Andrés Bianque

Poeta chileno

andresbianque@hotmail.com

Océano. De Sirenas y Tritones

Poema homenaje a nuestros compañeros desaparecidos

2005 

Se repiten sus nombres en las olas azules del Tabo,

de Cartagena, del litoral central o Dique San Roque.

 

El Pacífico, como una gran hamaca verde los acuna

en su siesta de siglos perdidos

 

Una Mar de Plata se viste de luto por tí,

Con pañuelo en la mollera, vestida el alma

Roja y verde por los siglos de los siglos

Color jade es tu cuerpo que descansa en el mar.

Un sol marino, rojo y negro se repite en sus ojos

desgranados sobre la playa.

 

El mecer de las olas me abraza, sintiéndome lejano,

sintiendo que alguien falta.

Habría que ver cuantas estrellas brillan

en el fondo olvidado de cada océano.

Serían cientos teñidas de sangre, que bañan de dolor,

las sequedades del olvido.

 

Undívagos añares enterraron el pasado umbrío,

Creyendo que su recuerdo dormiría perpetuo en un fosal oscuro

Que la otra fauna abisal los borraría para siempre

 

Las gaviotas gritan sus nombres, aún cuando éstas duermen.

Nombres que se repiten en cada pez, en cada alga

donde todavía crecen sus cabellos,

En cada criatura que los vio hundirse hacia arriba, hacia lo infinito.

Hacia lo imperecedero, hacia lo perenne, hacia lo inmarcesible.

Inmarcesible.

 

El mar es el cielo, la tierra el infierno

 

Un delfín les canta al oído, creyendo que son niños perdidos

 

Sin embargo, sus dientes cuelgan en el cuello de alguna dama fina,

como un pecado eterno y nacarado.

La raíz de sus corazones se pudre en el pecho de los ¿valientes?,

De los adoradores de una extraña patria.

 

¿Qué dulces ostras adoptaron sus cuerpos rasgados?

Donde el llanto de sus madres mantiene con vida los mares del mundo

Madres que aún llaman a sus hijos en medio de la noche.

Bendito el piélago que los adoptó como si fueran sus hijos,

Perdonando toda ignominia pasada, todo oprobio presente

Las sirenas y los tritones existen. ¡Con nombre y apellido!

Pero tristemente, sin domicilio conocido.

Hay sal entre ustedes y yo, como decían los antiguos.

 

Me baño con sus lágrimas cada verano.

¿Filtro solar, de qué número?

Lo injusto debería quemarnos el alma.

 

Los abrieron como un costal viejo.

(¿Cuántas mariposas, habrán preñado el espacio,

aquellas tristes tardes?)

¡Que filudo puede ser el puñal de la ambición ¡

Que corta toda razón, toda humanidad.

 

Contemplo los roqueríos y me callo, me sorprendo.

Los veo jugar y conversar entre el vaivén de la espuma y los sargazos.

 

¡Yo pensé que estaban muertos ¡

¡Así es, hace tiempo lo estamos... Pero tu no.

Me callo nuevamente y mis ojos se hunden en el mar...

 

Un delfín les canta al oído creyendo que son niños perdidos.