Peli |
De trashumantes globalizados, felipillos, malinches y caballos de Troya febrero de 2008 |
1. Los más de seis mil millones de seres humanos que habitamos el planeta somos víctimas de un enorme intento de reordenamiento mundial, impulsado a sangre y fuego por la coalición de países imperiales bárbaros encabezados por EE.UU. de América. Las exigencias actuales de la producción y reproducción del modo capitalista de producción, en su fase imperial corporativa descentralizada, han lanzado a millones de desplazados a un masivo y desastroso reacomodo del mundo y de los asentamientos humanos. El crecimiento exponencial e inexorable de la codicia capitalista, que emana imperativamente desde los centros metropolitanos depredadores hacia todo el planeta, está concretando a marchas forzadas —y en principio sin derecho a pataleo— un cambio sin precedentes del hábitat humano. Absolutamente nadie, ni siquiera las poblaciones metropolitanas, está a salvo de las consecuencias de las gigantescas oleadas migratorias fluyendo continuamente de un punto a otro, dentro y fuera de las fronteras nacionales. Los enormes flujos y reflujos de humanidad trashumante no son un propósito planificado por las corporaciones, sino parte del abultado inventario de “daños colaterales” propinado por los países miembros de la coalición depredadora al resto de los pueblos del mundo. 2. Millones de chinos e hindúes, empujados fuera de los asentamientos agrarios tradicionales por el feroz impacto del neoliberalismo corporativo importado, engrosan hasta límites inconcebibles el hacinamiento en ciudades colapsadas. Cientos de miles de emigrados americanos avanzan a pie, en trenes de carga, en camiones y en toda clase de faluchos y balsas hacia la extensa muralla china de tecnología de punta erigida en la frontera sur de EE.UU. Lo mismo sucede con las fronteras de la Comunidad Europea, asediadas por docenas de miles de africanos y por otros tantos “outsiders” procedentes de Europa oriental, de Medio Oriente y también de nuestra América. Desde hace décadas nuestro campo venezolano se vacía mediante un flujo constante de emigrados rurales hacia grandes ciudades como Caracas, Maracaibo, Puerto La Cruz, Valencia o Ciudad Guayana. Al mismo tiempo millones de colombianos, junto a cientos de miles de gallegos, portugueses, italianos, argentinos, uruguayos, chilenos, peruanos y ecuatorianos han atravesado nuestra frontera desde hace decenios y hoy son parte de la nación. 3. El salto al vacío migratorio, consumado desde el campo a las ciudades y desde la periferia neocolonial hacia la coalición de países industriales bárbaros, que desvergonzadamente se autocalifican como “desarrollados” y “civilizados”, tiene como punto de partida la miseria extrema que es preciso abandonar, y como objetivo ilusorio los supuestos beneficios al alcance de la mano de mixtificaciones tales como el progreso urbano y el “american way of life”, propagadas urbi et orbi por la industria cultural. Mientras el enorme flujo de explotados, excluidos y humillados —mano de obra no calificada— atiborra fronteras, paga a mafias de “coyotes”, se hacina en faluchos precarios o arremete contra las alambradas españolas de Ceuta, miles de profesionales y técnicos viajando con familias, camas y petacas, inmigra legalmente en avión hacia el “american dream”, articulando el flujo constante de la mal llamada “fuga de cerebros” —en realidad simple mano de obra calificada— hacia los países industriales depredadores, captados por instituciones académicas o corporaciones una vez que nuestros países han financiado su educación de cabo a rabo. Last but not least, un contingente nada despreciable de ex funcionarios corruptos, potentados periféricos, o ambas cosas a la vez —descubiertos con las manos en la masa— accede sin dificultades a la protección, el respeto y la propiedad inmobiliaria “desarrollada”. 