Willy Aranguren

Director, Galería Municipal de Arte, Barquisimeto

Docente e investigador. AICA, Capítulo venezolano

willyaranguren@hotmail.com       

La impronta de un maestro. José Requena. Nota de prensa

ALCALDÍA DE IRIBARREN, INSTITUTO MUNICIPAL DE CULTURA Y ARTE (IMCA), GALERÍA MUNICIPAL DE ARTE

Desde el 25 de septiembre hasta principios de noviembre de 2005

Este domingo, 25 de septiembre, a las once am, se estará inaugurando la muestra “La Impronta de un Maestro. José Requena”, en la Galería Municipal de Arte, dentro del programa aniversario del cumpleaños de la ciudad y como parte de la revitalización del Casco Histórico de Barquisimeto.

La información fue dada a conocer por Virgilio Arrieta  y Willy Aranguren, presidente y Director de Asuntos Culturales del Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA), quienes manifestaron que la muestra consta de 35 obras de diferentes coleccionistas, incluyendo obras del Museo de Barquisimeto, hechas por el artista entre 1947 y el 2003. La muestra, agregaron, obedece además a un homenaje al Maestro José Requena, por parte de la Alcaldía de Iribarren, por su larga trayectoria dentro de las artes plásticas venezolanas y larenses, dentro de una muestra donde también tendremos otras actividades alusivas a las artes visuales, a sus protagonistas, a los retratistas.

Acerca de la exposición, como texto de presentación, el crítico de arte Aranguren, ha escrito:

Largo y fructífero es el camino de JOSÉ REQUENA, dentro del mundo cultural venezolano y de las Artes Visuales en particular. De sus casi 98 años (ajustados en noviembre), 81 los ha dedicado a este campo en el cual posee una tesonera labor, tanto en la docencia, como en la creatividad misma, así como en su organización, conocimiento, difusión, siendo, hoy por hoy, el único artista activo, proveniente originalmente de la llamada “Escuela de Caracas”, devenida a su vez del movimiento “Círculo de Bellas Artes”, cuyo protagonismo se efectuó en los albores del Siglo XX.

Requena ostenta, en su haber, varios títulos o posiciones, dentro de su prolongada existencia. Sin embargo, existen algunas más sobresalientes como su nobilísima dedicación a la enseñanza del arte en Venezuela.  De ahí que se trata entonces de hacer un acto de justicia y de justo reconocimiento, para destacar, mediante esta exposición, en la GALERÍA MUNICIPAL DE ARTE DE BARQUISIMETO (ALCALDÍA DE IRIBARREN), una labor que de otra manera tiende a perderse en la cotidianidad y la historia.

Por cuanto no es un secreto que el pintor y docente ha sido un tanto relegado por las autoridades culturales nacionales, a pesar de su extensa labor, por el solo hecho de no haber permanecido en Caracas, una vez egresado de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, en la década del cuarenta y sin tratar de restar méritos a otros colegas artistas, Requena es merecedor del Premio Nacional de Artes Plásticas, por su constancia y por los logros obtenidos, en diversos campos, dentro de las Artes Visuales.         

Nos proponemos, dentro de esta exposición e investigación documental, demostrar que Requena es un aventajado Maestro quien ha sabido cumplir con ser un  venezolano creador y formador de nuevas generaciones de artistas, un venezolano a carta cabal con una trayectoria diáfana y meritoria.

El paisajista

Puede decirse que Requena nace dentro del  grupo de artistas que se decidieron por cultivar el paisaje venezolano como una forma de autentificación del hecho estético  y natural. En efecto, sus Maestros como el Antonio Edmundo Monsanto, Narváez, Monasterios allá de las paredes del mismo salón de clases, o de la Escuela de Artes de Caracas, en este caso. Requena pintará toda una serie de paisajes referidos a la Caracas de los años cuarenta, cercanos a La Pastora, el Ávila, San Bernardino, Los Caobos, Gamboa, o interiores de casas caraqueñas

Puede decirse que Requena nace dentro del  grupo de artistas que se decidieron por cultivar el paisaje venezolano como una forma de autentificación del hecho estético  y natural. En efecto, sus Maestros como el Antonio Edmundo Monsanto, Narváez, Monasterios allá de las paredes del mismo salón de clases, o de la Escuela de Artes de Caracas, en este caso. Requena pintará toda una serie de paisajes referidos a la Caracas de los años cuarenta, cercanos a La Pastora, el Ávila, San Bernardino, Los Caobos, Gamboa, o interiores de casas caraqueñas, por orientación ya internalizada y por convicción propia en cuanto a la exaltación de la naturaleza venezolana.

