El historiador y crítico
de arte Simón Noriega es el autor de este emotivo libro, en el cual
combina lo marcadamente científico y riguroso, con los análisis certeros
y una magnífica escritura.
El tratamiento es histórico, sincrónico y diacrónico, dentro de las
ciencias sociales y de la historia del arte. Su lectura es fácil,
didáctica; su escritura se nos plantea holística, pero también en
detalle del acontecer plástico, con información precisa del quehacer
diario de aquellos años veinte, importantes para América Latina y para
Venezuela, por diversos acontecimientos.
Noriega se introduce entonces en el bosque, examina los árboles y
también observa a aquel desde las colinas, a la luz de la distancia,
para decirlo en términos metafóricos. El tema en concreto, como el
subtítulo lo indica, se refiere a las exposiciones y a la crítica que se
realizó en el país en los años veinte, para lo cual Noriega escribe
sobre la historia de las ideas y de los hechos relacionados con las
artes visuales específicamente, dentro de la cultura venezolana, con el
manejo de la literatura y de la hemerografía de aquellos tiempos.
Así Simón Noriega llega a examinar la posibilidad de una incipiente
crítica de arte un tanto más "científica", la ingerencia o influencia
del impresionismo europeo en el país, la relación intrínseca entre
literatura y arte, las vanguardias americanistas y venezolanas en boga,
el origen de un mercado del arte, entre otros temas. No se trata aquí de
elucubraciones simples o pareceres generados a partir de elementos
puntuales o aislados, sino que la investigación de Noriega hace un
recorrido, con visión crítica, de la cultura venezolana de la época, con
énfasis por supuesto en el campo de las artes visuales, de forma
dialéctica, no unidireccional, sino multidireccional y para ello se vale
del juicio valorativo de la época, del texto referencial, del examen del
pensamiento de los críticos e intelectuales de esa época como Fernando
Paz Castillo, Enrique y Julio Planchart, Rómulo Gallegos, el célebre
poeta mexicano José Juan Tablada, José Rafael Pocaterara, José Gil
Fortoul, Leoncio "Leo" Martínez, Mariano Picón Salas, todos y cada uno
de ellos de primera línea.
En cuanto a las obras precisas y a las exposiciones, Noriega, reivindica
la unión entre obra de arte y documentación, hace de estos elementos los
protagonistas de la investigación y de sus reflexiones. En este sentido
examina las exposiciones, los textos, las obras de artistas como Samys
Mutzner, Emilio Boggio y Nicolás Ferdinandov, una trilogía de
extranjeros verdaderamente influyentes en nuestro arte de aquel
entonces, sin olvidar el examen de los nativos Rafael Monasterios,
Armando Reverón, Manuel Cabré (quien por cierto llegó a escribir en
muchas oportunidades sobre arte, viviendo en Europa, por la década del
veinte), Antonio Alcántara, Antonio Fernández, incluso de unas damas
pintoras (recordemos lo pacata que fue la sociedad gomecista), de
Federico Brandt, también de la magnífica obra del Círculo de Bellas
Artes. Noriega argumenta en torno a lo relativo de los posibles
"atrasos" del arte venezolano, acerca de la aceptación del paisaje
vernáculo, de la mirada hacia el agro venezolano y expresa una verdad
contundente devenida de su investigación y reflexión: "Entre 1918 y
1923, se realiza un conjunto de exposiciones, cuya incidencia marcará el
comportamiento del venezolano frente a las artes visuales, especialmente
la pintura. Su extraordinario impacto en la crítica y el mercado de
ayer, y su determinante influencia en el gusto artístico de la época,
hacen de ella auténticas exposiciones históricas..." (p. 47). Por ello
recalcamos que el crítico e historiador toma partido del documento
visual, gráfico, escrito, ya alejado de posturas economicistas, para
hacer una historia de las ideas, estudiando sólo una década, estudios
parciales necesarios que por lo general no son frecuentes por cuanto, en
Venezuela, nos hemos dedicado mayormente a la visión global, a la visión
de un siglo o de una época, también al estudio biográfico de un artista
determinado. En este sentido Noriega es pionero, al lado de Juan Carlos
Palenzuela y de Federica Palomero en este tipo de estudio puntual.
En suma hay una serie de reflexiones y afirmaciones que deben hacerse,
luego de esta amena lectura, como el hecho de la importancia de la
crítica y de las exposiciones en esa época, la noción de tener un arte
merecido e innovador, a pesar del gomecismo; la mirada de los artistas
en ese entonces nacionalista, volcada hacia el paisaje vernáculo y hacia
asuntos eminentemente venezolanos, la comunión o hermandad vista entre
las artes visuales y la literatura, la interrelación entre el arte
nacional y el arte internacional, otro despertar por parte de los
artistas quienes pudieron deshacerse de más de cincuenta años de
tradiciones, para hacer otro tipo de arte o poseer otras motivaciones,
la "hiperactividad" relativa del arte de los años veinte, entre otros
asuntos.
Vale decir, por último que Simón Noriega es un acucioso investigador,
reconocido a nivel nacional e internacional, profesor titular de la
Universidad de los Andes, con doctorado en Historia del Arte Moderno,
obtenido en la Universidad de Roma. Entre otros títulos publicados, no
menos interesantes y reflexivos, se encuentran: la crítica de arte en
Venezuela, La Pintura de Héctor Poleo, El Realismo Social en Venezuela,
Historia del Arte (Problemas y Métodos), Ideas sobre el Arte en
Venezuela en el Siglo XIX.
* Simón Noriega. AL FILO DE LOS AÑOS 20 (Exposiciones y Crítica
de la Pintura en Venezuela). Mérida, Ediciones del Vicerrectorado
Académico, Universidad de los Andes, Mérida, 2002, ilustrado, 209 pp. |