4. Las mareas humanas en tránsito señalan el declive inexorable de la cultura popular desarrollada originalmente en millones de micro zonas donde hasta hace poco se vivía completamente la vida. Campo y ciudades de la periferia planetaria han emergido, fulguran y colapsan al ritmo aleatorio impuesto desde hace más de cinco siglos por la ocupación colonial y neocolonial, porque las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales, instaladas a sangre y fuego en nuestros países, siempre fueron función de los intereses metropolitanos y nunca respuesta a las necesidades de nuestros pueblos. Los flujos y reflujos del capitalismo imperial inciden tan determinantemente en la calidad y cantidad de nuestra agobiante miseria urbana y rural, que empujan a millones al dilema de morir de hambre o aventurarse fuera de sus lugares de origen. El anhelo de una mejor calidad de vida sirve de caldo de cultivo apropiado para incubar proyectos migratorios, casi siempre planteados alrededor de las supuestas ventajas de la vida urbana con relación a la vida rural o del paradisíaco “american dream” con respecto al subdesarrollo. ¡Allí es donde habría trabajo y futuro! La noción de tierra prometida situada en las ciudades periféricas o en el “american way of life” es desde hace tiempo parte del sentido común que esgrimimos cotidianamente para relacionarnos con otros y vivir la vida. 5. De hecho todos los componentes de nuestro pensamiento ordinario común —y muy especialmente sus peligrosas distorsiones tales como prejuicios, supersticiones, dogmatismo y fanatismo intolerante— son reforzados cotidianamente por la industria cultura imperial y sus subsidiarias locales, gavilla depredadora empeñada desde hace centurias en propagar, imponer y perpetuar el modelo social metropolitano dominante. El orden capitalista mundial, denominado eufemísticamente “globalización”, presupone nuestra subordinación y dependencia ad eternum de la orden del día económica, política y cultural emitida por la “civilización judeo-greco-romana-occidental”, ejecutada por el poder político y militar de la coalición de países imperiales encabezada por EE.UU. de América y conformada por Gran Bretaña, Francia y Alemania (los mandamases de la Comunidad Europea), Japón, Canadá, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia. 6. Según la orden del día, el delirio del progreso indefinido propugnado por la civilización metropolitana capitalista, supuesta expresión de la modernidad renacentista, del “libre albedrío” de las libertades individuales y de los logros científicos y tecnológicos del mundo industrializado capitalista, debe ser aceptado y anhelado como destino inobjetable para todos los pueblos del mundo, aunque tengamos frente a nuestras narices los espantosos resultados sociales de siglos de saqueo ininterrumpido y el descalabro natural creciente constatable a simple vista. El corpus filosófico; doctrinario; artístico; teórico; científico y tecnológico —acuñado en las sociedades metropolitanas— es exportado virtual y masivamente a todo el mundo por la pedagogía, la industria cultural y la cooperación al desarrollo. 7. Los pueblos que durante siglos fuimos expoliados, masacrados, segregados, humillados y negados con base en el mito fundacional de la supremacía racial blanca, ahora continuamos siendo saqueados, expoliados, masacrados, segregados, humillados y negados con base en el mito de la supremacía cultural del “mundo desarrollado”. ¡Nos han echado a rodar a millones por los caminos del mundo hacia un destino incierto mientras nuestras culturas ancestrales se deshilachan! En realidad nuestros países: invadidos por ejércitos europeos y estadounidenses, diseñados por intereses europeos y estadounidenses sobre mapas europeos y estadounidenses con compases y escuadras europeos y estadounidenses, para dirimir conflictos económicos, políticos y militares entre intereses metropolitanos europeos y estadounidenses, son desde hace siglos geografía colonial, neocolonial y “globalizada”, en la que la parte del mundo que se llama a sí misma “desarrollada” perpetra —desde siempre con el apoyo obsecuente de nativos felipillos o malinches que aspiran al reconocimiento contante y sonante o a la ciudadanía imperial— la aniquilación física y cultural masiva de nuestros pueblos, cuyo objetivo final es la depredación