Aníbal Ortizpozo Profesor y artista plástico |
Eruditos, curadurías y otras mentiras o, la basurita debajo de la alfombra
(Síntesis actualizada especial para Debate Cultural)
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Hoy
para nadie es un misterio ni siquiera se duda al afirmar, que la historia
del arte y la cultura venezolana, como toda historia oficial, está hecha
de mezquindades y exclusiones; apoyada en una crítica complaciente y
mercadeada por el poder económico de una clase adinerada con escasa
educación artística y snob , que embriagada de poder se dedicó a
halagar, comprar y seducir a los artistas e intelectuales, donde aún los
más rebeldes y sus lenguajes llamados "subversivos" cedieron a
la tentación del poder y del mercado. En
esta historia todos somos co-responsables en mayor o menor grado desde el
poder del funcionario estatal o desde el poder económico empresarial.
Algunos en participación abierta y descarada y otros que se transformaron
en cómplices guardando silencio ante hechos denigrantes. Muchos vivimos
la contradicción de participar en eventos que en principio nos parecieron
correctos, para darnos cuenta después de la manipulación
y de los de intereses extra-artísticos que ocultaban.
Frente
a la Historia Oficial del arte y la cultura venezolana, está la otra
Historia, la paralela, la underground, la desconocida y enmarañada
en el borrón histórico, esa es la que se mantiene oculta en el campo
virgen de la investigación artística que debemos impulsar y profundizar
sin prejuicios políticos ni estéticos, para poner las cosas en su justo
lugar. Apoyada
en tres cariátides como lo fueron Mariano Picón Salas, Arturo Uslar
Pietri y Miguel Otero Silva, la Cultura y el Arte venezolano
se enrumbaron por el consumo artístico cultural
internacional-snob y bajo el slogan "París bien vale una
Misa", privilegiaron y acudieron a culturizarse en los grandes
centros de la cultura universal, establecidos en París, Madrid, Nueva
York. Aquí vale la pena preguntarse: sobre algunos escritos que
intentaron desmontar el discurso de la cultura oficial, por ejemplo: el
libro Uslar Pietri, Cultura y Dependencia del escritor Mario
Szichman. Es necesario leerlo o releerlo hoy, para la comprensión de la
conformación de nuestra verdadera historia cultural. Adelantados
de todas las nacionalidades introdujeron a la gran ceremonia de iniciación
a talentos criollos, quienes adulados por una crítica complaciente se
hicieron maestros nacionales a temprana edad, serán los mismos a que se
refiere el escritor Mario Szichman en otro libro de su autoría Miguel
Otero Silva. Antología de una generación frustrada, cuyos análisis
siguen vigentes para el debate que debe darse en estos tiempos. Siguiendo
con las lecturas, una enorme responsabilidad tuvo en la construcción de
la historia oficial del arte y la cultura venezolana, y especialmente en
su comercio, el Sr. Alfredo Boulton, cuyos escritos influyeron en las
"no originales" plumas de otros críticos más jóvenes. Basta
analizar sus textos con sentido común y comprobaremos la mil veces
contada historia mentirosa de Armando Reverón y su cliché de
"solitario loco". Hoy se devela la explotación incruenta de que
fue objeto y las jugosas ganancias que sus colecciones y falsificaciones
dejan a quien las posee. En
los años 70 y 80 lo que Juan Calzadilla llamó "vanguardia crítica"
se concentró en los dibujantes y gráficos quienes convocaron a la
inteligencia sensible del país, la que se dio cita en pequeñas galerías
como la del Techo de la Ballena, la Viva México, La Trinchera y
la Cruz del Sur, para citar sólo algunas. Parte la producción artístico-plástica
de esos tiempos la podemos encontrar en libros como Tiempo y espacio
del dibujo en Venezuela de Juan Calzadilla, El Dibujo en Venezuela.
Estudio y Antología de Textos de Roldán Esteva-Grillet, y en algunos
escritos de Roberto Guevara. Ediciones limitadas, desconocidas, que no
trascendieron al conocimiento y memoria del país. Muchas acciones como Fragmentos
de la memoria erótica de Venezuela y su producto expositivo-gráfico El
paquete erótico, que convocó a más de un centenar de artistas
liderizados por Víctor Hugo Irazábal, también pasó a la historia sin
pena ni gloria. Igualmente los videos de ese gran artista del performance
que fue Juan Loyola. Es necesario decir que para ese tiempo ya la élite
artística se reagrupaba hacia objetivos comerciales y de poder. El arte
político crítico que subsistía en las llamadas vanguardias, les era incómodo.
