Orlando Villalobos

Comunicador social

ovillalobos@cantv.net

Maracaibo, amor y odio

19 de octubre de 2006 

Según su majestad Manuel Rosales[1] el Zulia despega como un polo de desarrollo. La Alcaldía de Maracaibo también es muy categórica, ésta es “la primera ciudad de Venezuela”. El marketing político impone lemas y levanta un imaginario de bondades y promesas.

La realidad de la calle, en cambio, muestra las facetas que no se divulgan en los grandes medios masivos, pero que cada quien conoce y padece. Más allá de la publicidad interesada, Maracaibo es una ciudad inconclusa, improvisada e informal.

En medio de la ciudad formal cohabita el mundo informal que apenas asoman las cifras frías, insípidas y anónimas. Hay una ciudad formal que se inmola en el mall y transita por 5 de Julio, Las Delicias y Bella Vista, tiene acceso a la educación, aprovecha la planificación urbana, sueña con volar a Miami y con pudor habla de tú y reserva el uso del vos para las sesiones con los panas.

Al lado de ese arrebato de formalidad se cuela la Maracaibo sin servicios públicos, con ranchos que se asoman por todas partes, con poca o nula infraestructura, con escuelas que no saben de Internet, con camiones y volteos que hacen las veces de “aseo urbano”, con un transporte público en el que se atropella y se humilla la dignidad humana.

Como esta crónica tiene sus líneas contadas, déjeme decirle que el drama es cierto si piensa que lo informal predomina y no es sólo un accidente. La lógica se tuerce si observa que las políticas públicas no calman la sed, ni impiden la multiplicación de los ranchos, ni generan ciudadanía. En lugar de ciudadanos tenemos consumidores, en el mejor de los casos, y carenciados o sobrevivientes.

En esta contemporaneidad marabina de hoy se produce una explosión de lo que con pedantería llamaré “asentamientos urbanos precarios”, que surgen con la misma rapidez con la que se construyen “conjuntos urbanos cerrados”. Hay una explosión de la informalidad laboral y cada día crece el número de vendedores en las esquinas. El vecino tiende a ser un extraño y la inseguridad tiene distintos nombres y amenazas: secuestro express, vacuna, asalto y robo. Nadie en su sano juicio se detiene en un semáforo de noche sin mirar para los lados.

En fin, la ciudad muestra sus cifras en rojo, aunque sean maquilladas a conveniencia, en los programas de TV. El reto que tenemos es inmenso, para levantar verdaderas opciones de cambio y no dejar que nos arrastren los prejucios aprendidos en la escuela y repetidos por las señoras y los políticos de oficio. No es poca cosa lo que tenemos por delante. Nos queda repetir con el mexicano Juan Rulfo: “hay un pueblo. Se oye que ladran los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente como si fuera una esperanza”.

Notas

[1] Gobernador del estado Zulia