Aníbal Ortizpozo

Artista plástico chileno residente en Venezuela

ortizpozo@cantv.net

www.ortizpozo.com

Exposición Postales en Pomaire, Quito, presentada por el crítico Rodrigo Villacís Molina

17 de noviembre de 2005

NOTA DE PRENSA

El Crítico de arte ecuatoriano Rodrigo Villacís Molina presentó la exposición “POSTALES Desde la cuna del relámpago y del hombre” del creador chileno-venezolano, Aníbal Ortizpozo.

LA PINTURA DE ANÍBAL ORTIZPOZO

La Pomaire, que siempre ha oscilado entre las funciones de librería y galería de arte, acoge ahora las  postales del pintor chileno residente en Venezuela, Aníbal Ortizpozo. “Postales”  tanto por su pequeño formato, como  porque fueron pintadas durante el errabundaje del pintor por las aristas y depresiones de los Andes, como quien escribe unas tarjetas con destinatario desconocido, dando cuenta de lo que ve y de lo que siente en  el trayecto. 

Dice Ortizpozo que son postales “desde la cuna del relámpago y del hombre”, tomando el verso de Neruda que se refiere a Machu Picchu y aludiendo figuradamente a la ciudadela inca en sustitución de ese todo que fue el Tahuantinsuyo. 

Casi desde cuando se echó a andar, atraído por una irresistible vocación de viaje en los lejanos años 60, comenzó a llevar un registro de sus pasos y de sus visiones en letras y en imágenes. Boceto a boceto ha venido incrementándose esta suerte de bitácora, y esos bocetos han ido transformándose en estos cuadros que dan testimonio del paso del artista por esa geografía donde habitaban las antiguas culturas de este continente. 

Cultura cuyos vestigios humanos venera Aníbal Ortizpozo, como “patrimonio vivo” al que rinde culto con su obra, titulada por eso en quechua. 

En esta pequeña galería, que es casi una galería de bolsillo, Ortizpozo expone los cuadros que cupieron aquí, no más de 30. Acrílico sobre papel que se inscriben, muchos de ellos en el abstraccionismo, entendido como la exclusión de la figura; la misma que aparece en otros para subrayar el mensaje del cuadro. 

Personalmente me quedo con los abstractos, tendencia para la cual me parece que está más dotado este artista. Encuentro en ellos mucha fuerza, gracias a la solidez de la composición y a un refinado sentido del color, sobre  todo en la serie de las segmentaciones y en su magistral Yawar Fiesta. 

Pero este pintor ensaya también el ensamblaje, para potenciar el lenguaje plástico, y logra con este recurso obras muy meritorias. De modo que Ortizpozo se expresa en diferentes registros plásticos y en todos conjuga un oficio perfeccionado a lo largo de mucho tiempo, la sabiduría que, amén de sus estudios, le ha dado el contacto personal con los herederos de las antiguas culturas, y una preocupación social sincera y profunda. 

Por eso, la crítica no le ha regateado elogios a este artista que ahora nos visita con esta excelente muestra de “postales de la memoria” , y que extremando su generosidad, nos anuncia volver próximamente con otra exposición, pero a lo grande. Se halla él entre los pintores importantes de Venezuela, donde también ha dado a conocer, en el mundo académico, sus investigaciones y reflexiones sobre diversos temas relacionados con la cultura y la docencia.

De modo que tenemos con nosotros a una personalidad relevante, a quien saludo con afecto, y espero que esta exposición suya sea apreciada y valorada como se merece una obra de tan alta calidad.        

HABLA ORTIZPOZO

Por su parte, en el acto inaugural de su exposición “POSTALES Desde la cuna del relámpago y del hombre” que tuvo lugar en la Librería Galería Pomaire de Quito, el Profesor Ortizpozo agradeció las palabras de Pilar Bustos y Rodrigo Villacís y expresó que esta muestra dedicada a la nación Quechua del Tahuantinsuyo  también la hacía extensiva a  los grandes artistas ausentes en su retorno al Ecuador, después de 15 años, a quienes conoció y de quienes recibió apoyo para sus exposiciones como lo fueron Oswaldo Guayasamín, Eduardo Kingman y Araceli Gilbert.

Igualmente manifestó  su alegría por contar con el apoyo de su entrañable amiga la artista ecuatoriana Pilar Bustos, quien junto a Rodrigo Villacís presentó la muestra.

Expresó su emoción por haber sido testigo y compartido simbólicamente unas cuadras la marcha del pueblo indígena ecuatoriano por la calle Río Amazonas en su justa lucha contra el TLC, la empresa Oxy  y por una Asamblea  Constituyente que le permita al  país deslastrarse de la vieja politiquería y corruptela.

Agradeció la presencia de los diplomáticos Sra. Martha Perea, de la Embajada del Perú; Sr. Sebastián Labra Grez de la Embajada de Chile, Sr. Arturo Bada, de la Embajada de Cuba, Srta. Gipsy Gastello,  Sr. Gustavo Bastardo y  Sr. Ovidio Peña de la Embajada de Venezuela;  y destacó el apoyo solidario del Embajador de la República Bolivariana de Venezuela, Oscar Navas Tortolero.

Ortizpozo: POSTALES Desde la Cuna del Relámpago y del Hombre

El jueves 17 del presente quedó inaugurada la  Exposición de Pintura y Ensamblajes del artista chileno-venezolano Aníbal Ortizpozo.