Marcos Castillo,  en tanto generación, le dieron una importancia suprema al paisaje, pues se trató de aventurarse y experimentar, investigar más

Requena imprime fuerza extraordinaria  y harta plasticidad en cada una de estas obras, como lo hará cuando, años más adelante, se interese por los motivos eminentemente larenses e incluso costeños. Abordar el paisaje de manera sincera, estudiar su luz, aprovechar la intimidad telúrica  del rincón, cantarle a las formas heredadas de la cultura agrícola que se convertía en citadina, acercarse a los objetos del paisaje de forma de pinceladas, de manchas, de líneas paralelas o verticales, abordar la perspectiva de manera singular, de forma de poder “cortarla”, acceder a las profundidades, hacia las montañas o al infinito, fueron siempre fórmulas y caminos naturales para el pintor. Requena siempre ha tenido, una especie de ojo prodigioso para la búsqueda y el encuentro de los motivos paisajísticos, aunado a lo que por ejemplo el paisaje crepuscular le podían brindar, de forma que todo se transforma en calidades, cualidades, texturas, masas, colores “entreverados”, sombras y luces diáfanas u oscuras. Todo ello le dará una concepción que si bien parte de la realidad del medio, trasciende hacia otros entornos mayormente espirituales, suprarealísticos, como cuando pinta “La Cuesta Lara”, “El Bosque Macuto”, el Parque Ayacucho, o cualquier hacienda, hato, vaquera o incluso dentro de las pequeñas granjas que llegó a tener.  El color y el dibujo han sido fundamentales para la creatividad de Requena, así como el estudio de los espacios y planos, que se dan de una manera natural. Requena aprehende el paisaje, lo toma para sí, sin dejar que pierda su esencia en cuanto a la naturaleza misma y ello será una constante en todos sus paisajes de Venezuela, de Lara, con su cromatismo acentuado, rico, directo, con su acercamiento a Cezanne y a los clásicos, sin abandonar nunca una forma de ser pintor venezolano y latinoamericano, caribeño, tropical, siempre telúrico.

El retratista

José Requena se aplicó al retrato desde siempre, es decir, desde que estudiaba en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas. De hecho la familia conserva dos gruesos cuadernos, sólo de dibujos, las mayoría retratos de personas, de compañeros, de mujeres y hombres de las calles de Caracas. El cuaderno fue por mucho tiempo su compañero pues en él podía dibujar rápidamente o en detalle las fisonomías de las personas que iba encontrando. El pintor ha sido siempre un estudioso de la fisonomía humana, del sincretismo habido en nuestros pueblos. De ahí que vamos a encontrar retratos de personas negras, morenas, catiras, caucásicas, de toda índole. Requena entabla una relación de camaradería, de conversación, de intimar con los retratados o de investigar acerca del retratado cuando se trababa de un encargo o de una persona fallecida, como en los casos de Ramón Gualdrón, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, en los retratos de su familia, de sus hijos e hijas, nietos, de sus compañeros en la Escuela de Artes Plásticas de Barquisimeto, con sus modelos quienes en algunos casos eran además sus estudiantes. De hecho la mayoría de los premios los logrará a partir de los personajes retratados, más que con la pintura paisajista.

Requena  tuvo una inclinación natural hacia el retrato  y por ello, podemos afirmar que realizó toda una serie de retratos a manera de  galería retratística, como en el caso de la señora Ana Luisa de Botello, a quien el pintor le haría un retrato hacia 1956, no concluido, de raigambre realista, de fina permanencia en cuanto a las líneas dibujísticas, a los colores verdes, azules, violetas. Esta inclinación, a su vez se nota,  en los convincentes retratos hechos a su hijo Manuel, a un bedel de la Escuela, a su alumno Aguedo Parra, en la obra denominada “La Bordadora”. Todas   estas obras son dignas de colecciones de museos, por lo sobrias, por lo bien concebidas, por su plasticidad extrema, por el logro de colores, tonalidades, ritmos, transparencias, por la relación establecida entre formas y fondo, por el rigor permanente en cada una de los personajes y en fin, por la motivación y la impronta de Maestro.  A manera de ejemplo acudimos al retrato de su hijo, el hoy arquitecto y pintor Manuel Rivero, pintado cuando éste era un niño de algunos diez años, hecho con pinceladas rápidas, precisas, de fuerza, de movimientos certeros, para lograr una expresión convincente.   

