Carmen Hernández

Curadora y crítica de arte

carmenhernandezm@gmail.com

Los mundos posibles de María Centeno

Publicado en Vea, 27 de febrero de 2005, pp. 16-17.

febrero de 2005 

Otro mundo no sólo es posible, sino indispensable”

María Centeno, No es una exposición, 2004

Enunciar el trabajo artístico de María Centeno bajo el título Mundos posibles intenta describir una trayectoria multifacética pero orientada bajo un mismo sentido: imaginar un mundo más equitativo en donde se respeten las diferencias identitarias y se consoliden los derechos a la igualdad de oportunidades. La tarea de imaginar, prefigurar y crear mundos posibles implica también cuestionar lo instituido desde una posición crítica que desenmascara las tramas del poder como sistema de dominio. María Centeno cuestiona la realidad sociopolítica constituida por asimetrías superpuestas históricamente y a la vez, inventa mundos posibles a partir de una reinterpretación simbólica de un contexto natural que solamente puede ser generoso si se asume desde una mirada contextualmente referida, es decir, si tomamos conciencia de los valores que representa nuestro continente como territorio material y simbólico. El cuestionamiento apunta a despertar la conciencia hacia las tramas de desigualdad que experimentamos como sociedades marcadas por el desfase de lo que está “adentro” y lo que está “afuera”, lo cual implica experimentar constantemente esa violencia determinada por la dificultad de asumir un destino propio mientras se enfrentan las negociaciones y alianzas de fuerzas económicas y políticas transnacionales.

Sobre esta misión de crear mundos posibles, ya Ildemaro Torres bien describía en 1982 esta misión: “Prefigurar la sociedad futura y concebir el diseño de su superación cualitativa, no es sólo un ejercicio de imaginación, es más bien un deber humano, que a su vez lleva implícito el deber de trabajar desde distintos frentes para hacerla posible y cercana. Uno de esos frentes es el de la creación artística. En América Latina los artistas participan cada vez más del destino de sus pueblos, en el marco de una realidad en la que cada día es más difícil permanecer al margen de la marcada contradicción entre imperialismo y países subdesarrollados y, en cada país, entre pueblo y oligarquía” (Ildemaro Torres, 1989).

La trayectoria artística de María Centeno está marcada por su interés hacia la pintura, cuando asiste al Taller Libre de Arte de Caracas a fines de los años 60 y al taller de Pascual Navarro a principios de los 70. Pero es en el dibujo, y especialmente en el humor gráfico, donde encuentra su primer campo expresivo. Desde fines de los años 70 comienza a publicar de manera periódica ilustraciones y  caricaturas en El Nacional, en el semanario El Nuevo Venezolano y la revista Nueva Sociedad, paralelamente a la culminación de sus estudios de arquitectura.

Desde sus primeras propuestas, resulta significativa la constante crítica al universo político oficial, sobre todo las representaciones de los jerarcas y sus atributos característicos, en su descarnada toma de decisiones –ya sean latinoamericanos o representantes del poder internacional- que se muestran como personajes grotescos inscritos en contextos donde predomina la desmesura y la ambición. Su mirada más generosa dibuja a los personajes del común en actitudes “desprevenidas”, como víctimas del absurdo. Porque “la mirada no es la retina” (Debray, 1994: 96) sino una construcción cultural que se sostiene sobre una serie de códigos capaces de ser decodificados (o interpretados) por el espectador, una acuciosa conciencia crítica de las estructuras de poder lleva a María Centeno a manifestar un amplio espectro temático, desde los cambios climáticos que afectan el medio ambiente, el hambre como una constante en los países periféricos, el lugar siempre desventajoso que ocupan los pobres, la posición  de”peligro” que tradicionalmente ha ocupado el pensamiento crítico, la violencia y el abandono que experimentan los más desprotegidos como los niños, las mujeres y los indígenas; en general, esta creadora aborda los niveles de exclusión social en un amplio sentido, incorporando con el tiempo nuevos niveles de reflexión. En los últimos años, además de la incorporación de estrategias digitales y del recurso del color, se impone la preocupación por el poder que han asumido los medios de comunicación cuando compiten con los partidos políticos en la configuración –y manipulación- de la llamada opinión pública, porque cada vez resulta más sesgada la selección de aquello que se divulga, desvirtuando así su rol como servicio “objetivo” y dejando en evidencia que la “información” hoy en día representa la disputa de fuertes intereses económicos.

