Willy Aranguren Profesor Historia del Arte. UCLA. Crítico de Arte. AICA, Capítulo Venezolano |
El espíritu imaginario y creativo de Elsa Morales marzo de 2008 |
Conocí a Elsa Morales en el año 79 cuando ella visitaba la Galería de Arte Nacional (donde el suscrito laboraba), con quien fue su “descubridor” y protector de los primeros tiempos (1969), el amigo Francisco Da Antonio. Un libro de este autor, precisamente llamado El Arte Ingenuo en Venezuela, había aparecido en 1977 y me llamó la atención tres obras que expresaban imaginaciones diferentes, como en ámbitos inmensos, universales, íntimos o cotidianos. Había en esta publicación una obra titulada “El Cometa”, de una simpleza elemental, de universo hembra, de infinitud y precisión en cuanto a lo primogénito del dibujo, del color que siempre llamaba la atención. Porque esta obra poseía la síntesis de la creación, la sensualidad de la vida a partir de una especie de labios, como inicio de un eterno dador de vida... sensual y hasta erótico. La obra se recreaba y regocijaba en ella misma, se estacionaba, pero seguía el camino asignado, como cometa que correspondía a un estacionario galáctico. Luego otra obra “hablaba” de otras circunstancias de la vida y de la naturaleza sentida por la pintora, donde se podrían reunir la visión de un paisaje que a pesar de decir del urbanismo o de la intimidad de un balcón de flores vangonianas, expresaban ideas o aproximaciones a resoluciones de problemas eminentemente plásticos. O más que eso, plantearse la pintura como estados del alma exteriorizados, en tanto voluntad del color, de su poder por crear un acercamiento al paisaje que, paradójicamente, siendo de Caracas, podría ser siempre el espíritu poético y dulcemente “inquisidor” de Elsa. Una tercera obra, reproducida en el libro, “hablaba” de la aproximación a la intimidad de un apartamento con su cotidianidad: el baño, el bloque, el compartir el café y la conversación o los rostros inauditos de un diario quehacer que nunca reflejaron alienación en esa vida caraqueña. Elsa, intuitiva y dulcemente creativa Y en todas estas obras Elsa fue siempre intuitiva, dulcemente creativa pero sin un gesto deliberado, a nuestra manera de pensar, sino más bien libertaria, dibujando con el color o pintando con el dibujo, ambivalencia siempre presente en ella, admirable e investigable. Luego no hay referentes antecesores del arte de Elsa Morales, pero sobre todo por cuanto no se trató nunca de la mera pintura, sino que su vida abarcó el arte de manera sencilla y apoteósica, otra vez y siempre sin proponérselo, como quien cumple el mandato de “Ángel de Guarda de la humanidad”, con sus gestos, con su sentido de reconciliación a través del arte. Reconciliación con lo creativo, con la imaginación, con la manera de producir un poema para Aquíles Nazoa o para escribir un diario que podría referirse a la tormenta, a la noche, a la luz, al color irreverente o a un paisaje de nubes, como en esos casos para devolverle un sentido universal a una Caracas que podría ser enajenante, ya lejos de ser “la de los techos rojos”. Una visión particular de concebir el arte Intuyo que la capital fue la excusa para exteriorizar otro ámbito mucho más trascendente que la visión de una ciudad que si bien se mostraba enajenante, también en ella podría, de muchas maneras, percibirse la poesía, la idiosincracia benévola, los sueños, de forma tal que le devolvía a la vida, un sentido mucho más humano y colorístico, a pesar de ser un sitio eminentemente tropical y caribeño, pero ya por la vía de la espiritualidad, del color, siempre de la imaginación, nunca desprendido de lo cotidiano, donde obedecer a las formas como probablemente se hacía arte, desde el arte por el arte mismo no tendría razón de ser. No olvidemos además su cosmovisión central perteneciente a los Wayu, donde la naturaleza es amada, respetada y compartida y no rechazada o mancillada. Intuyo que más bien fue una artista adelantada. Y de verdad, por cuanto, como creadora auténtica, no podría obedecer Elsa a cánones de asuntos vistos, repetidos, o con el peso de la tradición, incluso ni de la modernidad o postmodernidad. Al contrario, y esto es fundamental, ella se adelantó de manera intuitiva, quizás sin querer al mundo de la postmodernidad, de lo postmoderno, de las posibilidades del arte desde condiciones que más bien fueron establecidas por la racionalidad, el intelecto, los conceptos que deseaban “desenrollarse” de las cargas clásicas, modernas, contemporáneas. Elsa obtuvo resultados extraordinarios, pero intuyo que no se los proponía sino que su naturaleza creadora, su forma de hacer arte la orientaban hacia ser una persona que buscaba más bien la apertura, la cuestión a contracorriente pero no para “llevar la contraria”, sino para expresar y guardar unas identidades profundas de la humanidad. Así como lo logró en la fabulosa vitrina, a la cual le adjudicáramos el Premio de Arte Popular, en el Primer Festival “Ciudad de Barquisimeto”, que organizáramos en 1991, premio de la Fundación Bigott donde fundía toda una serie de posibilidades. No intelectuales, del ready made, de los ex votos, de la cultura popular y de las cosas que se solían guardar en las vitrinas y escaparates puestos de moda en los años sesenta. Entonces de nuevo se trataba de una forma, intuitiva, poética, recalco, de aprehender la realidad y rebasarla, pero además de hacerla maleable, dinámica, comprensible, asimilable. Justamente esa realidad fue la que vimos el año pasado cuando la artista decide donar su obra, sus colecciones a la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado” (UCLA), enorme potencial creativo que abrigaba (y abriga) las posibilidades de el fervor antropológico, de la poesía, de la cotidianidad, recogida en la calle y transformada en asunto artístico, del arte reunido con la vida, como un solo ser. Ese día me obsequió una piececita pequeña, en un pedacito de madera que conservo en mi sala fervientemente. La UCLA tiene entre sus planes conformar el Museo Elsa Morales que se ubicaría en el centro de Barquisimeto, precisamente diagonal al Edificio Nacional, a una cuadra de la Plaza Bolívar, y en la casa donde estuvo la primera universidad de Barquisimeto en el Siglo XIX. Por todo ello, y muchas cosas más, Elsa permanece con nosotros, con su dulce manera de ser, con sus pinturas y objetos, con su forma de decirnos que los propósitos en este momento y en otros de vida, son siempre los mismos: hacer de ella un lugar para la poesía pues el hombre y la mujer no han venido a pecar, por efectos de manzanas y de serpientes, sino a morar en una noble morada que ella simplemente nos supo brindar. Permítanme entonces, desde mi rincón, aplaudir y celebrar el paso de esta extraordinaria mujer por estos predios finitos nuestros, ahora cuando nos ha dejado en su materia, mas no en su espíritu. Dios te reciba Elsa!
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