El conjunto de 30 obras de pequeño formato es  parte de su bitácora de viajes es una selección de anotaciones pictóricas realizadas entre 1968 y 2005.

La poética de la obra incluye paisajes, arquitectura, objetos y personajes interpretaciones simbólicas de sus viajes a territorios andinos que en el pasado correspondieron al Tahuantinsuyo.

La muestra podrá ser visitada en  la Librería Galería Pomaire  ubicada en Av. Amazonas 863 y Veintimilla – Quito. 

Al respecto de esta propuesta creativa Ortizpozo ha  expresado:

“De niño, junto a mi padre con los arrieros de cabras  y ovejas, fuimos tras los abundantes pastizales de nuestra cordillera andina.

Por los caminos de sonoras  y cristalinas aguas del deshielo el frío viento compone su música ululante en riscos y quebradas,   por donde escapan veloces rebaños de guanacos.

Quenas, zampoñas y ocarinas, silbatos de barro y piedra entonaban sus cantos en las alturas rocosas de esa inmensidad.

De joven sediento de raíces partí desde el Valle del Limarí que habitaron Mollenses y Diaguitas. Atravesé desiertos y lagos salados, me detuve en San Pedro de Atacama y en Huatacondo para leer los signos sobre las piedras.

Descansé ahíto de dulces y fragantes frutas en el fértil valle de Azapa al interior de Arica 

En Tacna elaboré mi ruta para mi asedio al Cuzco y Machu Picchu. El viaje lo hice en destartalados camiones, vía Arequipa y de ahí en un “coche-motor” que pasó lentamente por Juliaca hacia Ayaviri.

Avancé fascinado con los descubrimientos de restos arqueológicos de nuestros antepasados andinos y sus restos humanos atravesados en el camino, que permanecían intactos sin ser momificados.

Machu Picchu me lo empezaba a imaginar tal como Neruda lo cantó.

Ya en la cuna del relámpago y del hombre, comencé tímidamente a realizar anotaciones en mi bitácora; dibujos y bocetos a color de ese ancestral mundo, que considero parte de mis raíces étnicas.

Sentí como si volvía a un espacio que antes había habitado, demasiado familiar, para estar en él por primera vez. 

Desde lo más alto del Wayna Picchu, con el corazón en la boca, observé las distintas zonas de la ciudadela.

Volví a leer el poema de Neruda “Alturas de Machu Picchu” y otros como “Oda heroica a  Machu Picchu” de Mario Florian y “Machu Pikchu”  de Kilku Warak´a, poetas peruanos publicados en la guía didáctica de la Universidad de San Pedro Abad del Cuzco, que cargaba en mi morral.

Allí permanecí más del tiempo permitido, en los días siguientes caminaba por Sacsayhuamán, Pisac, Ollantaytambo, recorrí la Sierra por más de dos meses, postergué mi regreso cuanto pude, hasta que un día cualquiera abordé en Puno un barquito que salió cerca de las doce de una noche fría y navegó sin apuros para arribar al amanecer a Huaqui, Bolivia.

Ese fue otro gran encuentro con los descendientes de los Aymaras y la cultura Kalassaya, donde me desaparecí a través de la Puerta del Sol.

A partir de ese primer viaje en 1968,  las buenas gentes, los sitios arqueológicos, la comida fragante a huacatay y rocoto,  el pisco, los grupos musicales autóctonos, han ejercido una mágica y reveladora atracción sobre mis sentimientos.

Y en cada viaje es igual.

El más reciente en diciembre y enero del 2003, mis pasos recorrieron desde la Reserva de Paracas hasta Trujillo, Chan Chan, las Huacas del Sol , de La Luna, del Arco Iris o Dragón y esa alta escala de la cultura prehispánica como son las Tumbas Reales  de Sipán en el Museo de Lambayeque.

Cada vez valoro más esas nuestras raíces indo americanas cuyo patrimonio  cultural mayor en Sudamérica se encuentra en los territorios de lo  que fue Tahuantinsuyu: Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, habiendo también vestigios de su existencia en el norte de Chile y Argentina.

He tenido una mirada amplia sin fronteras  sobre ese patrimonio cultural histórico de la humanidad, sin embargo más allá de la valoración del “objeto y sitio arqueológico” es imposible ignorar la realidad de los pobladores de los Andes Suramericanos.

Los rostros de la sierra andina, sus miradas, sus trajes típicos, me trajeron a José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru  y de cómo en su sentencia de muerte, estaba implícita la idea de borrar su cultura para imponer la del invasor, que hoy es la nuestra.

Surge un paradigma que es necesario romper; se refiere a los recursos económicos millonarios que se invierten en promoción turística, conservación de objetos y sitios arqueológicos.  

Mientras tanto, los herederos  legítimos de esas culturas, subsisten  en situación de “miseria crítica”.

Lo mismo sucede con la mayoría  de las quinientas etnias sobrevivientes en toda Latinoamérica.

Al parecer no se entiende que lo más importante es preservar el patrimonio cultural artístico vivo, “el ser humano”.

Fui tras las huellas de nuestros antepasados suramericanos, en las fundaciones de su origen. Hoy comparto esas vivencias a modo de “postales de la memoria” de un viajero enamorado de ese nuestro patrimonio de la humanidad, abrazando con ello a la nación Quechua, la del Tahuantinsuyu, hacedores de una de las más inmensas culturas planetarias, hoy repartida en varios países andinos.”