Medios de comunicación, 1980, tinta sobre papel, publicado en El Nacional

Torre de Babel-CNN, 2001, imagen digital, publicado en Revista Wendekreis, Suiza

En este desenmascaramiento del ejercicio del poder, María Centeno también recurre a interpretaciones de la historia nacional, ya sea de la situación política del momento o de las versiones oficiales del pasado que han dejado tramas significativas en el imaginario colectivo. En la serie de dibujos que recrean la historia de nuestro país desde el período del “Descubrimiento” de nuestro continente, y que conforma un trabajo inédito, se combina la síntesis gráfica del dibujo con algunos recursos pictóricos que permiten la creación de atmósferas más ilustrativas de cada uno de los momentos seleccionados. Estos hitos, a veces asumen el tono irónico recurrente en la práctica de la artista pero también en ocasiones se despliega la intención narrativa no carente de cierto acento humorístico, que hace énfasis en una revisión interpretativa de la historia. Así, el dibujo recrea, desde la mirada de quienes han quedado “fuera de la historia”, otras razones, y las plasma con un sentido ético de orden crítico que nos llama a reflexionar sobre la necesidad de ampliar la construcción hegemónica de nuestra memoria. Toda esta visión “revisionista” de la historia pasada y reciente, más allá de la capacidad descriptiva o recreativa de lo meramente “artístico” en términos tradicionales, le imprime a la labor de esta artista un sentido político de compromiso con una realidad específica, por medio de una actitud crítica y construccionista pues revela el deseo de intervenir efectivamente en la realidad.

A pesar de su amplia obra dibujística, la pintura va a conservar su espacio y a veces se hará evidente el trazo enérgico que figura formas linealmente. En los años 90 María Centeno trabaja escenarios pictóricos asociados al paisaje local, y es persistente su interés por un imaginario interior, relacionado con el mundo acuático o ígneo. Observamos peces en atmósferas misteriosas que invaden la superficie de las telas o volcanes que se precipitan en sus rojos intensos. En el catálogo de la exposición Abisal de 1994, presentada en la galería Muci, encontramos reflexiones complementarias. María Teresa Boulton interpreta la figura del pez: “Quizás para compensar la elusividad que este símbolo nos recuerda el ojo que acompaña constantemente su forma nos fija la conciencia en una verdad paradójicamente inmutable: el conocimiento sólo es posible en el constante fluir de lo inapresable”. Fernando Rodríguez reconoce alusiones a la energía vital: “los trazos vigorosos y las afirmaciones de la vida que siempre han marcado la expresión del mar interior de María se encuentran con ese mar inagotablemente vital, gran útero del mundo”. Y Perán Erminy expresa sus impresiones sobre el espacio: “No podemos discernir lo mínimo de lo inmenso. No hay análogos que nos permitan acercar o separar lo celular y lo cósmico. Las aportes aluden al todo, pero no contienen al universo más que como una de sus perspectivas posibles. O como una prospectiva última y total (...) Un poco más allá de ese pez presiento la desmesura, la demencia, lo sombrío”. Posteriormente la artista selecciona  algunas de estas palabras para identificar otra de sus exposiciones individuales, tal vez porque ella reconoce que su obra pictórica se despliega a través de la ambigüedad simbólica de esos mundos posibles que existen en nuestra imaginación sin forma todavía definida.