Hay otro mérito más en Requena poco tomado en cuenta y es que indudablemente el artista afianza y le da un carácter mayormente profesional a la realización de retratos al óleo en el Estado Lara, asunto no muy cultivado por su predecesor más importante Rafael Monasterios y por cuanto, hasta la llegada de Requena, la retratística  no fue una de las mejores manifestaciones de nuestra pintura, más bien decimonónica. De tal forma que Requena hace que sus alumnos tomen el carácter innovador de la retratística, la realización de retratos y autorretratos.

Desnudos

José Requena fue un caballero amante, un fino degustador de siluetas, de imágenes devenidas de Venus. De nuevo se corresponde con la práctica llevada a cabo en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, donde ya para los años treinta se tenía institucionalizado la presencia de modelos desnudos dentro de ella.  Ese  mismo carácter se impondrá en la Escuela de Artes Plásticas de Barquisimeto. Los alumnos llegaron a acostumbrarse a estas modelos. Requena, hombre a veces parco o de poco hablar, o en muchas ocasiones familiar y bromista, gozó la oportunidad de poseer muchas modelos, de que le posaran para él, pues le interesaba el color de la piel, las formas sensuales establecidas, la carnosidad de las superficies, así como la mujer amada.

De manera que en la mayoría de los casos se establecía una relación familiar, hasta íntima con dichas modelos que Requena aprovechaba al máximo, para sus propósitos eminentemente plásticos, visuales cuando el artista se involucraba con el cuerpo. La relación era tan estrecha que el pintor, si veía cualidades artísticas de la modelo, la entusiasmaba para que dibujase o pintase o las llevaba a exposiciones para que viesen otros tipos de pintura, otras pinturas.

Los desnudos de la colección del Museo de Barquisimeto, son dignos de la institución por los logros en pastel, debido a la carnosidad y transparencia dispuesta en cada una de ellos, de nuevo por la relación figura y fondo, y la relación intrínseca entre dibujo y color, entre transparencias y ritmos, entre texturas y contrastes cromáticos. Y es que en Requena, por su apego al paisaje, a la naturaleza, se aporta la idea de endiosamiento, de virginidad  que comulga con el paisaje; la fémina está altamente involucrada con la naturaleza y ésta se corresponde con el desnudo en sí; hay comunicación, intercambio de sentimientos, de cualidades, de visualidades.

Bodegones, flores  y naturalezas muertas

José Requena, como bien lo expresó el Maestro Gabriel Bracho, posee una condición innata para colocar objetos, para hacer unas especies de escenografías sobrias, sutiles, parsimoniosas. Un don de permanencia equilibrada rodea a cada una de las naturalezas muertas, de las flores y de los bodegones que se propone realizar. Una mirada clásica e impresionista se combina en sus objetos, en sus frutas, en sus botellas de vinos, en sus verduras; de nuevo el fondo adquiere la importancia de envolver, de situar sobriamente a  cada uno de los objetos. Posee la impronta del Maestro que sitúa deliciosamente cada uno de los objetos, con familiaridad doméstica, con altruismo, con divinidad, entre lo terrenal y lo celestial, entre Cezanne y los íconos dispuestos, entre las estructuras geométricas y el color dispuesto, ente la intensidad de lo cromático y la pasividad insinuada de líneas. Así en el “Bodegón” del Museo de Barquisimeto, que sirviese de portada para nuestro libro José Requena. Una Mirada Aprehensiva de la Naturaleza, la maestría entra en juego: la gran tela de fondo recubre casi toda la superficie, donde se distinguen  varias frutas y una botella de vino; la atención del espectador se aporta a partir del contraste entre la virtual movilidad de la tela, con su dibujo alargado y curvo y el movimiento circular de los objetos o la forma vertical de la botella de vino, aunada a la disposición de los colores amarillos, morados, marrones, blancos. Se reúnen entonces formas triangulares, rectangulares, circulares cromáticas, para disponer de un bodegón ricamente dibujado, lo que además sucede en el “Bodegón” de la colección de su hijo Néstor Requena.

Lo importante es que el artista dedicó y ha dedicado toda su vida a la producción de obras artísticas, a enaltecer y enriquecer el legado plástico de Venezuela y del Estado Lara. Es un venezolano ejemplo para todas nuestras generaciones y para las futuras. El Maestro merece este y muchos otros reconocimientos a nivel regional y nacional. Desde el Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA), desde la Galería Municipal de Arte de la Alcaldía de Iribarren, Barquisimeto, le rendimos este homenaje al artista José Requena.

La muestra permanecerá abierta hasta principios de noviembre.