Carmen Hernández

Curadora y crítica de arte

carmenhernandezm@gmail.com

La "Megaexposición": un reto de largo aliento         

marzo de 2004

 

 

 

 

 

 

 

Javier Téllez, La extracción de la piedra de la locura, 1996 © Orlando D'Elia

Sara Maneiro, De la serie 27 F, 1993 © Sara Maneiro

 

Daniela Lovera y Juan Nascimento, Jesus Christ Superstar, 1999 © Lovera/Nascimento

Un proyecto de amplia magnitud como la muestra Arte venezolano del siglo XX. La megaexposición, merece hacer unas reflexiones. Tal vez se debería comenzar por reconocer sus virtudes y una de las más significativas es que ha quedado abierta la posibilidad de mirar retrospectivamente de manera desprejuiciada la producción artística visual a partir de una conciencia emergente que comienza a reconocer que la historia del arte nacional es una construcción hegemónica que se ha sostenido sobre la idea de una posible evolución iconográfica. La reunión simultánea de tantas y diversas soluciones plásticas en diferentes instituciones culturales del país debería despertar el interés en un futuro no muy lejano, de continuar ejerciendo revisiones sobre los parámetros con los cuales se ha valorado lo artístico en la institucionalidad local, lo cual se expresa incluso en la constitución de los modelos de coleccionismo.

A partir del esfuerzo realizado por un conjunto heterogéneo de curadores (o investigadores de arte) se ha logrado convocar a un gran número de obras, muchas conocidas e incluso “canonizadas” dentro de la historia del arte nacional, pero también se han podido apreciar otras que han contado con un reconocimiento menor pero que ponen en dudas ciertas “verdades”, como la lucha entre “figuración” y “abstracción” que comenzó a perfilar –y a polarizar- el campo artístico desde los años 60 del siglo XX. ¿Será realmente cierto que el arte nacional transitó un recorrido paulatino hacia la depuración de las formas con la finalidad de minimizar lo “anecdótico”? Con la puesta en escena de este proyecto deberíamos reflexionar sobre el hecho que estas nociones han reducido la posibilidad de incorporar a muchas obras en un diálogo fructífero sobre la realidad visual. Y aunque podamos reconocer que en esta exposición finalmente se cometieron omisiones por diferentes causas, incluso involuntarias (porque todo proyecto  es solamente un ”corte” de una realidad mayor), deberíamos comprender que este esfuerzo nos enseña a reconocer la coexistencia de realidades temporales diversas incluso en un mismo periodo. Si se hace un recorrido por las diferentes décadas es posible observar que en todo momento las soluciones emergentes cohabitan con propuestas residuales y con otras más próximas a los modelos hegemónicos y ampliamente aceptados por el mercado simbólico. Por ejemplo, hoy en día se conservan vigentes operaciones constructivistas; pero no siempre vinculadas al espíritu moderno optimista de la renovación de las formas. La herencia del constructivismo como la retícula y la serialización ha sido desconstruida de múltiples maneras para dar cabida a reflexiones que van más allá del campo específicamente perceptual. Es posible que lo constructivo forme parte de una operación estructural que articula otras narrativas, y actúa entonces como recurso para reflexionar sobre diferentes niveles de representación de la modernidad, lo nacional, lo individual, lo ambiental, lo corporal, lo trivial del mundo cotidiano, en fin, sobre muchos de esos problemas que fueron catalogados como “anecdóticos”. Esto no significa que nuestros artistas “despertaron” de repente ante una realidad desbordante, sino que la visión hegemónica del arte, instaurada sobre principios historiográficos muy precisos, no permitía ampliar la perspectiva de análisis para incorporar a muchos planteamientos ubicables fuera de la norma.

Cabe preguntarse entonces si más allá de estudiar las obras como discursividades autónomas y válidas en sí mismas, no se deberían abordar los procesos de creación con sus contradicciones. ¿No forma parte del estudio del arte la revisión del papel de los espacios alternativos con sus claras orientaciones de renovación o beligerancia política como ocurrió con la Galería Viva México, activa en los años 70 y 80?  ¿Y no deberían también abordarse las innovaciones, propuestas efímeras y conflictividades en el seno de las escuelas de arte?

Este proyecto expositivo que ahora clausura anuncia un reto de largo aliento para todos quienes nos interesamos en el estudio del arte como un campo simbólico complejo y atento a una realidad sociocultural que entrama luchas por el poder interpretativo y entre las primeras tareas a asumir, se encuentra la revisión de las herramientas teóricas con las cuales se han otorgado clasificaciones y calificaciones que determinan lugares de poder y privilegio.