Averno, 2000, Óleo y materiales diversos sobre tela

María Centeno transita fluidamente los mundos posibles de la pintura, el dibujo y las instalaciones porque cada una de estas modalidades le ofrece diferentes herramientas para abordar una expresión visual que apunta hacia el mismo objetivo. En 1996 María centeno presentó su exposición individual Violenzuela que reunió una serie de instalaciones alrededor de la problemática de la violencia cotidiana, problema aún latente en nuestro país –algunas de las cuales podrán ser apreciadas en esta oportunidad-. Además de incluir la pieza titulada La peste sobre las víctimas del “Caracazo” -iconografía escasa en la historia del arte nacional- abordó diferentes complicaciones asociados a las contradicciones inherentes en el abordaje de lo social, como la labor de algunas ONGs que se adjudican el rol de reacomodar conflictos derivados de contradicciones morales mientras son financiadas por grandes empresas que propician el consumo de alcohol, según alude la pieza Probeba. También incluyó imágenes asociadas a la violencia de la mujer así como al racismo, en las obras Doméstica, Golpeadla y Rehenes. Otros títulos como Violenzuela, Yo aprendo, Trade mark, Guernica-Pinto Salinas, advertían sobre una exclusión juvenil que derivaba en delincuencia cotidiana. En esa oportunidad Earle Herrera describía el juego de palabras como: “nada fantástico ni mágico, las palabras para nombrar al país han sido mezcladas y unidas por la cotidianidad. La sorpresa no es el muerto, sino el que sigue vivo”. Y ciertamente, esa violencia que se ha “naturalizado” como parte de la cotidianidad es el resultado de desigualdades sociales históricas que se siguen reproduciendo a pesar de los esfuerzos de quienes aspiren cambiar las estructuras “desde arriba”.  María Centeno reconoce que la inclusión social y la participación colectiva en la construcción de una nueva nación requiere de la activación de un modelo de ciudadanía consciente de sus posibilidades de acción, y por ello, esta lucha incluye la revisión que ella propicia de aquellas representaciones hegemónicas que continúan distribuyendo lugares de poder –como los medios de comunicación masiva, la moda y la publicidad-.

Guernica-Pinto Salinas, 1996

La peste, 1996

Este interés por el individuo como sujeto social inscrito en una trama de fuerzas que lo sitúan en posiciones de inclusión o exclusión se expresa también en su tendencia a cristalizar dentro de su trabajo la reflexión de género y en especial la violencia ejercida hacia las mujeres, ya que éstas conforman un segmento social marginado históricamente y expuesto a la hegemonía del poder político falocéntrico que las comprende como una naturaleza corporal a ser domesticada. Las mujeres siguen siendo objetos de deseo y por ello, cuando no se rinden ante sus “amos”, son vejadas con la violencia del más fuerte, justamente de aquellos que socialmente se atribuyen el derecho a ejercer el poder físico.

La versión actual de Golpeadla incluye imágenes de Linda Loayza y de la propia artista

Frente a esta constante, María Centeno se imagina que otro mundo es posible, más flexible con relación a las diferencias étnicas, sexuales y de raza, y así lo manifestó también cuando participó en el proyecto colectivo En la mira: el derecho a la diferencia, en el año 2001, y presentó dispositivos para que las personas jugaran al intercambio de identidades en un momento histórico marcado por la advertencia hegemónica polarizada: “estás conmigo o eres mi enemigo”. La perspectiva de esta artista coincide con la reflexión de Lucía Guerra cuando plantea la necesidad de asumir una posición desconstructiva de los mecanismos de exclusión: “La mujer y los indígenas son parte de una problemática histórica en la cual los factores de raza y género sexual se encauzan por un devenir semejante. Por lo tanto, no se trata sencillamente de dar voz a la mujer, más importante aún es desenmascarar los mecanismos del poder y desarrollar estrategias de liberación para todos los grupos de oprimidos” (Guerra, 1994: 149).

La mirada de María Centeno reconoce que el arte como sistema de representación posibilita advertir las desigualdades de los intercambios simbólicos y por ello, podemos plantear que sus preocupaciones entroncan con el deseo generalizado de nuestra sociedad de construir una nueva ciudadanía, más cultural que territorial, capaz de imaginar otros mundos posibles de relaciones intersubjetivas más transversales, plurales y generosas. De manera muy responsable y a la vez con sentido lúdico y humorístico, María Centeno se adentra a la crítica de aquellos sujetos que se abrogan el derecho de dominar a los demás mientras imagina nuevos espacios simbólicos de integración.

Bibliografía:

 

Debray, Régis (1994): Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente, Barcelona: Editorial Paidos.

 

Guerra, Lucía (1994): La mujer fragmentada: historias de un signo, La Habana: Ediciones Casa de las Américas.

 

Torres, Ildemaro (1989): El dibujo político para una Nueva Sociedad, Caracas: Galería América, abril de 1989 (afiche-catálogo)