El respaldo vino del exterior, neoliberalismo, postmodernidad,
transvanguardia (o por lo menos la asimilación formal de movimientos artísticos
foráneos) y su eco en Venezuela se desarrolló
como alternativa. Fue en la Galería Sotavento donde aprendieron su
negocio Ruth Auerbach y Zuleiva Vivas, bajo la tutela de la señora Sofía
Imber lo hizo María Luz Cárdenas y en la Sala Mendoza, Axel Stein y
Ariel Jiménez (hijo pródigo de
Sofía Imber). Personajes todos afables,
educados, contra quienes no tengo nada personal. Ellos hicieron lo posible
por borrar, al menos en la programación y selección de obras, toda la
producción simbólica-artística de los años 70 y 80, enarbolando las
banderas de la "libertad creadora". Pero al menos en una
entrevista publicada en El Nacional fueron desenmascarados por María
Elena Ramos -que a pesar de no dar nombres, todos sabíamos hacia dónde
apuntaba sus baterías- cuando expresó: "Hay críticos y promotores
que arman arbitrariamente estilos; hay fabricantes de modas del mercado
que liderizan tendencias a veces totalmente artificiosas; hay maestros
mediocres que liderizan seguidores a su imagen y semejanza; hay artistas
"maduros" que
liderizan de modo vertical y tiránico a grupos de jóvenes
creadores". Sin embargo, a pesar de la conciencia de algunos, nada
detuvo la fiebre instaladora que surgió como una moda epidémica en
Venezuela, especialmente entre los jóvenes -aunque también ha influido a
otros menos jóvenes- con una producción subsidiada por las empresas,
manipulada por curadores quienes han estimulado soluciones plásticas de
obras asimiladas formalmente de catálogos de la Bienal de São Paulo o de
Venecia, bajo el dogma del arte conceptual que sostiene que "el arte
es idea". También
surgieron las FIAs como el mayor ejemplo de un mercado persa de las artes
o convención de galeristas tratando de vender o intercambiar lo más
comercial y exitoso, eso sí, en pequeño formato exigido a los artistas,
que les llevó a producir algo parecido a pequeñas maquetas mediocres de
sus mejores obras de gran escala. Es en este mismo tiempo donde alcanza su
mayor producción una crítica artística aún más complaciente y de
doble moral cuando el crítico escribe y al mismo tiempo es vendedor del
artista a quien elogia y lo incluye en Bienales por invitación. Pérez
Oramas ignora, al igual que Félix Suazo y Marian Caballero, lo vinculante
de la ideología del Techo de la Ballena con el Congreso Cultural de
Cabimas cuyas propuestas están inscritas en los llamados "lenguajes
de la subversión del arte venezolano", que aún hoy tienen vigencia.
Cuando dice que el Techo de la Ballena fracasó. Seguramente se refiere a
alguna actitud individual de sus participantes que sin principios sólidos
que sostener, que no fueran el protagonismo personal, saltaron la
talanquera, o más bien saltaron del "Techo de la Ballena” a “La
República del Este". A
lo largo de esta historia oficial es común acceder a la lectura de textos
diletantes del Arte Plástico Venezolano donde no se encuentra referencias
a ignominiosas exclusiones. Por ejemplo, en la exposición El Techo de la
Ballena en la GAN, se ha excluido y se lo sigue haciendo
a uno de los miembros más lúcidos y talentosos miembros del Techo
de la Ballena como lo fue Dámaso Ogaz. También fue totalmente ignorado
en la revisión de los años 60 realizada por Federica Palomero en la
exposición por ella curada: La década prodigiosa, presentada en
el Museo de Bellas Artes, en julio de 1995. ¿Saben estos curadores que Dámaso
Ogaz es considerado en Francia e Italia, donde editó poemas y poesía
visual, uno de los padres del "Mail Art"?. Para Dámaso el
fracaso del Techo de la Ballena no podría haber existido cuando afirma
que: "el Arte es ilegal", no oficial. El excluido Dámaso Ogaz
murió solo sin recursos económicos, enfermo como un caminante lúcido
entre Valera y Barquisimeto, pregunto: ¿se le excluye por ignorancia o
por mezquindad? La
mayoría de los creadores estamos llenos de experiencias en pos de la
libertad creadora y de que se nos respete el derecho a expresarnos, a
exhibir nuestras obras y ser diferentes. En la otra historia, la que nos
