Miguel Vera

Artista chileno

Crónicas del pasado. El arte del testimonio compartido
noviembre de 2004
miguelveras@skilltech.cl

Esta es una carta absolutamente autorreferente, pedante, ególatra y yoísta. (Hago la advertencia previa). Por último, la cámara es mía.

La Quinta Normal es para mi una fuente enorme de recuerdos. Cuando chico vivíamos en Matucana cerca de allí y con mi abuela íbamos casi a diario. Ella, amorosa, nos peinaba mojándose la mano con su lengüita tierna de abuelita y nos asqueaba a mi y mi hermana pero, su genio nos hacía ser sumisos.

Allí vi un accidente (1962 por ejemplo) de una citroneta chocada contra el invernadero. Fue impactante ver la trola incrustada entre los vidrios. Así luce ahora, que le pusieron cristales nuevamente (estuvo abandonada por décadas):

Una de las primeras FISA fueron allí y con mi abuela vimos uno de los primeros helicópteros en Chile, cuando la Fisa era de animales casi toda. Ese helicóptero era como una burbuja de acrílico.

Frente al Museo estaba la Casa de las Botellas, un bar con paredes hechas de botellas y cemento que recuerdo perfectamente bien. La luz al pasar por ellas daba unos tonos increíbles de colores. 

Qué decir de la Laguna y los paseos en bote. Hoy se ve de esta manera:

La Quinta está verdaderamente hermosa. El sábado fui con uno de mis hijos. Los 3 nacieron en el San Juan de Dios a metros de allí, para variar esta cercanía a la Quinta Normal.

Hay un Museo Ferroviario increíble ahora, con todas las locomotoras habidas en el país:

Este es el interior de un carro del año 29 pero muchos de nosotros debemos haber viajado en él mas de una vez. Yo recuerdo que de chico yendo al sur en verano todos cerraron las ventanas, me pareció raro por el calor que había, así que abrí la nuestra y justo entramos a un túnel y el hollín entró a mares y me retaron como media hora, todos los pasajeros cochinos, con carbón en los ojos, en fin... que poca comprensión. De mas está decir que la locomotora a vapor yace en paz en este museo ferroviario... 

El plato fuerte es el Museo de Historia Natural.

En las Juventudes Científicas transcurrieron muchos años de mi vida de adolescente. De allí me gustó hacer clases y la ciencia.

En el segundo piso, a la derecha de la foto del Museo fue una de las Ferias Científicas. Yo estaba en un stand con cosas eléctricas y tenía alto voltaje a mi disposición. A mi lado había un stand de entomología, con muestras de bichos raros de todas partes vivos y muertos. Un día, estando muy aburrido, se escapó un asqueroso bicho con cornamenta como de alce y unos 5cm y llegó a mi mesa. Nada mas lindo que aplicarle alto voltaje al pobre ser y lo pulvericé. Junto con ello se cortó la luz del Museo como 2 horas (muy antigua la instalación) y los del Museo y los de entomología me dijeron cosas suaves como "tu espíritu científico deja mucho que desear" y otros fuertes epítetos poco repetibles al caso. En fin... yo quería experimentar también.

Otra "simpática" anécdota de la Quinta Normal es cuando me dió por los cohetes y disparé uno en un sitio cerca del Museo, pidiendo permiso a un guardia del ejército que estaba acantonado allí cerca. Ningún problema. A la semana siguiente, fui con un cohete Serie SIGMA (nótese la nomenclatura), con 3 fases y una abeja de tripulante, más paracaídas para que volviera a tierra. Era un cohete muy gordo, cargado con mucho explosivo y lo instalé, pedí permiso al mismo fulano (que no estaba de guardia ese día como supe después) y lo disparé. El asunto es que no voló y explotó. Dejó un cráter en el suelo. Yo estaba parapetado en un árbol y me iba a mover a ver el hoyo en el suelo cuando siento una pistola en mi sien. "¡ALTO!", miro y estaba con dos tiradores en el suelo y unos cuantos con metralletas apuntándome por todos lados. Luego de un rosario largo de garabatos, mostré mi carnet de "joven científico" y me dijo el oficial que de haberme movido, los del suelo me disparaban, claro era el año 74.

Al Museo le debo cosas notables en mi vida como que en su escalera posterior ocurrió aquello por primera vez. En las gradas de esta escalera, hicimos un sentido homenaje a la hermana República del Paraguay con una compañera de la U, mi primera vez. Es divertido en general recordar esta primera vez, al menos por los varones pues prácticamente nadie tiene cosas heroicas que contar sino más bien chascarros. En mi caso con el toque de queda a punto, tenía una pareja de carabineros rondando cerca... idílico.

Posteriormente, en los jardines cercanos y en una noche con niebla, fuimos interceptados por una patrulla de infantes de marina y nuevamente sentí una pistolita en la misma sien. Otra ronda de garabatos por sospecha, en fin, los muchachos cumplían sus deberes de entonces. La historia es más larga pero, baste con esto.

El año 75 participé por última vez en la J. Científica y construí un reloj de agua (clepsidra) y una sintetizador de música por los que me dieron una beca de la Philip para estudiar física en Holanda, que rechacé de puro gallináceo. Tiempo para arrepentirme tuve bastante, después.

En fin, si bien es cierto que escribí todo esto por recordar cosas simpáticas, porque no tengo otras fotos de esa época y por un afán de nivelar el haber sido retraído en el Liceo, también tiene que ver con una invitación a todos a escribir, a compartir de los 1000 años de historia que hemos vivido entre todos. Las vergüenzas a estas alturas se han ido y, ¿a quién más se le pueden contar? los hijos ya las conocen estas historias aburridas (aunque no todas estas por cierto).

Por último, como acto sublime de pedantería, debo mostrar la evolución del hombre peludo al pelado mono actual (en la última me saqué los lentes para posar):

Con cariño, MIguel Vera.