Willy Aranguren

Profesor Historia del Arte. UCLA. Crítico de Arte. AICA, Capítulo Venezolano

willyaranguren@hotmail.com         

José Faneite: artista venezolano memorioso y excepcional

23 de octubre de 2006

En el Museo de Barquisimeto se está presentando una exposición referida al artista popular carabobeño José Faneite, con más  de 50 obras escultóricas, pictóricas, dibujísticas, que vienen recorriendo el país: Valencia, Petare, Trujillo, Barquisimeto, hasta enero del 2007,  para seguir a Puerto La Cruz, Cumaná, San Felipe y otras ciudades de Venezuela.

Venezuela entera poco sabía de la creatividad del artista José Faneite (Cañango, Carabobo, 1944), salvo personas allegadas al arte, al Ateneo de Valencia, a los salones de arte popular de Petare, a salones regionales de Carabobo, sobre todo de Puerto Cabello, y Aragua. Nos congratulamos por su participación en el Salón “Arturo Michelena”, donde ha obtenido premios. Tuvimos la agradable oportunidad de conversar con el cuando, en el Ateneo de Valencia, hacia  1997, nos enteramos  de su saber popular, de sus pinturas que, en aquel entonces,  trataba de colocar entre los empleados de esa institución.

Faneite puede considerarse un pintor naif, aunque preferimos denominarlo Artista Popular, Artista Excepcional, debido a su alto grado de creatividad, donde no sólo aborda la pintura o el dibujo, sino también la escultura, para ya poseer un merecido  y respetable lugar dentro de las artes plásticas venezolanas, en tanto su creación trasciende, más allá de los elementos  utilizados, más allá de procedimientos y técnicas, siempre ingeniosas. Faneite le proporciona vida a cualquier objeto inanimado (piedras, hilos, recortes, pedazos de tela, etc.) para constituir un mundo singular, que se nos muestra memorioso, folklórico, religioso, como una especie de cronista sui géneris, a la manera de Salvador Valero, en cuanto a la representación de santos,  escenas religiosas o folklóricas, pero con un sentido mayormente contemporáneo que el del pintor trujillano, por cuanto Faneite, sin haber estudiado este tipo de arte, estas corrientes, sus creaciones denotan el sentido libertario, si se quiere, en cuanto a lo moderno, mejor a lo postmoderno.

De izquierda a derecha: el artista Miguel Ángel Granado, Director del Museo de Barquisimeto, el crítico de arte y poeta Juan Calzadilla, el artista José Faneite, el crítico de arte e investigador Willy Aranguren y Lunes Rodríguez, director de la Galeria Braulio Salazar, de Valencia

Pero no es que Faneite se proponga hacer una obra contemporánea adrede, una “obra de moda”, sino más bien por cuanto los designios de su creatividad se lo imponen de esa manera. Para Faneite no hay verdades absolutas y terminadas, salvo las originadas de su cristianismo y su quehacer artístico da rienda suelta a su prolífera imaginación, a su mundo a veces adolorido, a veces alegre, para realizar por ejemplo una obra bajo el título de “Cuando no es Pascua en Diciembre”, donde si bien es cierto emula a un pintor como Roul Duffy (por supuesto que sin conocerlo o haberlo estudiado), el dibujo se torna  fundamental, llegando a dibujar hasta con el color mismo. El dibujo en la obra de Faneite, como en los niños o en Pablo Picasso es trascendente, directo, unilineal en su recorrido inicial y multidireccional a la hora de examinar la totalidad de la obra. Constituye una necesidad de expresión  del artista más que un elemento plástico del que se vale para realizar su obra, observable además  en “San Francisco de Yare” o en la impresionante obra, a manera de autorretrato, “Desde Puerto Cabello donde vive el pintor”, pintura además impregnada de dramatismo y expresionismo, vetas que también llega a  cultivar Faneite y que nos llenan de asombro. 