entristece y que desconoce el pequeño "grupo de poder oficial"
que decide sobre el arte, están los recuerdos. Personalmente pienso en
los desayunos criollos en el taller de ese hombre afable que fue César
Rengifo. Allí emergían conversaciones sobre los sueños de justicia
social, nuestras derrotas y por sobre todo, las experiencias
latinoamericanas del Teatro de la Calle. Rengifo hablaba con orgullo y
principios de su negativa ante los halagos del poder. Me enteré de su
propia boca que jamás aceptó ni aceptaría una condecoración de
Gobierno alguno. Qué tristeza, al encontrarlo después de muerto, su cadáver
en la Galería de Arte Nacional de donde estaba excluido de por vida, con
una condecoración post-mortem clavada en su pecho, mientras el Presidente
Herrera Campins lo homenajeaba con un discurso, sobre su magnífica política
cultural, ante una bobalicona presencia cómplice de destacados artistas
plásticos. Así mismo, pasó con Gabriel Bracho y Pedro León Castro. Por
suerte los cadáveres de Luis Lusik, Enrique Kron y Dámaso Ogaz no los
consiguieron para este cruel "reality show" de la historia
oficial de la plástica venezolana. Lo
que escribo no me lo contaron ni lo leí, soy testigo presencial. También
soy actor con la participación de mi propia obra. No me siento un
excluido, como dibujante o pintor. Me siento excluido como pensamiento crítico.
He intentado sumar esfuerzos con grupos comunitarios de trabajo y
autogestión, para romper el tradicional ego y dependencia de los
subsidios estatales. Importantes críticos del sistema conocieron y
escribieron sobre mi obra; Roberto Guevara, Perán Erminy, Willy
Aranguren, María Elena Ramos, Víctor Guédez entre otros, por lo que soy
parte de esa historia oficial de las Artes Plásticas Venezolanas que
propongo sea revisada e investigada a fondo. En
la historia oficial hay mucho trabajo artístico valioso que se ignoró y
por supuesto, no fue registrado
por los eruditos historiadores y curadores. En relación al grupo
Confrontación Real integrado por Eneko, Peli, Mundo Vargas, Mari Carmen Pérez,
Gilberto Ramírez y OP, pregunto: ¿qué se sabe de las acciones artísticas
y propuestas multidisciplinarias, instalaciones y performances que se
realizaron a partir de la Viva México? Sólo citaré dos acciones: la
performance titulada Con decoro, cuyo maestro de ceremonias fue
actuado por ese excelente dibujante valenciano Edmundo Vargas quien leía
el discurso inaugural de la ceremonia escrito nada menos que por Isabel
Allende, mientras las "medallas" de las distintas órdenes
fueron diseñadas y producidas por la ceramista Renate Pozo, entre las que
destacamos condecoraciones al "Televidente de tiempo completo" y
a "La capacidad de aguante" del venezolano. Performance ésta,
con gran asistencia e impacto del contenido. El manifiesto de este grupo
está impreso en un calendario que se diseñó para satirizar las efemérides
de la cotidianidad comercial, pero este equipo de trabajo fue más allá y
realizó una obra colectiva de 3 x 10 x 5 metros titulada El circo
que estuvo presente en la Primera Bienal de La Habana y que posteriormente
ganó el premio "Luis Eduardo Chávez" en el XLIII Salón
Michelena de Valencia, en 1985. La paradoja -y no es una excepción- se
evidenció cuando el Ateneo de Valencia le encargó escribir un libro, o
sea la Historia oficial, de los Salones Michelena, al crítico Willy
Aranguren quien (y no lo responsabilizo directamente) omitió en los
textos de este impreso, la obra El Circo, sus autores y el premio. A
propósito del Salón Michelena, el Salón de Aragua y otras bienales
regionales, quiero decir que en estos eventos, como parece natural, se
registran todo tipo de trampas, abusos y exclusiones producto de las
distintas "roscas del poder" y presiones de las galerías
comerciales a través de sus críticos pagados que mayoritariamente y
"coincidencialmente", se incluyen como jurados. En el Salón
Michelena, y lo se por experiencia solidaria, le entregaban obras a
empresas patrocinantes, sin que el premio fuera de adquisición (caso de
Edmundo Vargas). Artistas como Gaudi Esté rechazaron el premio otorgado.
