Marta Traba

Tomado de Arte latinoamericano actual, Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1972, pp. 51-52.

El artista latinoamericano reviste condiciones muy peculiares, que inciden naturalmente sobre su obra. La realidad cotidiana lo golpea con tal fuerza que le impide aislarse dentro de los problemas de su cultura; potencial o activamente, con sentido negativo o positivo, esta realidad despierta en él una militancia, una ideología o, en el menor de los casos, un sentimiento anticon­formista. Cada vez más, ese artista se autodefine como un rebelde, un testigo incómodo, un elemento ofensivo para los sistemas imperantes; tantas veces, y con tantos matices de ansiedad se ha proclamado en esta forma durante los últimos años, que habría que admitir que hay en este empeño un real anhelo de que le crean y de que tomen en serio su posible peligrosidad. El artista quiere ser peligroso en Latinoamérica porque comprende que su misma lucidez y el privilegio de formar parte de una élite cultural en países de muchedumbres sobrevivientes, le exige ser, de alguna manera, un factor que contribuya al cambio de las estructuras férreamente sostenidas por los sistemas vigentes”.