Y es que el artista, hace su obra, de manera autodidacta, con la sola necesidad intrínseca de expresarse, intuitivamente y a fuerza de experimentar preceptos y formas de ver la pintura,  empleadas y concebidas en el fructífero Siglo XX, dentro de nuestro arte. Lo asombroso es su capacidad de ingeniárselas, para conseguir excelentes resultados y así su mundo se hace reveroniano, se hace puntillista, expresionista, fauvista, experimentalista y también para “desbaratar” todos los “ismos” posibles y conformar una obra única, cuyo norte es la creatividad, lo fuertemente humano, sobre todo vivencial, con la parsimonia y a la vez la angustia de quien debe extraer, de alguna manera, los recuerdos, las memorias desde su personalidad, impregnada de episodios del inconsciente colectivo. Por ello su arte conlleva el sentimiento religioso, o folklórico, alegre, familiar, de miradas múltiples, e impulsivo como puede observarse  en “Donde dos o tres están congregados en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”, obra meritoria por demás, asociada al collage, al experimentalismo, cargada de simbolismos, de cristianismo, de auto narraciones subliminales y, de nuevo, de la necesidad de comunicar, de exteriorizar mundos e historias propias y no ajenas, pretéritas, de la humanidad.

De ahí que Faneite se nos muestra como un pintor excepcional que maneja códigos, cuando el oficio lo apremia y así lo demuestra en estas obras o en el homenaje que le hiciera al Pintor de Macuto, bajo el título de “Hoy te recuerdo Reverón”, uno de los retratos, en nuestro modesto concepto, más dramáticos del arte venezolano, de una gran síntesis y expresividad, desde pocos elementos plásticos utilizados, desde la austeridad de los medios, quizás con la idea de la similitud, de la nostalgia de ambos mundos, de los momentos álgidos vividos, del recuerdo angustioso, del reclamo ante la vida, el señalamiento por parte de Faneite.

LAS MOTIVACIONES EN SU ARTE

Pero no se crea que en el arte de Faneite reina sólo lo que podría ser lo nostálgico, lo doloroso-religioso, una especie de “cargar” con la culpa de los pecados de la humanidad. No se trata sólo de esta situación. En su arte además predomina un sentido altruista de cantarle a la vida, a la alegría, al color, incluso cuando los fondos se tornan negros, brumosos, fantasmagóricos, verbi gracia, “El Nacimiento de Noche”, obra donde el amarillo oro, colocado de manera primogénita implica momentos de vida, tiempos de lucidez, alumbramiento, milagro de creación, no sólo debido a lo temático, sino por la plasticidad infantil reinante, siempre a partir del dibujo, informal, primario. Este sentimiento narrativo también puede ser observable en “Jesús y sus Apóstoles”, de parco dibujo, escena pletórica de incertidumbre, de asombro, tal es la expresión de cada uno de los personajes, como quien se asombra, en este caso el pintor,  de un suceso que marcó la humanidad,  la religiosidad y también el arte. Aquella es además su motivación y es que desafortunadamente algunas religiones prohíben incluso la realización de piezas, de obras de arte, por cuanto constituyen, según ellas, una adoración falsa, “becerros de oro”  condenables, cuando en realidad sólo se trata de creaciones de arte. Faneite, bajo su religiosidad  única y sorprendente, crea de manera libre, audaz, sin dogmas  que lo encadenen; más bien emula al cristianismo, al humanismo, a nuestro pueblo,  en medio de la calle, con agua-sangre de Puerto Cabello, con los diablos invisibles que atraviesan el famoso “Callejón de los Lanceros”, de Puerto Cabello. Entonces Faneite se convierte en pintor que exalta la religiosidad social, lo pagano, la esperanza en la vida.

SU OBRA TRIDIMENSIONAL

Faneite reivindica la escultura, la humaniza en tanto que ella deviene de su creación pictórica, es decir que pintura y escultura se compenetran, se complementan, se trata de una sola obra, independientemente de la posición que ocupan en el espacio. Las ganas impetuosas de hacer arte es lo que cuenta, un quehacer hermanado con la tradición de las artes y los oficios en Venezuela, incluso desde la colonia. Y si no fíjense amigos espectadores, en “los tejidos” maravillosos de su obra “La Virgen de Fátima” (que por cierto también nos recuerda a un cierto informalismo cultivado en el país en los años cincuenta y sesenta), pintura mágica, retratística. Luego esta tradición podemos asociarla además con la muñequería, con esta tradición maravillosa, muy venezolana, de hacer muñecas, de construir muñecos y objetos, esculturas, notable en la obra antes citada “Donde dos o tres …”, que además se expresa en sus esculturas, en la tridimensionalidad de sus obras, hecha a fuerza de retazos, a fuerza de creatividad, de vivir y amalgamar varios elementos, de crear y “parir” desde la nada o desde objetos no plásticos, extraplásticos, como verdadero creador. Con una fuerza inaudita, como lo hacía también Armando Reverón, con sus creaciones fuera de la pintura . ¡ Y ojo! Esta es una de las mayores riquezas del arte de Faneite, la creación de este mundo inaudito, la creación desde lo cotidiano, integrado a la vida, al desecho, a la desacralización del arte, siempre sin proponérselo; arte unido al rancho, al hábitat, a la mujer, al amor, de nuevo a la religiosidad, arte que va más allá de la contemplación y que se hace cotidiano. De ahí que Faneite crea su propio sentido del arte, no lo hace sublime, sino que lo vive para la cotidianidad, lo coloca al lado del pueblo, del tambor, de la playa. Se eleva desde ahí, por cuenta propia, hacia lo universal, a partir de lo sencillo y elemental y hace que Faneite reine desde el cosmos; arte para la libertad, para el mar infinito, para el recuerdo, para la fábula y las memorias del Callejón de los Lanceros.

