José Leonardo Guaglianone

Investigador en artes visuales y artista de acción

joseleoguag@gmail.com

El happening como “forma informe”. De la teoría del caos al arte de acción

julio de 2005  

Para una exploración más acorde con las especificidades complejas y paradójicas de buena parte del llamado arte contemporáneo, se hace necesaria una consideración interdisciplinaria de la cultura y el arte posmodernos partiendo, en este caso, de la sustitución de ése término. Junto a la categorización dualista estético-científica de los fenómenos del vasto espectro de productos culturales en Occidente propia de la teoría del neobarroco de Omar Calabrese; de la cual partiremos.

Interesados aquí por las propuestas del happening, bastante adecuadas para la analogía del neobarroco, en las cuales puede detectarse una clara inestabilidad de su especificidad en tanto “disciplina” o “lenguaje” artístico; presentando, como sintaxis simbólica de la acción, existenciales cualidades formales surgidas a partir de las contingencias propias de la “obra no objetual” (el evento) y de su materia prima: las pautas de comportamiento y el contexto antropológico. Ampliando al campo corporal, espaciotemporal y fenomenológico la noción de “aura” artística (W. Benjamin) y su canon, desde las vanguardias históricas.

Lo que equivale a “inestabilidad” en el ámbito de lo artístico, si la entendemos a partir de la analogía con la cultura, planteada por Calabrese, con éste concepto proveniente de las geometrías catastróficas de las ciencias duras a partir del principio de incertidumbre (o azar) de la física cuántica (W. Heisenberg) por oposición a la física relativista (A. Einstein). Por otro lado, del bestiario de la cultura contemporánea el autor extrae las cualidades semióticas de los nuevos monstruos del imaginario actual que los hacen “formas informes” similares y comparables a las ciencias de la inestabilidad y el azar, en tanto producciones culturales de una época común. Sugerencia metafórica y flexible de una zeitgeist (“espíritu de los tiempos”) posmoderna, rebautizada neobarroca. Expresión ésta descriptiva de los fenómenos culturales a su vez interpretados a partir de la inestabilidad: una forma informe sería un ente o símbolo-arquetipo-estereotipo, un relato identitario, en permanente búsqueda de forma, o, en incapacidad para permanecer en una forma estable. Entenderemos entonces al happening, a partir de aquí, como una “forma informe”, además de precisar el término según la clasificación de Simón Marchán Fíz, quien deliberadamente deja de lado la palabra más equívoca y abusada de performance, al englobar bajo el de happening  (la categoría de origen anglosajón más cercana a la traducción castellana de “accionismo” o “situacionismo”, más incluyentes) tanto a las propuestas norteamericanas originalmente agrupadas bajo ese nombre, como al fluxus, el accionismo vienés y la escuela de la Libre Expresión, activas entre las décadas de los sesenta y setenta. Delimitación funcional que permite un panorama, no completo, pero si más abarcante de las manifestaciones históricas del arte de acción como disciplina artística heterodoxa del arte contemporáneo.

En lo particular nos remitiremos al caso, entendido entonces como subgénero del happening, del Accionismo de Viena. A cual se le identifica con una cualidad de inestabilidad no sólo desde el punto de vista formal en tanto arte de acción -ritualismo, corporalismo, escatolgía, obscenidad, automutilación-, sino también desde el punto de vista de los “contenidos” o la temática (pautas de comportamiento específicas) de preferencia dentro de aquel movimiento:

Muchas de estas experiencias manifiestan incluso semejanzas estructurales con el ritual: el acto se celebra con gran parsimonia tanto por los sacerdotes artísticos como por el devoto público. Ambos realizan acciones sustitutivas de sacrificios y víctimas, aunque las intenciones puedan ser distintas. Se han despertado prácticas rituales primitivas, aisladas y privadas de sus contextos de creencia y religiosos. En estas premisas se han apoyado tanto Lebel y otros miembros de la Libre Expresión como el Accionismo de Viena, forma ritual de acción que tiende a poner en evidencia el carácter anárquico de la vida y a liberar de la agresividad los impulsos inconscientes reprimidos. En todas estas obras se potencia el componente energético del happening, derivado de la irritación, provocación, sorpresa, shock, etc.1

Entendemos, en el caso del monstruo de Calabrese, una figuración cultural de las formas informes, que, a través de la semiótica y las maneras narrativas de expresión de los mass-media, se manifiestan de forma similar a las ciencias y también a ciertos productos del arte contemporáneo, como el que nos atañe. Considerando el origen matemático-geométrico de la noción de inestabilidad, y su ascendencia en la teoría del caos: “...los ámbitos científicos aquí examinados son asociables a los objetos culturales antes señalados por una especie de «semejanza» en la forma de su expresión conceptual”2.

