Francisco Rodríguez Sociólogo. Profesor Titular de la UDO (Bolívar) |
Hacia una crítica radical del nosotros mismos agosto de 2008 |
Los cambios sociales significativos pasan por una crítica orientada a la transformación de las estructuras de conciencia predominantes. Y éstas guardan relaciones estrechas con la racionalidad del sistema social hegemónico de la sociedad global. En este sentido se hace necesario cambiar la lógica del sistema social que en el caso del sistema capitalista es la lógica del capital. No obstante, hay más de un problema en estas afirmaciones porque por un lado no creo que sean ni posibles ni probables los cambios radicales-totales de estructuras y por otro lado, no creo que aún siendo posible los cambios radicales en las estructuras del sistema social, las estructuras de conciencia y la subjetividad estructural, cambien radicalmente de manera concomitante. La vieja concepción sociológica de origen roussoniana y hegeliana-marxista, nos conduce como un “tobogán epistemológico” a pensar que sistema social y sujeto-actor, son la misma cosa porque lo primero determina a lo segundo de manera unilateral. Así, lo sistémico-estructural se convierte en una “sustancia divina” que todo lo determina y no es determinado por nada. En este sentido, se inscribe un estilo cognitivo-discursivo que habla de cambio radical de la lógica del capital y de las estructuras del sistema social, lo cual supondría al final de los tiempos, el advenimiento del reino de la libertad y la felicidad. Este dispositivo epistemológico-discursivo, que de suyo fundamenta una cosmogonía milenarista, es bueno para animar una acalorada discusión, pero no creo que nos sirva para acercarnos en forma efectivamente crítica al abordaje de la estructura del “nosotros mismos”, y de la subjetividad que debemos cambiar. Y este es el meollo del problema porque se piensa que se debe cambiar el sistema social para luego ir a las estructuras de conciencia. No es tan simple la naturaleza de lo social, su complejidad está constituida por un espectro de factores, agentes y situaciones de una gama mucho mayor que la existencia de un grupo de variables estructurales, por más importante que éstas sean. En el plano de los procesos reales, fenomenológicamente hablando, es erróneo encerrar lo social-humano en una cuadrícula para desde ahí operar intervenciones orientadas al cambio radical. Y aunque podamos trazar un mapa de procesos y discursos recurrentes, este flujo sociosemiótico se teje y se desteje a la luz de una miríada, en forma de cascadas, de redes de interacciones, afectos y emociones; imaginarios y sobre todo capacidad de atribuir significados simbólicos a las experiencias que se condensan a partir de lo vivido individual y colectivo. ¿Dónde comienza y termina esto?, ¿Cuáles son sus límites y sus bordes? No lo sabemos porque todo esto nos remite a la idea de totalidades infinitas, sin solución de continuidad y enmarcado dentro de la lógica de los procesos de lo viviente. La “danza de lo social” con sus frenéticos ritmos de tendencias contradictorias, sincrónicas y asincrónicas; paralelas, convergentes y divergentes, al mismo tiempo, no es traducible a ninguna lógica en particular y su configuración protoplasmática ya contiene dentro de sí al sistema social en tanto pieza del rompecabezas que es la vida socialmente considerada. Creo que más que pensar en un cambio radical de la lógica de estos procesos, lo que podríamos hacer es tomar algunos cabos de estos haces de enmarañadas madejas y ver adonde nos puede conducir el hilo de la complejidad. Estamos hablando de cambios parciales, locales; a veces periféricos y puntuales, reformas si se quiere, que podrían avizorar algunos destellos de luces apenas iluminadores de algunas precarias vías para movernos en el laberinto de la trama de la interacciones sociales, relaciones interpersonales y al interior de nuestros sí mismos. No quiere decir que no se puedan lograr avances en el tortuoso camino de la convivencia y el bienestar social, lo que estamos diciendo es que podemos irle diciendo adiós a las utopías totales y radicales por pertenecer al terreno franco de las cosmogonías y la lógica imaginaria de la proyección de deseos. |