden esperar por los resultados de largo plazo. De ese modo, la lucha contra la exclusión suele verse como la oportunidad de “acceso” a cosas que se dan por disponibles: acceso a la educación , a la cultura, a la salud, al trabajo, a las finanzas, a la tecnología. En todos los casos la “inclusión” es percibida como “acceso” a estos bienes y servicios (sin entrar a discutir cuál es la naturaleza y la calidad de esos bienes y servicios) Pasado ese umbral, salidos del estado de emergencia de la pobreza extrema y la violencia generalizada, entramos a otra escala en la que el “acceso” se da por hecho y por tanto lo que se discute es precisamente el contenido sustantivo de eso que entendemos por “cultura”, por “educación”, por “salud”, por “tecnología”. Aquí comienza la verdadera discusión.

Sólo la formación  y el manejo apropiado de los repertorios técnicos en cada ámbito nos permitirá una efectiva democratización del conocimiento, es decir, una implicación profunda en la lógica interna de los procesos, una transparentación de los mecanismos ocultos, un dominio competente de los micro y macro procesos que conducen en cada área a la producción de bienes y servicios (cuáles bienes y cuáles servicios es una discusión abierta que nunca puede darse por resuelta) Esta concepción ha de tener una incidencia muy significativa en todo el sistema educativo, en la organización productiva y en los aparatos de Estado. Una cosa es tener derecho al estudio y otra cosa es estudiar realmente. Es fundamental contar con un marco de garantías donde el derecho al estudio esté consagrado. Pero más vital será que la gente estudie efectivamente pues la formación hace la diferencia en cualquier escenario que escojamos.

9. Batirse contra la burocracia

No hay lugar a ninguna duda en relación con la naturaleza tanática de la burocratización. El Presidente de la República la ha definido como uno de los peores enemigos de la revolución. Se trata de una surte de enfermedad cultural que no es combatible con remedios fáciles. Estamos hablando de mentalidades arraigadísimas, de hábitos organizacionales, de creencias y maneras de hacer las cosas que están fuertemente instaladas en el sentido común dominante. La burocracia se refugia en la telaraña institucional, en los rituales jurídicos, en el imperio de la forma. La experiencia histórica muestra a las claras que este fenómeno ha de encararse como cambio cultural, es decir, como desplazamiento de una mentalidad que funciona como automatismo cognitivo y que está emplazada en estructuras psíquicas singulares. La burocracia es de todos los tamaños y está en todas partes. Derrotar la burocratización como estadio final de un gran cambio cultural comienza por una batalla intersticial—microfísica—en cada espacio concreto donde la gente se desempeña. Los pequeños cambios van abriendo camino para transformaciones de envergadura. La Misión Ciencia tiene la ventaja de que nace con una expresa voluntad anti-burocrática. Ello no es una garantía infalible pero permite colocar este asunto en primer plano y con ello encarar los combates cotidianos con mejores equipamientos. La propensión a la burocratización de los procesos está inscrita como una fatalidad en todos los ámbitos. Por ello se requiere una vigilancia muy activa que le salga al paso en cada momento a esta lógica infernal.

10. Avanzar hacia la reconversión institucional del MCT

La relación de las Misiones con los órganos instituidos es problemática. En su espíritu está el contribuir con la generación de una nueva institucionalidad de cara al viejo Estado que debe ser desmantelado. Al comienzo las Misiones generan un saludable paralelismo que tiende a  ser anulado por la inercia del funcionamiento ordinario. La pregunta es hasta dónde puede ser llevado este paralelismo sin que se vuelva insostenible (o indeseable)

Es posible experimentar distintas modalidades de reconversión en donde las viejas estructuras `puedan  flexibilizarse hasta constituir ambientes de trabajo de nuevo tipo: horizontales, performativos, interactivos, autogestionados.

Como las Misiones no son eternas lo que tiende a perdurar son los cascarones burocráticos del sistema ministerial. Esta lógica es contraria a la estrategia de construir los nuevos tejidos organizacionales de la revolución. Por ello vale la pena ensayar modalidades que permitan consolidar las transformaciones institucionales que se vayan logrando. La Misión Ciencia puede ser un atractor que modele otras pautas de funcionamiento, que recupere la complejidad de los procesos organizacionales en modelos de gestión de alta calidad. Desde luego, este esfuerzo no puede ser un hecho aislado. Sería menester concertar una estrategia al más alto nivel de gobierno que ponga en perspectiva al conjunto del Estado y su agenda de transformación radical.

Notas

[1] En otro lugar están establecidos los balances del trabajo por proyectos en los que se puede constatar el estado de avance en relación con las metas establecidas para el año 2006.