Yolimar Correa

Estudiante universitaria

yolimarcorrea@gmail.com

Los rasgos colonialistas en la joven crítica de arte en Venezuela

8 de marzo de 2009

Recientemente la señorita Lisa Blackmore (estudiante inglesa radicada en Caracas) elaboró en su blog (http://lisablackmore.net/?p=679) una crítica, a partir de un reduccionismo político, sobre la exposición “Mujeres latinoamericanas” de la fotógrafa argentina Olga Morales, presentada en diciembre de 2008 en la Sala RG del Celarg (http://av.celarg.org.ve/OlgaMorales3/PortalOlgaMorales.htm).

Sin haberse informado sobre la posible curaduría de la muestra, Lisa Blackmore se enfocó en el texto de presentación, a cargo de José Leonardo Guaglianone (personal del área de Artes Visuales de la institución) para descalificar las imágenes así como el propio texto, por meros prejuicios políticos.  

Lisa Blackmore comienza su crítica señalando que “la muestra se auto-define como una tipología de la Mujer Latinoamericana” (en adelante las comillas citan las palabras textuales de Blackmore). Primer error, toda exposición es una mirada sobre la realidad (materialidad y simbólica) y por ello, no puede atribuírsele la condición de “autodefinición”, menos como tipología, si además este término no fue empleado de manera explícita como mecanismo descriptivo en ningún lugar.

La autora del texto cuestiona entonces que la muestra intenta encerrar tipológicamente las imágenes seleccionadas como la condición femenina latinoamericana (el rol de las mujeres en la región) cuando el título asume la caracterización en plural: mujeres, que simplemente fueron registradas por la fotógrafa como un segmento de una realidad más amplia y compleja (hay entonces carencia del análisis del discurso…).

Pero, ¿por qué este texto de Lisa Blackmore comienza así, aludiendo a la historia de la tipología fotográfica, con sus rasgos discriminatorios en el campo de la criminología? En primer lugar porque la señorita Blackmore quiere atribuirle a la fotografía política el deseo de estereotipar a los sujetos, como si respondiese a un programa ideológico que intenta “justificar discursos grandilocuentes” para así arremeter contra “la pluralidad y el mutuo respeto para las diversas ideas que pueda tener la humanidad”. Aquí la señorita Blackmore confunde el tocino con la velocidad porque la tipología etnográfica en la tradición de Lombroso no fue “grandilocuente”. Fue construida dentro de la disciplina médica y extendida hacia otros campos del saber científico con objetivos muy precisos de someter a ciertos grupos sociales (como los criminales, luego los locos, para continuar con las mujeres, los indígenas, etc.). Por otra parte, también quisiera aclararle que la humanidad a la cual hace referencia es una entelequia que se ha convertido en una caricatura moderna para continuar ejerciendo dominaciones colonialistas y así diluir las diferencias.

En resumen, a Blackmore le molesta que la muestra rescate el rol “activista” de algunas mujeres, de diferentes edades y lugares, aunque también se presentan otras actividades, como el puro goce (la niña nicaragüense o Nancy, amiga de la fotógrafa, disfrutando de un día de sol con un grupo de niños en Chichiriviche), que a ella le resultan “sentimentales imágenes sueltas” (entonces, ¿le molesta que se incluyan otras imágenes que no sean estrictamente políticas? ¿?).

Luego Blackmore continúa cuestionando la falta de “esteticidad” de las fotografías porque dice que: “no son buenas”, emitiendo así un juicio de calidad formal muy apegado al sistema valorativo canónico, e incluso reclama que las imágenes no se ajustan al concepto de Cartier-Bresson interpretado por Guaglianone en su presentación. Es decir, nosotros los latinoamericanos debemos ser estrictos en el uso de los conceptos acuñados por teóricos europeos (tenemos que hacer bien la tarea…). Pero ese reclamo ¿no forma parte de la tipología que el colonialismo europeo ha hecho de nosotros, como la cultura de la copia…? 

Por ultimo, y lo más lamentable en este texto de la señorita Blackmore es el siguiente comentario descalificador (en donde ella aplica su propia tipología):

“Como institución adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura el Celarg debe seguir las directrices de la misión Corazón Adentro – de llevar el arte al pueblo, de hacerla accesible”.

Es decir, se asume que la exposición de fotografías de Olga Morales representa un mecanismo ideologizante (llevarle cultura al pueblo). Pero inmediatamente Blackmore se contradice diciendo que el texto de sala (que es el mismo texto de presentación elaborado por Guaglianone) no emplea “un lenguaje accesible”. Imaginamos entonces que ese pueblo que defiende Blackmore de la ideologización es a la vez poco instruido y no puede comprender el análisis allí planteado sobre la transpolítica.

Como ejercicio crítico sobre fotografía latinoamericana, tal vez hubiese sido más feliz que la señorita Blackmore se hubiese enfocado en un análisis cultural (tal como describe en su blog) y no tan acotado en la visión modernista del arte, que le confiere a su perspectiva rasgos conservadores, reduccionistas y colonialistas.