Público visitando la muestra de José Faneite, Museo de Barquisimeto.

La muestra estará abierta hasta enero de 2007

EL ARTE COMO FORMA DE VIDA

José Faneite posee su propia manera de congeniar estos mundos, álgidos, nostálgicos, alegres, difíciles, nunca contradictorios en tanto que  reinan en su convicción y concepción de vida, de modo que religiosidad, folklore, lo pagano, lo espiritual, el paisaje y el dibujo se convierten en arte, en manifestaciones artísticas para la contemplación y el goce. Es una práctica permanente y fundamental del artista como un proceso holístico, fidedigno, independientemente o por encima de sus situaciones precarias de vida. Por cuanto en realidad lo que le interesa al artista es su creación, su mundo inverosímil hecho realidad, desde la pintura y la escultura. En este sentido Faneite es un artista venezolano  excepcional de honorable lugar dentro de las artes plásticas venezolanas.

OTRAS LECTURAS DE LA OBRA DE FANEITE

José Faneite crea su propio mundo, a partir de la realidad que en muchas oportunidades, él ha estado observando, viviendo. Pero esta realidad se queda atrás. Es más bien como el pretexto para hacer la obra de arte, para hacer la pintura, la escultura y entonces éstas adquieren  una independencia única, autoretratística, si se quiere.  Ello, de alguna manera,  lo sigue atando a su mundo inmediato que puede ser Puerto Cabello, Patanemo, Los Lanceros, para unirse con el mundo de las circunstancias presentes. Faneite tiene la propiedad, como artista, como creador, de ir más allá, de cambiar la realidad, de imaginársela de otra forma, de concebirla sólo dentro del arte, dentro de la creación. De ahí la asociación que puede uno hacer en  cuanto a imaginarse su obra en otros niveles, en otros parámetros que nos conllevan hacia una universalidad de la obra de arte. Corroboramos esta tesis (o más bien este acercamiento), cuando por ejemplo Faneite, se plantea, en momentos diferentes, versiones disímiles de la Calle de Los Lanceros (pintadas, dos de ellas, en 1991 y 1994, respectivamente), con la misma estructura y recuerdo o memoria, pero con un sentido diferente en cuanto al espíritu de la obra, lo que quiere decir que son dos obras diferentes, no en cuanto a las luces, sino por cuanto se logran visiones totalmente disímiles y visionarias, de modo tal que el recuerdo queda atrás y que incluso la plasticidad planteada se olvida, para crear dos atmósferas, dos ambientes alejados del leiv motiv inicial, aunque  cercanos siempre, emotivos siempre.

En otro orden de ideas, queremos decir que Faneite deja atrás preceptos que pueden observar otros pintores, muchos “pintores del común”. En realidad no se plantea problemas de perspectiva, de proporcionalidad, es la visión libre de un niño, de un hombre que mayormente se acerca a sitios paradisíacos, a sitios sólo habitados por seres fantasmales, irreales, sólo concebidos en el mundo ensoñador y luminoso del pintor.  Visión en la cual todos los espacios deben ser concebidos para el arte (“San Juan” y “Tambores de San Juan” (del 2003 y de 1996, respectivamente, o “Bahía de Patanemo”, 2001). Visión siempre fogosa, telúrica, alegre, expresiva, sorprendente la de este pintor que renueva un tipo de arte unido  a nuestra idiosincracia y que coloca al artista al lado de los cronistas e imagineros más sobresalientes de nuestro país.