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"El reino, lo más presente, lo más oculto"
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Rafael Cadenas
El trabajo de Nancy Urosa ha desplazado su interés desde una visión sígnica, que concentraba la
representación del universo ritual cosmológico, hacia la interpretación metafórica del cuerpo enfermo, y aunque estas vías
parecen mostrar dos fases diferentes, en realidad existe un eje en común: la preocupación por el sentido de la existencia en estos
tiempos marcados por complejos procesos de globalización dominados por los poderes de la tecnología y el campo comunicacional.
Mientras la publicidad y la medicina han hecho del cuerpo un campo de batalla y han contribuido al diseño
de subjetividades modélicas de salud y belleza, el campo del arte registra las metáforas de lo negado: el dolor. En la medida en que
el cuerpo ha quedado objetivado como mera forma, como materia tecnológica o como elemento de consumo,
Nancy Urosa exalta su fragmentación e inserta elementos abstractos para aludir a las metodologías que lo ordenan y clasifican
–como los registros de las mediciones energéticas de los electrocardiogramas- que se
recontextualizan con imágenes de diverso origen, relativas al universo familiar, alimentario e incluso político. El trabajo de Nancy
Urosa transita por la pintura, la fotografía, el video y las instalaciones, combinando en ocasiones todas estas modalidades técnicas
con la finalidad de plantear la tragedia del cuerpo cosificado, despojado de los misterios correspondientes a sus memorias
particulares.
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Podría plantearse que en su sentido crítico, esta artista reclama otra mirada para comprender la subjetividad, más allá de la visión dual que en el pensamiento occidental marcó diferencias de
valor -entre bien y mal, vida y muerte, alma
y cuerpo- contribuyendo a distribuir lugares de poder que han excluido materialidades simbólicas. La visión contemporánea de la
salud versus la enfermedad representa entonces la hegemonía de una concepción triunfalista de la vida como signo productivista en la
cual el cuerpo es medido por su apariencia externa. Como contrapartida, Nancy Urosa nos enfrenta a radiografías intervenidas con imágenes
poéticas que aluden a la artificial separación entre el ser interior y el ser exterior con la finalidad de estimular la reflexión sobre las metáforas que, como sujetos sociales, hacemos de la identidad
individual.
Nuestro imaginario contemporáneo ha asociado la enfermedad estrictamente con el ámbito médico
eludiendo su condición metafórica que constituye subjetividades en el imaginario colectivo de orden moral y estético. La enfermedad
puede convertirse en elemento de identificación social, tal como ha advertido Susan Sontag: “Tanto el vestido (la prenda externa
del cuerpo) como la enfermedad (una especie de decorado interior del cuerpo) se volvieron tropos por nuevas actitudes ante el propio
ser”
[1].
En el trabajo de Nancy Urosa no hay
distinciones entre lo interno y lo externo. El cuerpo es un paisaje interior que invita a superar la fuerza estructural de la personalización del “yo” y acceder a una
visión más integral y capaz de asumir la vida y la muerte, la salud y la enfermedad como estados no absolutos de un ritual en
constante transformación.
Notas:
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Nancy Urosa, El peso de la culpa
Instalación |