Por su parte, el happening, como forma informe, hemos dicho que parte de su reconocida ambigüedad formal, que le otorga, a su vez, una especificidad paradójica, la cualidad camaleónica:

...existen también morfologías que propiamente no son formas, sino entidades en busca de su propia forma: las «formas informes». Estas poseen un estatuto muy especial: no están dotadas de ninguna estabilidad estructural, sino que asumen el aspecto de cualquier atrayente estable que aparezca en su campo de acción.3

Capaz de arrebatar apariencias y hacerlas propias (descripción desde el concepto de forma informe), el happening bebe de dos fuentes fundamentales que determinan la coyuntura propia del evento único, la presentación o realización espaciotemporal de las obras de acción, junto con su interpretación simbólico-cultural. Acción, reacción.

Por un lado, como materia prima fundamental del trabajo en la obra happening: los comportamientos y su estudio. El uso, metamorfosis y recontextualización de pautas de comportamiento o conductas simbólicamente restauradas:

Así pues, cualquier cosa, objeto, fragmento o momento de una acción puede devenir material a configurar. Y aquí se ve proclamada la tesis de la realidad declarada arte y una tendencia a evitar todo medio artístico tradicional con la intención de desarrollar un nuevo lenguaje con sus propias peculiaridades...4 

Por otro lado, la fuente complementaria fundamental de su condición interdisciplinaria (es decir, fuentes estéticas, formales, o temáticas procedentes de disciplinas diferentes) en la obra de happening es la propia historia del arte y de la cultura culta: períodos, estilos, fetiches y revivals como recursos. Recordemos la “cita posmoderna”5. También del campo cultural popular y del campo cultural masivo. Así como las posibilidades transdisciplinarias eventuales de las diferentes disciplinas artísticas involucradas en este lenguaje (teatro, música, video, danza, plástica) formas mediales que la “mancha voraz“ del arte de acción, performance artística o happening absorbe y asume como propias, para luego volver a cambiar de forma.

Al respecto comenta Marchán Fiz:

Su estructura general es un «medio mezclado» (mixed-media), una síntesis interdisciplinaria de configuración espacial «ambiental», arte objetual, sonido, proyecciones fílmicas o diapositivas, teatro, acción, etc. Como ha señalado con razón J. Claus es el punto de intersección de tres medios: plástico-visual, musical y teatral...6

Por una parte tenemos un origen o digamos una continuación de la tradición compositiva o del principio del collage. Tal principio de composición le otorga al happening cualidades de forma informe en la medida en que este se declara un “acontecimiento artístico”, una expresión espaciotemporal incuantificable en tanto experiencia social y existencial, pero sí teóricamente aprehensible por métodos como los de la hermenéutica, la fenomenología y la antropología, ésta última, específicamente  por medio de los conceptos de “ritual”, “trance” y “pensamiento mítico” (episteme emic). Más bien que por su documentación, en tanto que nuevo fetiche legitimador de la historiografía contemporánea del arte.

El principio de collage que permite el nombramiento, vía la acción, del acontecimiento artístico, se refiere a un concepto amplio de collage como posibilidad compositiva más que como un mero recurso técnico, además, continuador de una genealogía de estructuras compositivas, o sintácticas:

...aunque es precipitado hablar de un desarrollo rectilíneo y, sobre todo, causal (collage-assemblage-ambiente-happening), es indudable que se inserta en una tradición de acontecimientos que recurren a los procesos composicionales del collage. Naturalmente no se trata del «collage» como técnica limitada, sino en el sentido amplio explicado, referido tanto a fragmentos u objetos de la realidad natural o artificial como a acciones o personas.7