En fin, sería muy larga la lista de irregularidades. Sólo para
finalizar, recuerdo la demanda y el juicio que entablara y ganara la
artista Gloria Fiallo porque su obra fue rechazada sin ser desembalada ni
vista por el jurado constituido por María Luz Cárdenas, María Elena
Huizi, Alberto Asprino, entre otros. El subjetivismo y la discrecionalidad
sumado a intereses económicos, confirman lo expresado por mí en las
Primeras Jornadas Nacionales de Reflexión sobre
Salones de Arte en Venezuela, 1991, CONAC. (¿quién conoce esta
publicación del CONAC?), con relación a que una variada presencia de
intereses extra-artísticos de los jurados hacen que sus decisiones sean
tan discrecionales y subjetivas. Por ejemplo, para un mismo envío, si se
cambia el jurado, cambian también la selección y los premios. También
propuse que las deliberaciones de los jurados no se oculten, como si ellas
constituyesen un hecho "de delincuencia cultural". En
el circuito del arte y la cultura venezolana ya no se puede comulgar más
con "ruedas de carreta" que ofrecen en sus programaciones
oficiales estos santuarios llamados Museos donde la obra se ha congelado y
petrificado en los muros, donde se ha "cosificado", donde las
expresiones artísticas mueren de soledad porque sus creadores viven en el
exitoso individualismo alejados de la vida y donde la mayoría del pueblo
pobre venezolano no accede, ya sea porque no maneja los códigos allí
presentes o porque simplemente no toman en cuenta sus propios intereses y
producción cultural. Por ello es erróneo intentar masificar hacia ese
”pueblo: los pertenecientes a las clases sociales de los que menos
tienen” el arte y la cultura de las clases pudientes (oligarquía) La
historia oficial de la Plástica y la Cultura Venezolana es una historia
signada por una crítica complaciente. Durante los veinticinco años en
que he participado en la producción artística nacional, todo lo que se
produjo era reforzado por textos dulces llenos de calificativos adulantes.
La basurita debajo de la alfombra que ilustra el pequeño sub-mundo a que
me refiero está en el libro que recomiendo leer Sofía Imber: La
Intransigente de Manón Kubler. Quedan todavía algunos ejemplares por
ahí, que se salvaron del retiro de librerías y quioscos para ser
picados. Los
primeros textos críticos equilibrados, profundos, bien fundamentados y
sin complacencia los leí en la columna Mirar en Caracas que escribía
Marta Traba, una importante critica de arte latinoamericana, quien nunca
se autocensuró y valientemente expresó lo que pensaba respecto de la
producción plástica que se exhibía en Venezuela. Nunca pensé que esta
actitud le traería dificultades y agresiones por parte de los artistas.
En efecto, llegó a Venezuela un artista argentino de apellido Pérez Célis
quien, gracias a sus recursos económicos, se instaló en una quinta en
Bello Monte donde festejó a la burocracia artística de ese tiempo con
faraónicas cenas, donde también asistieron periodistas "palangristas"
a quienes regaló obra gráfica y libros de lujo, full color, producidos
por él mismo. Resultado: sin tener méritos artísticos suficientes, se
le organizó una exposición en el Museo de Bellas Artes y se le invitó a
representar a su país en una exposición internacional en Venezuela. Ante
esta situación, la crítica de arte Marta Traba escribió, dejando claro
que la obra y el personaje no tenían el nivel ni para representar a
Argentina, ni para exponer en el Museo de Bellas Artes. El muy hombre Pérez
Celis esperó a la crítica en la Inauguración de la Exposición en el
Museo de Bellas Artes donde ella asistía con su esposo, el escritor Ángel
Rama, y después de esperar que él se alejara de ella, la agredió,
insultándola y golpeándola
en la cara. Marta, según me lo expresó telefónicamente, quedó en shock
y sólo atinó a alejarse de su esposo para que éste no se enterara, pues
estaba convaleciente y cargaba un marcapaso. Lo grave de esta anécdota,
que está en la "basurita debajo de la alfombra" de la historia
oficial del Arte en Venezuela, es que los artistas venezolanos presentes o
los que se enteraron posteriormente, aplaudieron esa agresión. Incluso
circuló un texto para que lo firmaran los artistas donde se pedía que se
expulsara a esta crítica de arte del país. ¿Será
por eso que nadie se atreve a escribir o denunciar los maltratos,
humillaciones y exclusiones injustas que suceden en el campo del Arte y la
Cultura? o supuestamente no tener enemigos, porque las opiniones
disidentes no son consideradas opiniones que se puedan debatir, sino más
bien agresiones. Por
ello, ante los discursos sobre Arte que pretenden defender posiciones
personales relativistas o dogmáticas, mi propuesta es de revisar las
bases históricas del arte y la cultura venezolanos y profundizar en la
"otra historia", la paralela, la de los excluidos, la que no
defiende intereses de galeristas y críticos. Siempre
me ha sorprendido cómo los analistas y estudiosos del arte han separado
en sus escritos la lamentable situación que tienen las escuelas de arte y
la educación artística dentro de la educación general en el país.
