Willy Aranguren

Profesor Historia del Arte. UCLA. Crítico de Arte. AICA, Capítulo Venezolano

willyaranguren@hotmail.com         

La obra postmodernista de Arturo Correa (Exposición en la Galería Juan Carmona)

mayo de 2006

La obra de Arturo Correa puede concebirse como un arte de la postmodernidad,  nada ecléctico,  más bien abierto hacia diversas maneras de hacer arte, desde lo tradicional hasta lo innovador. Lo que importa en este caso es que el arte puede y debe estar integrado a la vida  cotidiana, y en este caso, como el artista, lo pregona, hacia  los pensamientos, o hacia  el proceso de elaboración de los mismos,  que es ya una empresa de envergadura en el ser humano. Es decir el proceso de elaborar los pensamientos, las ideas, dentro de la mente o para comunicarse prevalece como leiv motiv del artista. De manera tal que llegan a “materializarse” esos pensamientos en las obras de arte. Y dada la complejidad de la operación, el artista lo concibe desde un punto de vista holístico, dinámico, vital, hasta complejo por cuanto  se pueden producir en la vida de un hombre, en un solo día, cientos de miles de pensamientos. En el ambiente natural mimetiza su arte con la naturaleza, en este caso con una enredadera, con las enredaderas, para denotar el camino libre del pensamiento pero también unas ciertas leyes, una “normativa”, que formaliza el crecimiento o desenvolvimiento de este arte, de esta creación original.

En este sentido, el mensaje se hace múltiple  y de varias direcciones, o también fragmentario, lo que es permisible dentro de la postmodernidad y que, por supuesto, implica preocupación ante el espectador al encontrarse con variedad de mensajes diversos o también diferentes maneras de concebir los soportes, las corrientes. De esta manera se encuentran en la muestra mensajes históricos (el sincretismo cultural), personales, reflexivos en cuanto obras de arte clásicas o Maestras de la Historia del Arte (Las Meninas de Velásquez), auto-reflexivos (desde el artista o desde el espectador mismo) que pudiesen mirarse además  a través de los diversos movimientos o corrientes de la plástica universal: el informalismo, el abstraccionismo (las enredaderas), el body art (maniquíes), el arte conceptual (la disposición de la sala con las voces grabadas). En todas ellas impera la idea del pensamiento vivo, trascendente o no, cotidiano, sublime, memorioso, como forma de “sacudir”, de dinamizar, apreciar, concebir, internalizar la obra de arte. El espejo se convierte en obra de arte, y el espectador por ejemplo  llega a compenetrarse con la imagen, con el espejo, con la persona fotografiada y esa es una manera de romper con la tradición del arte para la contemplación, que  a su vez, la conseguimos en las otras obras, digamos las abstractas y las figurativas, de forma que también se encuentra presente la modernidad. Existe o puede existir la contemplación hedonista, el placer de apreciar, de visualmente involucrarse con el color, esta vez un tanto lúgubre, no apreciado en otras épocas del artista.

Intuyo que hay muchas posibilidades en Correa que deberá discernir, destacar, descartar y siento que sus caminos siempre son múltiples. Tiene la fuerza, el uso de la razón y refleja su emoción como pintor del color. Indudablemente que sacude, que involucra, ayuda a pensar en las intríngulis determinantes del arte contemporáneo, con todas sus alternativas. El pensamiento reina, el hombre reina y el artista aprehende este mundo.