Humor gráfico necesario
septiembre de 2007

Artistas Plásticos rechazan “alianzas estratégicas” del Estado venezolano, con el capital trasnacional depredador, en el arte y la cultura venezolana.

Reflexiones de Claudio Cedeño, Alberto Monteagudo, Aníbal Ortizpozo y Edmundo Vargas acerca del VII Salón Pirelli de Jóvenes 2007 en el MAC

“Que un fabricante de caucho se ocupe de crear, promocionar o financiar eventos de índole cultural no tiene nada de extraño, señala Edmundo Vargas. De hecho, en su opinión muchas trasnacionales han modelado su imagen a través de los Mass Media con la intención de que sus productos se desplacen veloces por la ancha vía del mercado cultural. 

Para este reconocido artista, el proyecto cultural del Socialismo del Siglo XXI venezolano no está exento de las bondades del altruismo neoliberal. Y aunque este salón fue concebido en la era cuartorrepublicana, la revolución Bolivariana así como su nuevo curador, le están inyectando más libras de aire viciado al Megasalón de la alianza. 

De puertas a fuera, la transnacional maneja su imagen culta capitalizando una reputación humana y amiga del medio ambiente. Puertas adentro, cabría preguntarse, como trata a sus empleados y obreros. El Salón ahora llega a su séptima versión, la segunda dentro del paisaje urbano Bolivariano, y Mundo se pregunta si no estaremos viviendo una alianza mestiza de capitalismo y socialismo. Una fusión entre la caperucita roja rojita con su ingenua intención incluida y el astuto zorro que se metamorfosea para seguir viviendo y creciendo entre postulados, para finalmente degustársela…  

Por su parte, Claudio Cedeño señala que, “La  empresa que anuncia la realización de su VII Salón de Jóvenes, es una productora de neumáticos para automóviles y que pese al supuesto progreso que representa,  se incluye en la cadena depredadora más nociva del ambiente y de la sociedad venezolana. 

El propio Presidente Chávez ha sido crítico acerca del papel negativo del automóvil para los  habitantes de nuestras ciudades, afirma Cedeño. Y para el artista, estas contradicciones no son otra cosa que  retos  cotidianos del opuesto que convive con el proceso revolucionario. Es decir, del  Capitalismo que no da cuartel. Y forma parte del mismo reto producido por R.C.T.V. al finalizar la Concesión, así como del anterior Salón de la Exxon Mobil presentado en el Museo de Bellas Artes entre octubre y noviembre del año 2005.

“Desde que el dúo Imber - Abreu abrieron  las puertas al neoliberalismo cultural, éstas continuaron impúdicamente abiertas, afirma vehementemente Alberto Monteagudo, cineasta, docente. Según él, el Ministerio ha sido complaciente respecto a las "alianzas estratégicas" con empresas señaladas por el propio gobierno como golpistas, y se les ha entregado los espacios museísticos que creíamos ganados definitivamente para la revolución. Y de esta manera se ha  venido adelantando una suerte "privatización por goteo" del Museo de Bellas Artes (Coca Cola y Exxon Mobil), el Museo Cruz Diez (Pepsi-Cola), la Biblioteca Nacional (Harina Pan ), y el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos ( Direct TV), Museo de Arte Contemporáneo (Pirelli y Pentel) Galería de Arte Nacional (Faber Castell y Exxon Mobil). Además han permeado el campo cultural, empresas como la Esso Standard Oil, CNN en Español y Christian Dior; las nacionales Polar, Bigot, Dicvensa, y la banca privada en general.

Para Monteagudo, la devolución del nombre original al Museo de Arte Contemporáneo no será sino otro juego de prestidigitación mientras las políticas inauguradas por Imber-Abreu, y luego rebautizadas como “Revolución Cultural” por Manuel Espinosa, otro reconocido ilusionista, siguen insolentemente vigentes. Incluso, se llegó a pensar que Manuel Rosales era el curador de la muestra, pero el curador es Luis Ángel Duque, el mismo de los salones  Exxon, Pirelli, Christian Dior, Dimple, etc. La confusión nace en el hecho que Duque dedica el Salón al “Relámpago del Catatumbo”, que es el mismo “issue” del gobernador golpista del Zulia. 

Para Monteagudo, el problema es que Exxon, Pirelli o Coca Cola, ocupan los espacios culturales para lavarse la cara por formar  parte de las corporaciones con la mayor responsabilidad de la contaminación ambiental, el saqueo de materias primas, la neo-esclavitud, el acaparamiento del agua, la emisión de gases invernadero y el hueco de la capa de ozono. 

Por su parte, el reflexivo artista Aníbal Ortizpozo señala que, “este Salón y otros Eventos desarrollados por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura,  ratifican que en las políticas culturales y artísticas actuales sigue enquistado, vivito y coleando el viejo modelo capitalista excluyente. La vieja hegemonía del modelo empresarial en el mercado del arte y  su influencia  individualista, competitiva  y de búsqueda de reconocimiento. 

Para Ortizpozo, “el fantasma de Sofia Imber, se aparece y asusta cual “Sayona” en el Museo de Arte Contemporáneo, institución que hasta hace algún tiempo llevara su nombre. Esta vez, su espíritu se manifiesta a través del VII Salón Pirelli de Jóvenes, evento iniciado y desarrollado bajo su dirección  en la Cuarta República, y que hoy  resucita gracias a la falta de imaginación política de los funcionarios del Ministerio de la Cultura. Como para ratificar aquello de que lo viejo permanece, mientras que los cambios no terminan de llegar y si los hubo, fue sólo en el nombre de la fachada del Museo, ya que a través de este evento, continúan las políticas de alianzas con empresas  privadas transnacionales, tal como lo hizo antes Sofía Imber “la intransigente”.  

La llamadas alianzas estratégicas en el arte y la cultura con los consorcios de la empresa privada y el libre mercado, pone a los artistas en el camino seguro al “infierno neoliberal”, señala Ortizpozo. Sobre todo si se trata de las empresas responsables de  contaminar y destruir el medio ambiente, de maltratar a sus obreros, además de estar en mora con sus impuestos a la Nación. Según este artista, el apoyo cultural a estos salones es el pretexto perfecto para “blanquear” un pasado oscuro y adjudicarse el rol de benefactor desinteresado. 

Ahora bien, que en la guerra sucia comercial del marketing y la publicidad las empresas transnacionales hagan  aportes económicos a instituciones culturales privadas, a estos artistas les parece legítimo, pero cuando se buscan alianzas con instituciones culturales del Estado, les resulta sospechoso. De realizarse éstas, por razones de fuerza mayor o no hay otra salida, se debe impedir, mediante cláusulas contractuales escritas, que ellos impongan sus condiciones, donde generalmente el discurso comercial y la propaganda de bebidas alcohólicas o cigarrillos por ejemplo, supera al lenguaje y hecho artístico cultural en sí. 

Según este grupo de artistas, docentes, cineastas y humoristas gráficos, es necesario aclarar que ellos no están contra de un Salón de Jóvenes ni contra las “alianzas estratégicas” en sí mismas, el problema es cómo y con quién establecerlas, de modo de no entren en contradicción con la ideología socialista necesaria  para los cambios “revolucionarios” propuestos.”  

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