Esteban Emilio Monsonyi

Universidad Central de Venezuela  

Densificación de Caracas

enero de 2011

Síntoma del unipersonalismo inviable. No necesito aclarar mi identificación profunda con el proceso de transformación revolucionaria al que aspira Venezuela, el cual sin desmerecer especificidades tendrá que extenderse al resto de los países ante la crisis terminal del planeta y la Humanidad. Hace varias décadas vengo reflexionando y escribiendo sobre esto, lo que me pone a salvo del coqueteo con posturas ambiguas o regresivas a estas alturas de mi vida. Así, me creo con pleno derecho de alarmarme ante ciertas decisiones del Alto Ejecutivo, que según muchos revolucionarios pondrían en entredicho la integridad del país y hasta su habitabilidad en las próximas generaciones. Cabría nombrar los reactores nucleares, los planes mineros en nuestra Amazonía protegida, entre tantos tópicos relevantes. Ahora, por falta de espacio trataré de concentrarme en la densificación de la ciudad capital y sus concomitancias ambientales.

Están, por un lado, las advertencias multidisciplinarias sobre la radical inconveniencia de subir la cota habitable en nuestra Warairarepano o Ávila, ante la inminencia de mayores deslaves, el deterioro total del parque, los daños ambientales que en modo alguno son invento de un puñado de burguesotes”. Pero hay más. Una futura Ciudad Tiuna, con centenares de miles de habitantes y edificios de 12 a 20 pisos, la sola idea de una nueva Caracas dentro de Caracas, son anuncios muy preocupantes que anticipan una urbe más inhabitable que la actual: ya convertida en un inmenso monstruo antiecológico. Somos una de las ciudades con menos espacios verdes, más contaminada y embasurada, más plagada por automóviles y otros vehículos, incluso más asfixiada por la mera ubicación de la metrópolis y sus millones de pobladores en un estrecho valle no apto para tal desarrollo urbanístico. Imaginémonos ahora una Caracas totalmente repleta de altísimos edificios con una población tendencialmente duplicada.

Tampoco estoy de acuerdo con poblar y urbanizar nuestro hermoso e imprescindible mediodía orinoco-amazonense y con ello renunciar a la mayor reserva de agua dulce, aire, ozono, biodiversidad y sociodiversidad del planeta. ¿Pero quién habrá dicho que el país no posee un extenso espacio intermedio entre su Costa Norte y la Mitad Sur donde según estudios de profesionales venezolanos muy capacitados podrían erigirse centros poblados; provistos de sus vías de comunicación, servicios, fuentes de empleo y todo lo necesario para una vida humana plena y feliz? Tenemos estados como Anzoátegui, Barinas, Cojedes, Guárico, Lara, Monagas, Portuguesa, Yaracuy, sin haber agotado el repertorio. El dinero también existe, tratándose de un país privilegiado por su riqueza en hidrocarburos fósiles y otros minerales. El costo de un proyecto de esta envergadura no superaría el de la adquisición de armamentos, misiles, reactores nucleares y gastos parangonables. Comprendo la necesidad de contar con ciertos recursos militares para defender la soberanía y seguridad de la nación; aunque confieso mi repudio a toda confrontación bélica donde sólo mueren los inocentes y excluidos, aparte de que la violencia es sepulturera de la diversidad cultural y ambiental. En más o menos palabras, la propuesta aquí expresada aparece perfectamente viable en sus lineamientos básicos. 

Pero aun para debatir hace falta más de una opinión con capacidad decisoria y carácter alternativo. He manifestado en todos los escenarios mi reconocimiento por los múltiples y evidentes logros en la transfiguración del país, durante la década inicial del milenio. Sostengo, no obstante, que el desempeño histórico del presidente Chávez se potenciaría de manera incalculable si él propiciase un verdadero liderazgo colectivo, una horizontalidad significativa en los planes y decisiones que comprometen el futuro, la participación protagónica del pueblo en el sentido más amplio, incluidos sus intelectuales, científicos, técnicos y profesionales, irreductibles a una opaca clase media contrarrevolucionaria como querrían unos sedicentes radicales. Esto aseguraría una revolución perfectible y sostenible durante los próximos siglos. Y visto del lado de los gobernados, ¿cuál sería el papel histórico de 30 millones de venezolanos, una nación trabajadora, de creatividad reconocida a nivel mundial en cuyo seno abundan talentos especiales en todos los órdenes, si pusieran su destino en manos de una sola persona, por brillantes y destacados que sean sus merecimientos?