“Nuestros cuerpos, de carne y hueso, han abierto paso a las
representaciones: personajes que pululan por la televisión, el cine y
las pantallas de los ordenadores. Quédense donde están y relájense al
máximo, estamos columpiándonos en la cúspide de la narcolepsia, donde
todo y nada reciben idéntico crédito”
Barbara
Kruger
La obra
de Kuki Benski se inscribe en las políticas
de representación
que desconstruyen, reinterpretan y reinventan sentidos en las imágenes
visuales hegemónicas, en muchos casos desde una primera persona
imaginaria que brinda un tono autobiográfico como lugar de enunciación
“ambiguo” pero políticamente comprometido al autoconocimiento como
sujeto individual y social.
En sus
trabajos más recientes, Kuki Benski redimensiona las representaciones
femeninas en sus estereotipos de “bondad” o “perversión” para proponer
entramadas figuraciones, complejas y ambiguas. En la instalación
Truly Love ha diseñado un dispositivo que despliega una narración
lineal de una figura femenina identificada como Phylis, acompañada de
textos que organizan secuencialmente la historia de sus diferentes
matrimonios. La protagonista se presenta reiteradamente en una misma
pose, tomada de una imagen clásica de la modelo Betty Page,
de frente al espectador, exhibiéndose complaciente en ropa interior, a
modo de una imagen publicitaria en “venta”. Los escenarios reproducen
las locaciones de una casa de muñecas al estilo Barbie, anunciada en
la imagen inicial. El montaje del rostro de la artista de una
fotografía en blanco y negro, crea un efecto de distanciamiento y
humor que alerta sobre la posible “verdad” de la historia narrada. Los
textos describen las consecuencias de las manías de los diferentes
maridos y algunas pueden entenderse como posible causa de sus muertes.
La viuda, que se ha presentado insistentemente en la actitud estática
de la víctima, en la última secuencia se libera y exhibe sus pechos
recién remozados con las cenizas de su último marido: una sutil
venganza femenina.
La
historia está armada con retazos de diferentes historias,
supuestamente “verdaderas”, publicadas en periódicos amarillistas como
Semanario de lo insólito (México), Crónica y Flash
(Argentina), entre otros, que narran extravagantes situaciones
amorosas. Es una resemantización del género clásico de la fotonovela
que forma parte de un amplio espectro de la literatura masiva y
popular e inspiró a muchos artistas del pop, y que representa
potenciales posibilidades discursivas para muchas artistas
contemporáneas desde una reflexión de género, puesto que hoy en día se
continúan reproduciendo esquemas sumamente estereotipados de los roles
femeninos, aunque se reconozca ampliamente que
las
imágenes no son neutras y al igual que el lenguaje, designan lugares
de poder en el orden social.
En este
género impreso de consumo masivo -al que se suman muchas historietas,
comics y telenovelas- se sigue sosteniendo la lucha entre las brujas y
las vírgenes, las buenas y las malas, las tontas y las inteligentes.
Son contadas las propuestas que intentan superar estas contradicciones
en los formatos más ambiciosos del cine y la televisión.
Fernando
Mires reflexiona sobre la bipolaridad de los estereotipos individuales
e históricos: virgen / prostituta, señora / bruja, y plantea que en
esta lucha estaba latente el “complejo de la virginidad” -basándose en
el tabú descrito por Freud- que caracteriza el miedo del sujeto
femenino a perder una condición de respetabilidad si asume una
subjetividad más integral que incluya el placer. Aunque estas
representaciones fueron significativas en las sociedades premodernas
para sostener un “orden”
social que implicaba una relación servil de lo femenino ante lo
masculino, continúan ejerciendo influencia en los imaginarios
contemporáneos y por ello, es visible que las prácticas artísticas de
muchas mujeres –conscientes que la diferencia de género sexual es una
construcción social- se inhiben todavía de expresar públicamente su
condición erógena.