sin obstáculos de nuestros recursos naturales. El horroroso genocidio perpetrado durante el siglo XX por el III Reich encabezado por Adolf Hitler contra el pueblo judío; el pueblo soviético y minorías étnicas y sociales europeas, equivale apenas a una fracción minúscula del genocidio perpetrado durante siglos y hasta ahora mismo por la invasión europea a Abya Yala, Asia, África y Oceanía. ¿Históricamente hay algo siquiera comparable a la miseria secular y trashumante de miles de millones precipitados a la nada? 8. Buena parte de la rutina dominadora perpetrada en la periferia es el tipo de educación suministrada por diferentes vías, tanto al reducido grupo de herederos de clases y castas dirigentes coloniales, neocoloniales y “globalizadas”, cuanto a las grandes masas populares de humillados y explotados. Por un lado, los hijos de autodefinidos “aristócratas”; oligarcas; empresarios; comerciantes; administradores y capataces profesionales criollos acceden a cotos educacionales privados y luego, dependiendo de la hegemonía imperial principal, suelen proseguir su formación en naciones ad hoc parte de la coalición imperialista. Este esquema garantiza una adecuada absorción in situ del paradigma civilizador “judeo-greco-romano-occidental” y, por tanto, es parte esencial de la producción y reproducción local de clases dominantes propietarias y de la tecnocracia profesional administradora, que se reparten la minúscula parte de la torta periférica adjudicada por el imperio a sus perros guardianes. En la práctica este sendero pedagógico es la adquisición progresiva de una suerte de ciudadanía imperial “globalizada”, entendida como la aptitud para vivir la fase superior y ahora “postmoderna” del paradigma civilizador judeo-greco-romano-occidental —plasmado en el american dream o “modo de vida americano”— por cierto demasiado parecido a los estrechos y bárbaros usos y costumbres de la dogmática; prejuiciada e intolerante clase media blanca estadounidense. 9. En cuanto a las masas populares de todos los tiempos —los sempiternos masacrados, humillados, expoliados, excluidos y oprimidos— o son abandonados completamente a la educación empírica rural o urbana o son incorporados parcialmente a un sistema educacional destinado al reconocimiento y aceptación del paradigma civilizador “judeo-greco-romano-occidental”, que a lo sumo les prepara como mano de obra parcialmente calificada, y siempre al servicio de la intrincada estructura planetaria de las fuerzas productivas del capitalismo actual. Los hechos muestran que aquellos que logran “salir de abajo” mediante la educación sistemática suelen ser los mejor integrados por la domesticación pedagógica y, por tanto, tarde o temprano se ubicarán mayoritariamente en posiciones políticamente conservadoras; dogmáticas; prejuiciadas e intolerantes. El síndrome es antiguo. Al comienzo de la hegemonía imperial española en Abya Yala se acuñaron rápidamente los remoquetes “felipillo”, “malinche”, y “yanacona”, todos útiles para nombrar la obsecuencia genuflexa periférica, ayer anhelante en cuerpo y alma de la “ville lumière” y hoy por hoy ardiente defensora de la “globalización” del “american dream”. De hecho nuestra realidad actual muestra palmariamente que los enclaves criollos globalizantes coinciden muy ajustadamente con la oligarquía empresarial, la “intelligentzia” y gran parte de la clase media, perfectamente definibles como cabecera de playa o quinta columna cultural en las que se apoya localmente la producción y reproducción del imperialismo moderno. 