José Antonio Navarrete |
Manuel Loes y los juegos de la cultura Glifos urbanos. Fotografías de Manuel Loes Sala NG, Fundación Celarg, Caracas, 30 de marzo al 28 de mayo de 2006 |
Un breve y metafórico título: Glifos urbanos, ha
sido el elegido por Manuel Loes para presentar esta serie fotográfica. Las
imágenes que la componen, una suerte de repertorio de signos gráficos de
la ciudad, obedecen predominantemente a un parco modelo
constructivo, repetido de una en otra, y cuyas características más
generales pueden resumirse en el punto de vista frontal, el encuadre
cerrado, la colocación de la cámara a la altura del objeto a fotografiar
y, como consecuencia de todo lo anterior, el uso del primer plano que
detalla, con el máximo de economía visual, el referente seleccionado. Sólo
la variedad de motivos icónicos y colores de cada fotografía respecto a
las restantes imprimen diversidad y ritmo al conjunto. Este modelo de visión “objetivista” remite las fotografías de Loes a la acepción originaria de documento, entendido como dispositivo cultural proveedor de información directa, con lo que el fotógrafo vincula decididamente su operatoria representacional a la práctica cultural del archivo. Es cierto que este nexo del cuerpo de trabajo de Loes con el archivo parece obedecer a una predisposición autorial más bien consciente y, en tal caso, sería manifestación de un acto subjetivo, pero de cualquier modo se trata de una subjetividad que renuncia al arsenal de recursos propicios a la exhibición de lo que, en términos de la crítica artística, ha sido llamado “subjetividad expresiva”. La escogencia del tema y la construcción del discurso fotográfico son, entonces, los únicos procedimientos que en esta serie develan abiertamente los fueros de la individualidad del autor. Algunas ciudades de México, en primer término, y otras de Venezuela, en segundo, fueron los lugares donde Loes realizó las fotografías de Glifos urbanos. Por separado, cada una de las imágenes funciona como representación de un mensaje, anuncio o exhorto que, en tanto modalidades de la propaganda, se localizaban de inicio en el espacio público, algo que puede suponerse por el espectador aun cuando no se haga “explícito” en la imagen. La constitución primaria de cada uno de estas grafías descansa, preferentemente, en la sintaxis entre signos pictóricos y textuales, es decir, en la movilización de dos sistemas de lenguaje obligados a su mutua complementación en el producto final. Un tercer sistema de lenguaje lo constituye finalmente la fotografía, encargada de trasponer a otro espacio discursivo –la galería, el libro, la revista– el conjunto de motivos icónicos individuales preexistentes. La estrategia de trabajo de Loes implica, por tanto, la descontextualización de los signos que registra –diseminados en el amplio espacio de la ciudad– y su recontextualización serial en el espacio discursivo seleccionado para re-mostrarlos: ahora, la galería. De todo lo anterior puede colegirse que en esta serie la fotografía deviene representación de una representación; que la articulación de estas representaciones secundarias como conjunto supone una construcción discursiva de las representaciones anteriores, llamémosles primarias, y que estas representaciones primarias, en tanto grafías públicas urbanas, son signos de la cultura de la ciudad. En conclusión: el problema que se nos plantea en este trabajo implica por lo menos cuestiones de filosofía de los lenguajes –de la palabra, de las representaciones visuales–, de sociología y de antropología cultural. La noción de juegos de lenguaje de Wittgenstein, los cuales según el autor responden a distintos usos y formas de vida que interaccionan entre sí, expandió en la segunda mitad del pasado siglo su potencial epistemológico desde la filosofía del lenguaje hacia otros campos disciplinarios. En particular, la noción de cultura habría de aprovechar productivamente la idea de juego, al ser comprendida ésta como un sistema dinámico y complejo cuya coherencia y homogeneidad no puede ser nunca completa, pues está integrado por elementos de constitución diversa que provienen de fuentes espacial y temporalmente diferentes. Estas características hacen imposible la mutua integración de los elementos de la cultura: ellos sólo juegan o interaccionan unos con otros [1].Los imaginarios de la cultura urbana latinoamericana contemporánea y las configuraciones visuales correspondientes a éstos ocupan el centro de atención de estas fotografías de Loes. El énfasis de ellas se coloca en aquellos ejemplos en los que se reconoce la iniciativa de los sectores populares y la dramatización de sus experiencias de alteridad. Pero su mayor eficacia puede que radique en el modo en que interpelan la experiencia urbana del espectador y lo obligan a repensarla. Notas [1] Cuche, Denys. La noción de cultura en las ciencias sociales. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1999, pp. 82-85. |
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