Ahora bien, la forma informe del happening se estructura socialmente y simbólicamente, por un lado, en su manifestación del Accionismo de Viena, crítico de la sociedad burguesa y de la guerra fría por tradición neodadá, contemporánea de la Internacional Situacionista y el situacionismo vinculado a la revolución (o potlatch) de 1968 en París, que buscaba en la inmaterialidad de la acción efímera la imposibilidad de mercantilización, la imposibilidad previa de que la “obra” pueda ser asimilada por el sistema del arte oficial, su fugacidad formal la hacía de pronto fenecimiento y de complicada reconstrucción, sacralizando la vida cotidiana con la explosión y socialización del “aura”, –antes sólo objetual– de lo artístico (como Helio Oiticica).

Por otro lado, la cualidad de la “estructura” formal (si intentásemos hacernos una idea de “soporte” en el arte de acción) parece ser irremediablemente abierta, cualitativa, indisciplinada, como la geometría de las catástrofes que nos lleva a describirle de forma informe. Una forma informe, por definición, imposible de/para musear:

La estructura abierta, indeterminada y espacio-temporal denuncia su inadecuación al marco clásico de las instituciones culturales, galería o museo. El happening ha sido otro de los intentos de romper con la mercantilización del producto artístico aislado, con el privilegio indiscriminado de especular con el valor de cambio.8

Continúa Marchán Fiz con respecto a la especificidad de “producción” del happening:

Por lo que afecta a su estructura es una forma abierta, sin un comienzo, un medio y un final estructurados. Para Vostell no existe una determinación, pero puede hacerse un plan, seguirse ideas que pueden ser vivenciadas por el público e incluso realizar un esbozo tipográfico del ambiente, un psicodrama. De este modo se prepararía una especie de guión, donde se formularía la idea de la acción, pero cuyos detalles quedarían reservados a la evolución ulterior.9 

Por otro lado, este “ver qué sucede” o “lanzar de dados” (F. Nietzsche) en el momento de la presentación del evento invita a pensar en elementos de azar y metamorfosis en el sentido de Calabrese, en la indeterminación (¿sinónimo formal de inestabilidad?) de una sintaxis performática del instante fugitivo que se metamorfosea permanentemente en el espacio-tiempo en el que se desenvuelve la propuesta. Sería ésta la otra vertiente de los políticos objetivos neodadaístas y conceptualistas en la constitución misma del happening como lenguaje artístico: el interés casi Zen por el evento indeterminado y su simbología, que le desvincula ya completamente de las artes escénicas a partir de un concepto de composición.

La composición, pues, depende de los materiales y en realidad apenas se distingue de ellos; sus asociaciones y significados engendran las relaciones del happening. En el espíritu dadaísta, las transformaciones se llevan a cabo mediante el cambio, la yuxtaposición y el azar, a través del espacio y del tiempo.10

Cambio o intervención ritualizada de situaciones cotidianas, pues, yuxtaposición y recontextualización –planificada o no- de conductas y gestos; luego, despliegue del azar en el aquí-y-ahora del vértigo informe del evento creativamente trascendentalizado; que se declara, vía la solemnidad del ritual y de los aparatos culturales visibilizadores y legitimadores, como un acontecimiento artístico vivencial, una experiencia (operare) de arte no objetual, un arte de-sde la acción, un arte efímero y conceptualista.

Notas

1 MARCHÁN FÍZ, Simón: Del arte objetual al arte de concepto, p. 244.

2 CALABRESE, Omar: La era neobarroca, p. 126.

3 Ibidem, p. 129.

4 MARCHÁN FÍZ, Simón: Del arte objetual al arte de concepto, p. 236.

5 CALABRESE, Omar: La era neobarroca. Véase en el capítulo “Distorsión y perversión” el subcapítulo “La cita «neobarroca»”.

6 MARCHÁN FÍZ, Simón: Del arte objetual al arte de concepto, p. 235.

7 Ibidem, p. 233.

8 Ibidem, p. 237.

9 Ibidem, p. 236.

10 Ibidem, p. 237.

Bibliografía

CALABRESE, Omar: La era neobarroca, Madrid, Cátedra, 1999. 

MARCHÁN FIZ, Simón: Del arte objetual al arte de concepto, Madrid, Alberto Corazón Editor, 1974.