En su devenir, los medios
tecnológicos de producción de imágenes –la fotografía, el
cine, la televisión, el video, el medio digital– han abierto
el espacio donde en la actualidad se desenvuelven, a escala
planetaria, las disputas más encarnizadas por el sentido. Al
haber propiciado la acelerada expansión de la comunicación
internacional y, con esto, un profuso tráfico de
representaciones e imaginarios sobre los disímiles lugares,
pueblos, culturas y acontecimientos del globo, en este
espacio se manifiesta, de manera exacerbada, el conflicto
entre las pretensiones de control hegemónico de los campos
representativo e informacional y la necesidad de
democratizar éstos, de reconfigurarlos desde una perspectiva
plural.
Avanzar en la satisfacción
urgente de esa necesidad requiere la activa participación de
los más diversos agentes sociales, orientados a estimular el
conocimiento e intercambio interculturales con sus
implicaciones en las diferentes esferas de la vida de la
sociedad. Es, ante todo, una tarea de ciudadanía. Con su
ensayo fotográfico Irán –título genérico de la
presente muestra–, el fotógrafo iraní Farzin Malaki hace
evidente su personal posicionamiento en este conflicto.
El Irán rural de Farzin Malaki
Las discusiones más recientes
en torno a la ontología de la fotografía han puesto de
relieve la poderosa capacidad de este medio para construir
representaciones del mundo. Sobre esta premisa se despliega
el cuerpo de trabajo de Malaki ahora en exhibición, en el
que se reúne un importante número de imágenes que él
hiciera, entre 1998 y 2003, en un dilatado recorrido por
diferentes regiones rurales de su país natal.
De entrada, cabe enfatizar esta
focalización del interés de Malaki, puesto que dentro de la
fotografía iraní contemporánea algunos fotógrafos se han
preocupado por el registro de la intensa y compleja vida
urbana que se desarrolla en ciudades locales como Teherán
–con más de 10.000.000 de habitantes– u otras varias. Podría
afirmarse que, al hacer del universo rural el centro de su
atención, Malaki intenta dar cuenta de la supervivencia de
tradiciones y formas de vida que revelan, con acentuada
nitidez, la diversidad étnica y cultural del mosaico
poblacional que constituye Irán.
Su estrategia representacional
parece confirmar esto. Fotografías del hábitat de las
comunidades que visita –peculiaridades naturales, cultivos,
tipología habitacional–, se acompañan de otras que registran
elementos de la cultura material –productos artesanales
típicos, utensilios de uso cotidiano, objetos decorativos–
y, con énfasis, de las personas, ya en sus faenas laborales,
ya en su medio doméstico. De manera abundante, en retratos.
Numerosos de éstos con los sujetos en pose dentro de un
ambiente que funciona como contexto socio-cultural
caracterizador.
Si bien esta estrategia forma
parte de las ganancias históricas de la fotografía
documental del pasado siglo, es destacable la acuciosa
inmersión de Malaki en el ámbito rural que explora. Diríamos
que el fotógrafo ha preferido detenerse en lugares y
comunidades específicos, rastrear las evidencias físicas de
las culturas y pueblos con que se ha relacionado, en aras de
lograr una representación en profundidad, más que en
extensión, lo que se hace palmario en los retratos, donde
quizás se localizan las notas más altas del conjunto de
imágenes. Esto le ha permitido tanto un afectivo
acercamiento a los referentes de sus fotografías, como la
posibilidad de potenciarlos al plano simbólico.
La fotografía, en tanto
registro directo, proporciona información sobre prácticas
sociales y culturales a partir de apariencias. A ella sólo
le es dado rastrear gestos, actitudes, comportamientos
humanos, así como elementos materiales concretos, unos y
otros en las manifestaciones de su visibilidad. Pero estas
apariencias desvelan tanto aspectos de la vida cotidiana
como de las representaciones sociales de ideas, a la vez que
brindan un soporte a las discusiones diferenciadas y
contextuales acerca de los problemas étnicos, de raza,
género y clase, entre otros que ocupan al pensamiento
intelectual del día. Pero, más aún, la posibilidad que tiene
el fotógrafo de enfocar con perspicacia y sensibilidad estas
apariencias pueden hacer transitar las imágenes fotográficas
del índice –su condición primaria– al icono, y del icono al
símbolo. Y esto parece saberlo bien Malaki. |