10. Además de la fortísima influencia ejercida por el paradigma civilizador “judeo-greco-romano-occidental” en los pensa académicos y en las filiales de la industria cultural, los países miembros de la coalición imperial también implementan otra clase de iniciativas locales a pequeña escala, aparentemente inocuas, neutrales e imparciales, pero que de hecho establecen sólidos vínculos financieros, metodológicos y operacionales directamente con personas, sectores sociales o comunidades urbanas y rurales de la periferia “subdesarrollada” planetaria. Parte de estas iniciativas son los programas de cooperación para el desarrollo, supuestas concreciones de un “derecho al desarrollo” periférico, definido justamente con base en el paradigma civilizador imperial, fuente omnipresente de supuestas soluciones para cualquier problema que aqueje las sociedades humanas del planeta. Según este enfoque nuestras miserias extremas se deberían a que no hemos alcanzado el estadio cultural “desarrollado” de nuestros tutores. No podremos salir de la pobreza ni disfrutar de las libertades democráticas mientras no desechemos un modelo cultural “atrasado” y absorbamos los valores del progreso ilimitado y modernizante del paradigma civilizador “judeo-greco-romano-occidental”. Necesitaríamos cualquier cantidad de valores democráticos universales y servicios y bienes propios del progreso, en lugar de precarias repúblicas bananeras castrenses, Corán y Qhapaq Ñan de masticadores de coca. 11. En realidad nuestro “déficit de desarrollo” endémico es consecuencia directa de la depredación aniquiladora, perpetrada ininterrumpidamente desde hace siglos por la misma coalición de ¡cooperadores con el desarrollo preñados de buenas intenciones! tal como sucede ahora mismo en las nuevas condiciones de producción y reproducción del capital en el mundo, que han lanzado a la incertidumbre del camino a miles de millones. A esta cínica trasgresión del cacareado “derecho al desarrollo”, Trostky la llamó “desarrollo desigual y combinado”. Se sabe además que el reordenamiento planetario de las relaciones de producción, basado en la descentralización industrial de las corporaciones productoras de bienes y servicios a escala mundial, emprendido desde la década de los setenta del siglo pasado, también ha involucrado un declive creciente del bienestar social de los explotados metropolitanos. El alarmante y creciente “déficit de desarrollo en el desarrollo” —enclave sur-en-el-norte— es aumentado incesantemente por oleadas de inmigrantes que asedian todas las murallas chinas imperiales, escapando como sea del “déficit de desarrollo” sureño. Un macabro círculo vicioso. Según la cooperación para el desarrollo propiciada por los países “desarrollados”, la amenazante suma global de todos los “déficit de desarrollo” haría necesaria y urgente una estrategia concertada Norte-Sur, aunque en la práctica todas resultan ser finalmente concertaciones Norte-Norte, decididas por los mismos opresores y sus correveidiles nativos con los mismos compases, escuadras y reglas tecnocráticas —ahora digitalizados— del racista paradigma civilizador “judeo-greco-romano-occidental” de siempre. De ahí las murallas chinas y la incesante campaña del terror hacia sus propios ciudadanos en contra nuestra. ¡Los invasores somos nosotros! 12. En la periferia planetaria operan muchas agencias para apoyar la implementación de proyectos de cooperación al desarrollo a pequeña escala. En algunos casos han llegado a ser públicas y notorias, debido al carácter directamente político de su intervención, como sucede con la NED (Nacional Endowment for Democracy) del Congreso de EE.UU., que financia y asesora iniciativas supuestamente orientadas a la preservación y desarrollo de la democracia representativa. En Venezuela financian Súmate y Primero Justicia, entre muchas otras organizaciones políticas y ONGs, que se sabe preservan la democracia trabajando ardorosamente por el defenestramiento violento del presidente Chávez y la cancelación de nuestro proyecto nacional independiente. Hay muchas otras agencias actuando aquí y en el resto de la periferia planetaria, tales como el USAID de EE.UU.; CIDA, de Canadá; la JICA japonesa; GTZ de Alemania; AECI, del Reino de España; DDI, de Gran Bretaña; BADC, de Bélgica; NORAD, de Noruega; SIDA, de Suecia; DANIDA, de Dinamarca; FINNIDA, de Finlandia; INTERCOOPERATION de Suiza; la DGSC italiana y la MEF-SAI de Francia, entre muchas otras. Muy parecido a la cooperación para el desarrollo es el accionar de organizaciones de cooperación multilateral tales como la Comisión Europea; el PNUD, la FAO, la UNESCO y UNIDO de las Naciones Unidas; el Banco Mundial y los bancos regionales latinoamericano, asiático y africano, BID, BASD y BAFD, respectivamente. A nivel estatal es demasiado conocido el rol orientador ejercido por instituciones como el FMI y OMC. Todas tienen de común que nuestro “derecho al desarrollo” es definido, articulado y dictaminado con base en incontrovertibles finalidades, criterios, metodologías y procedimientos propios de la cultura tecnocrática metropolitana y muy apropiados para la producción y reproducción indefinida del capital. 