También me sorprende cómo enarbolando las banderas de la participación,
la ley de la oferta y la demanda y del arte por el arte, nuestra obra se
sigue subordinando al interés del programa del mercado y a los dictámenes
estéticos de una crítica de arte complaciente y de doble moral. Por lo
tanto, el entramado y las relaciones sociales de la cotidianidad donde se
gesta y produce la obra y su natural relación con el público, camina
velozmente hacia la enajenación de su propia finalidad. Lo que era
subsidiario, pasa a ser fundamental y el acontecimiento humano, primordial
de la creación, su goce, queda subordinado a intereses espurios. La
historia se repite La
Historia Oficial del Arte en Venezuela que se está escribiendo hoy, no
difiere para nada de la del pasado, los actores mayoritariamente son los
mismos y los errores también. Observamos en la producción artístico-plástica
contemporánea a las nuevas generaciones de jóvenes artistas, otras
metas, otros intereses, llenos de fuerza y creatividad, pero también nos
llenan de dudas, traen dentro el pecado original de su dependencia del
sistema económico que los sostiene. Con una facilidad inaudita se
adhieren al mapa de movimientos artísticos internacionales de una
supuesta vanguardia y que es sólo moda. Hay que hacer arte conceptual les
dicen los curadores, el "arte es idea", (¿cuándo no lo fue?).
La creación artística de los jóvenes empieza a ser permeada por la lumínica,
la neumática, la antropológica, y la política barata. Las ideas de los
jóvenes, que no siempre son de ellos, sino de un curador que los
manipula, se "Pirelliza" se "Christiandoriza" y
terminan trabajando creativamente para la Coca-Cola o aceptando que
los "jóvenes están con Pepsi". Bajo esa atractiva, pero no
definida propuesta estadal, de las llamadas "alianzas estratégicas",
es donde sin duda, la estrategia ganadora es de la empresa patrocinante.
Lo conceptual es más bien, la idea que del arte, tiene el poder económico
y sus empresarios. Recientemente
Javier Téllez, el de la Ultima Cena y el León de Caracas,
el mismo que causó revuelo con su carta de renuncia a la representación
de Venezuela en la Bienal de
Venecia, puso su carta a circular en Internet, con un epígrafe que dice
"Un ejemplo que todos debemos seguir" y donde sin duda la mayor
justificación de esta renuncia es la repetición del discurso mediático
contra el gobierno venezolano, con los conceptos ya sabidos de la oposición,
sobre un supuesto "discurso autoritario y antidemocrático".
Textualmente Téllez señala: "tales posiciones esconden la corrupción
y tal es su lucha por el poder que ha terminado por asfixiar al país".
Yo me pregunto si realmente este sensible y talentoso joven que es Javier
Téllez escribió él mismo la carta-renuncia, porqué en vez de sumarse a
la oposición política, (lo que sería legítimo) no pensó más bien que
en Venecia representaría al país y no al gobierno. Como él habla de
democracia, cabría preguntarse ¿consultó él para su renuncia a las
comunas del "23 de enero" que colaboraron con la obra? ¿Qué
entiende Javier por democracia? Luego
vino la censura al Video Art, seleccionado por un jurado del Conac, del
artista marabino Pedro Morales y La Mega Exposición del Arte venezolano
del siglo XX, como diría Farruco al programa Formato Libre del Canal 8
“aquí hay firmantes de uno y otro lado, eso es bueno, porque la cultura
es un punto de encuentro”, en este cuestionado evento, para nada se
invita a los artístas a debatir con los curadores y mediante “cortes
curatoriales” determinar las fallas conceptuales de la mega muestra. También
a los creadores y trabajadores culturales les queda el recurso de la
instalación de la “Contraloría social” para hacer efectiva la
democracia participativa en este campo. Los creadores reclamamos nuestro derecho a disentir y revisar la historia y criterios oficiales, así como los mercantiles de la crítica de arte e información artística en los medios de comunicación masiva. Recordamos a los burócratas, marchands, curadores y críticos que no es precisamente nuestra obra la que debe estar a su servicio, sino todo lo contrario. |