Fernando Lamberg

Poeta

fernandolamberg@cantv.net

Despertar

mayo de 2006

Día de agua, noche de agua, tormentosa aurora.

Junto al cuerpo comprado de una mujer medito

cómo la vida cae de la misma manera

que una gota, dejando crecer a la semilla

o destruyendo el germen.

Las obscuras cortinas del cómplice abandono

no dejan ver el día pero siento su látigo,

su bocina que gula los corceles del alba.

Amarga carne extraña, sin amor entregada,

delirio cuyos pies son hechos de moneda.

Acaricio esos brazos todavía dormidos;

contemplo a esa mujer que se ampara en el sueño.

¡Qué lejos el amor de manantial radiante,

el cabello que fuera como oro sobre el cielo!

Amada: si pronuncio tu nombre no es con ira,

es con dolor que ansia disolverse en la lluvia.

El territorio austral no me ha traído olvido;

las islas de sombría vegetación me hieren;

los canales arrastran agua desesperada.

Puerto Montt es la última fortaleza de tierra.

Más allá continúan estuarios y leyendas,

islas que se aniquilan hacia la noche antártica.

Mercenaria cadera: te acaricio sin prisa,

sin deseo después de la rabiosa noche.

El sueño te conquista

mientras afuera suena la advertencia del tren.

Las paredes poseen esa piedad cansada,

esos átomos sordos de obscura vestidura

y las pintadas flores desean un perfume

menos denso, una atmósfera de cálida blancura.

De igual modo deseo ver esa primavera,

esos días que hundieron su raíz en el estío,

estrechar las doradas manos sobre la hierba

y besar con pasión la asombrosa cadera.

Pero la lluvia sigue descargando su furia

y la mujer despierta. Sus ojos no contemplan nada

ni piden nada.