13. La idea matriz de la cooperación al desarrollo es sencilla. Sólo si seguimos sin desmayar este luminoso sendero mereceríamos ser parte de la “civilización occidental”, “civilización judeo-greco-romano-occidental” o “mundo libre occidental”. Las agencias de cooperación para el desarrollo se apoyan fuertemente en la actividad de profesionales vernáculos “globalizados” que admiten sin más que la única vía posible al “desarrollo” desde nuestra miseria “subdesarrollada” periférica es la trazada con mano de hierro imperial. ¡Apagar con fuego un incendio! Los programas de cooperación para el desarrollo, al igual que la guerra y la industria cultural, son la continuación de la política metropolitana por otros medios, por tanto adscritos a la enorme coacción cultural, comunicacional y pedagógica ejercida desde las metrópolis, para lograr de una vez por todas un masivo cambio cultural periférico pero a imagen y semejanza subordinadas: los paradigmas ideales son los felipillos y malinches. En medio siglo hemos transitado desde el racismo étnico al racismo cultural sin siquiera tomar impulso. El objetivo de este rumbo forzado para el “déficit de desarrollo”, tanto del sur-en-el-sur cuanto del sur-en-el-norte, es impedir a como haya lugar que el agobiante aumento de la miseria de miles de millones de personas se oriente a un cambio social radicalmente subversivo; autónomo; inconsulto; decidido de motu propio y orientado revolucionariamente hacia direcciones culturales, económicas y políticas diferentes o completamente divergentes de los logros de la civilización judeo-greco-romana-mundo-libre-occidental, que es sólo un eufemismo para señalar el capitalismo imperial. En otras palabras, el fantasma del “comunismo” de los siglos XIX y XX sigue recorriendo el mundo civilizado, tal como lo recorre todavía el antiguo fantasma del “turco” musulmán asediando la frontera oriental europea. Y también ha regresado el barón Münchausen con sus mentiras descomunales, esta vez disfrazado de industria cultural. 14. El objetivo de cualquier proyecto estatal ortodoxo o de la “cooperación al desarrollo”, gestionado por burócratas gubernamentales o tecnócratas “globalizados”, es intervenir desde arriba en la vida de personas —por ejemplo gente organizada en consejos comunales— para transformar planificadamente la realidad social encontrada. En consecuencia, el proyecto se presenta como voluntad técnica interventora para cambiar las relaciones de un grupo de personas entre sí y del grupo con el mundo. La idea subyacente en la intervención exógena es lograr imprimir un rumbo, optar por una dirección entre muchas posibles para que la gente concrete una secuencia de eventos, cuyo resultado debe ser el cambio esperado. Por tanto, planificar y ejecutar un proyecto involucra el trabajo técnico profesional de expertos calificados, racionales y objetivos, suficientemente equipados con conceptos, parámetros, técnicas, metodología e instrumental científico ad hoc. El proceso de formular y ejecutar un proyecto de desarrollo social sería un ir y venir sistemático entre fines y medios de personas que saben cómo inducir cambio social en otro grupo de personas que no sabe. No sólo no sabe. Además arrastraría la carga de una cultura tradicional retrógrada e ineficiente. ¡La culpa de las migraciones está en nosotros! ¡La megápolis acromegálica Ciudad de México es culpa de los desarrapados y no de las mareas migratorias suscitadas por el reordenamiento del capitalismo mundial! 