Carmen Hernández

Curadora y crítica de arte

carmenhernandezm@gmail.com

El artista frente a la lógica del mercado: ¿negociación subversiva o un nuevo corporativismo?  

enero de 2009

En momentos en que el tema de actualidad es la crisis financiera mundial, el mercado internacional del arte muestra uno de sus fenómenos más controversiales. A mediados de septiembre de 2008 el artista inglés Damien Hirst subastó en Londres, sin intermediarios y con el apoyo de Sotheby’s, un número importante de sus trabajos (223) realizados entre 2006 y 2008, logrando reunir un total de 140 millones de euros. Sobre esta estrategia, Hirst ha señalado: “Es una forma democrática de vender arte y supone la evolución natural del arte contemporáneo. Aunque se corren ciertos riesgos, acepto el reto de vender mi obra de esta manera, aunque no quiero parar de trabajar con mis galerías. Esto es diferente. El mundo está cambiando y por eso necesito ver dónde me lleva este camino”[1].

Si se toma en cuenta que muchas propuestas de Hirst representan un reto para el arte como mecanismo de trascendencia (animales disecados en formol), cabe preguntarse por el interés que podría impulsar a los coleccionistas a adquirir este tipo de obras. Retomando las reflexiones de Néstor García Canclini sobre el “predominio de lo mercantil sobre lo estético”[2], podría suponerse que estas obras de Hirst son mayormente apreciadas como inversión aunque por ello, no estarían despojadas de su sentido aurático como “objetos de “prestigio”. Hoy en día el valor de cambio, el valor de cambio/signo y el valor de uso se presentan imbricados y lo que generalmente se entiende por “mercancía”, no carece de una connotación simbólica, motivo por el cual, hasta la producción artística más desafiante de los modelos hegemónicos establecidos, representa una forma de estatus.

El resultado exitoso en lo económico de esta singular subasta confirma que las características problematizadoras de algunas  prácticas artísticas son evaluadas actualmente como signos potencialmente mercadeables, pues Hirst está insertando en el mercado “productos" que no ceden a la lógica acumulativa y más bien se concentran en acentuar la capacidad discursiva, debilitando así el sentido de “utilidad” predominante como criterio para justificar y legitimar la inversión social. En el campo del arte es donde más se evidencia la “no funcionalidad” de los objetos porque quedan investidos por la lógica jerárquica del sistema moderno del arte que exige una disposición estética. Son los sujetos quienes determinan los valores como dimensión representacional de sí mismos en un juego de jerarquización previamente fijado y que se pone en disposición de lucha en el intercambio simbólico.

Esta “travesura” de Hirst despierta interrogantes sobre el rol del arte contemporáneo. ¿Será que la figura del artista está recuperando su rol problematizador frente a las estructuras establecidas por el mercado o, por el contrario, se asimila como una corporación, sobre todo cuando cuenta con un grupo numeroso de asistentes en la realización y circulación de sus piezas? Aunque es prematuro ofrecer lecturas críticas de este proceso, es necesario reconocer que uno de los roles importantes de la producción artística hoy en día es estimular negociaciones con la institucionalidad del arte en general, incluyendo el mercado, como formas de llamar la atención sobre el quiebre de los modelos ya establecidos.

Damien Hirst junto a su obra The golden calf (El ternero dorado), constituida por un ternero conservado en formol, dentro de urna de cristal y acero inoxidable. Su cabeza aparece coronada con un disco de oro. Sus pezuñas y cuernos también están realizados en oro. Esta pieza está avaluada entre 10 y 12 millones de euros.


Notas

[1] Madueño, Magdalena. 2008. “Damien Hirst subasta en Sotheby's”, en: Ars Operandi, http://arsoperandi.blogspot.com/2008/06/damien-hirst-subasta-en-sothebys.html, Consulta: 29/10/2008.

[2] García Canclini, Néstor. 2004. Diferentes, desiguales y desconectados, Barcelona: Editorial Gedisa, p. 41.