Afortunadamente hay muchas artistas, como Kuki Benski, que se
arriesgan a reinterpretar nuevos modelos de conducta a partir de
propuestas híbridas que erosionan los tradicionales reduccionismos de
sus roles y rescatan para sí la capacidad de asumir de manera autónoma
el placer de la sexualidad. Lo autobiográfico es asumido aquí como un
dispositivo de autoconocimiento. Podemos coincidir con Georges
Bataille en considerar que: “El sentido último del erotismo es la
fusión, la supresión del límite”,
lo cual puede interpretarse como ir más allá de la individualidad para
imbuirse en el fluido del goce colectivo.
Frente a
la tradicional perspectiva que implicaba ingresar al “orden cultural”
por medio de la “autoridad” patriarcal, hoy en día las mujeres
expresan sus deseos y sus estrategias de goce sin inhibiciones, según
nos advierten las pinturas de Kuki Benski, que reinterpretan las
clásicas figuras de las geishas pero en actitudes desafiantes. Resulta
significativo comprender que estamos frente a representaciones
femeninas elaboradas por mujeres que intentan ser apreciadas desde
“otro lugar”. Se cuestiona el capital simbólico de la mirada, según
advierte Patricia Mayayo:
“Analizar críticamente las representaciones del cuerpo femenino no
consiste solamente en evaluar qué es lo que aparece representado, sino
quién lo mira y en qué contexto, en preguntarse, en último término,
dónde reside el poder de la mirada”.
Kuki
Benski selecciona objetos fetichistas –como el zapato de la
Cenicienta- para burlar su condición de “objeto” y más bien
convertirlo en instrumento de seducción. La cándida figura de la
protagonista de este cuento clásico se nos revela como un sujeto capaz
de subvertir el orden a través de la manipulación de los estereotipos.
Esta nueva Cenicienta parece alejarse del modelo del amor romántico de
origen cortesano, que sublimaba el amor carnal hasta convertirlo en un
sentimiento abstracto –con la idea del “príncipe azul”- que le otorga
al rol masculino el poder de ingreso al “orden”.
La
crítica hacia algunos estereotipos femeninos trasciende un posible
tono moralista y se asume más bien como un contradiscurso que
desestabiliza el modelo impuesto de “belleza femenina” para ofrecer
formas provocadoras y difíciles de clasificar en categorías
preestablecidas y tradicionales de “lo público” y “lo privado”, y al
mismo tiempo se produce un distanciamiento crítico de los esquemas
representacionales donde la sensualidad está “sugerida” para ser
“consumida” de manera pasiva.
Kuki
Benski se burla de los estereotipos de la cultura de masas y a la vez
intenta afectar el campo representacional del arte asociado a la
figura femenina en actitud “sumisa”. Esta estrategia de doble
direccionalidad que se expresa por medio de un cruce de géneros
discursivos, nos permite comprender que muchas artistas, y mujeres en
general, cada vez sienten menos prejuicios en definirse como sujetos
erógenos que reconocen los múltiples impulsos y conflictos que
representan sus deseos.
Notas
Betty Page fue famosa en el escenario del modelaje estadounidense
de los años cincuenta del siglo XX hasta que tuvo que abandonar su
carrera a los 34 años de edad debido a las condenas legales a la
pornografía ejercidas por las autoridades locales, en 1957. Su
figura quedó condenada al anonimato hasta que en los años 90 se
localizó públicamente su paradero. Como una mujer piadosa, Betty
Page reconoció que luego de su trabajo como modelo erótica, se
había dedicado a la enseñanza y la religión. La selección de este
ícono de la cultura de masas asociada a la pornografía puede
relacionarse con la necesidad de reflexionar sobre el rol que
ejercen los estereotipos en el imaginario social.
Según Fernando Mires: “La familia dejaba de ser así una unidad
simplemente biológica para pasar a constituirse en base de la
«sociedad». Patriarcalismo, modernidad y capitalismo son eslabones
de una sola cadena”. Cfr.
Fernando Mires (1998): El malestar en la barbarie. Erotismo y
cultura en la formación de la sociedad política, Caracas:
Nueva Sociedad, p. 108.
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