Joaquín López Mujica

Filósofo y músico

j.lopezmujica@laposte.net

Teoría del arte y problemas contemporáneos         

marzo de 2004

Al asumir el abordaje de estos temas de la cultura y expresión artística, manejamos dos concepciones antagónicas respecto del arte. Una consideración en amplio sentido, nos lleva a sostener que el arte siempre ha existido, como expresión creativa, al constatar y valorar el contenido programático de la invención figurativa, por ejemplo de las cuevas del Norte de España, del Sur de Francia o la manufactura de objetos y construcciones devocionales presentes entre los Indios de América, como manifestaciones de la nobleza de los pueblos originarios.

Es que al destacar el esfuerzo humano, como la unidad de la creación espiritual de la humanidad, tal como expresan los historiadores de la filosofía o de la religión, la antropología cultural, como Cappelletti, Dumézil, Frazer, Eliade, Campbell y Levi- Strauss, o Alcina Franz, respectivamente implica detenernos a considerar las primeras construcciones discursivas, sin complejos y prejuicios del academicismo exclusionista sino  desde la perspectiva del pensamiento mítico, podemos sostener que siempre ha existido una modelación de aquello considerado “irreductible” a la existencia humana , en el sentido de la acción de “configurar” (del Latín: configurare).

Lo anterior es sostenible, si nos apoyamos, en los planteamientos de la antropología filosófica, de autores como Cassirer, Gusdorf o Radin, debido a que partimos de la hipótesis de que existió un “instante provisional” en el cual el hombre, considerado en sentido genérico, al “situarse” -en la perspectiva de Hegel-, ante el universo, alcanzó una “orientación”, pero que al separarse del mundo externo, logró “distinguir”, “valorar”, “significar”, y sobre todo “construir” un único sentido como expresa Levi-Strauss, [1] la forma exterior de un cuerpo, un cosmos, es decir realizó una acción de configuración (del Latín configuratio)  al estructurar y conformar modelos y tomar posesión de ellos.

En efecto, al considerar el arte en un sentido restringido, en un nivel de abstracción, como ejercicio del pensamiento para el análisis, nos apegamos a  una noción de orden (del Latín ordo), mas propiamente de “orden inteligible” sería una primera aproximación, a un universo inmenso de creaciones del espíritu, valores consagrados, imágenes de la trascendencia,  es inevitable aquí la acepción platónica del término, entendiendo que el hombre hizo un esfuerzo por realizar “una disposición metódica de las cosas”, para lograr la hipóstasis, la suspensión, la otra realidad, la segunda naturaleza.

Alejados pues de concepciones lineales eurocentristas, de cánones hegemónicos, nombres famosos, de la engañosa oferta del gusto, la moda neoliberal del arte como épocas de obras maestras, esplendor y estilos inigualables, distanciados  de la parálisis del intelecto que significa la noción de “clásico”, puede abrirse históricamente, una nueva noción de arte,  solo  desde el punto de vista de una filosofía de los valores, tan ausente en estos tiempos de globalización unidimensional [2].

Tomando las distancias, sostenemos sin embargo que, el historiador del arte Ernest Gombrich [3] , es de alguna manera el precursor de lo que el denomina, el  terreno de la necesidad la “nueva mirada”. Atendiendo a que el arte como sistema, con obras con una coherencia interna, (noción de estructura, que probablemente toma de Aristóteles a través de K. Popper) en tanto a lenguaje, como en significado social, abre la posibilidad de entender las obras llamadas “originales o de autor” como una imbricación de factores internos o singulares como los factores externos o históricos.

Paradójica y contradictoriamente, coinciden en el arte los polos de una antinomia, por una parte la intención del artista, la obra inserta “en sí” en un conjunto de condicionamientos, pero a su vez la relación de esta obra con otra, operando los principios de identidad o diferencia.

Tales relaciones e incluso diferencias, no se expresan en el acontecimiento histórico de manera mecánica, lineal o acumulativa, no operan en el sentido del progreso material o tecnológico, como se les ha querido leer desde la contemporaneidad opresiva y reductora.

Lejos de un culto al individualismo, que como anti-valor impone la globalización neoliberal del presente, el arte es la invitación y constatación en el plano ético de lo que somos capaces  de lograr y lo que somos capaces, siguiendo a Gombrich, cuando observa el progreso de la subjetividad en el arte de “experimentar este sentido de liberación”.

Notas:

[1] Claude Lévi-Strauss: Arte, lenguaje, etnología (Entrevista). Edit. Siglo XXI: “No puede o no quiere reproducir íntegramente su modelo y entonces, se ve obligado a significarlo. En vez de ser representativo, el arte se presenta como sistema de signos.” Pag.54

[2] Se expresa una acepción de la globalización diferente a la utilizada por, Amin o  Stiglipz, Otto Boye, nos recuerda a Marcuse y su obra clásica del pensamiento social “El Hombre Unidimensional”(Ver:  Soto: Integración Latinoamericana ¿respuesta a una globalización unidimensional?.Revista Capítulos. Sela Nro. 58 Enero-Abril 2000.

[3] Una obra fundamental para  la consideración de estos temas es Historia del Arte de E. Gombrich, Ediciones Garriga, S.A. Barcelona 1975.