15. El esquema de proyecto de intervención se tambalea cuando un proyecto nacional independiente, como el preconizado por el presidente Chávez, señala un rumbo alternativo a la vía hacia el “progreso democrático” impuesta por la maquinaria imperial. El tema se torna todavía más complejo cuando se cuestiona el concepto mismo de “desarrollo” y, por tanto, al modo de producción capitalista y sus desmanes sociales y naturales como supuesto destino final de nuestra historia. De hecho los esquemas tecnocráticos estatales y de la “cooperación al desarrollo” colapsan cuando aparecen nociones tales como independencia nacional, democracia participativa, socialismo y poder popular. ¡Ningún estado nacional ni agencia de las mencionadas define sus proyectos con base en la promoción de la independencia nacional, la democracia participativa, la expansión del poder popular o la instalación del socialismo! Al igual que las instituciones estatales heredadas de la democracia representativa, las agencias de cooperación para el desarrollo bilaterales, multilaterales y regionales sólo saben cooperar con el desarrollo del gigantesco desorden universal introducido en el planeta por el capitalismo depredador. Y de las fallidas experiencias de socialismo en un solo país —todas inspiradas en variantes del marxismo-leninismo-ciencia— hemos heredado escasas herramientas apropiadas para una visión holísticamente contra-hegemónica. De hecho más bien hemos heredado el concepto de socialismo como estigma miserable y anacrónico voceado con éxito por la industria cultural. 16. En la República Bolivariana de Venezuela podemos constatar fácilmente y en la práctica los efectos desastrosos del reordenamiento mundial emprendido por la coalición de países imperiales, tanto en los desplazamientos masivos del campo a la ciudad, cuanto en la llegada de importantes contingentes de desplazados de otros países americanos. Sólo la renta petrolera ha impedido que nuestra pobreza extrema cargue sus bártulos y parta. Pero cuatro millones de colombianos desplazados por la guerra imperial conviven con nosotros. Afortunadamente el proceso de acumulación de fuerzas sociales ha posibilitado definir un proyecto de país realmente alternativo y divergente de las directrices del capitalismo imperial. ¡Nada más y nada menos que un proyecto socialista! ¡El fantasma redivivo! La propuesta de independencia nacional y para la construcción del socialismo de Chávez ha señalado grandes vectores orientadores, el rumbo general, pero los hechos que han aterrizado en el 2 de diciembre de 2007 muestran un déficit notable y alarmante de herramientas apropiadas para que objetivos tan encomiables se transformen en vida social concreta, más allá del discurso. No obstante, una área decisiva para asegurar la viabilidad socialista es la relación establecida entre proyectos de agencias gubernamentales; partidos de la revolución y organizaciones populares emergentes, especialmente los nuevos consejos comunales que tienden a configurarse como instancia de articulación entre el estado y la comunidad organizada. Apenas un indicio de democracia participativa y poder popular. Que se concrete masivamente depende del establecimiento de relaciones adecuadas y sostenibles en el tiempo entre la consigna democrática participativa —voceada desde un estado que en los hechos no la propicia— y la vida real de las masas populares. 17. Primero, es preciso liquidar de una vez por todas la enorme inercia paternalista, autoritaria, vertical, inconsulta, corrupta y burocrática que ha caracterizado la producción de bienes y servicios de la institucionalidad estatal venezolana. Segundo, es preciso que el partido revolucionario propuesto por el presidente Chávez y todos los del Polo Patriótico desechen de una vez por todas el enfoque paternalista; autoritario; vertical; inconsulto y burocrático que ha caracterizado hasta ahora su práctica política. Tercero, es necesario impugnar prácticamente la persistente inercia paternalista; autoritaria; vertical; inconsulta; burocrática; frecuentemente corrupta y consuetudinariamente oportunista heredada por muchas organizaciones populares como consecuencia del desafortunado trabajo de los factores anteriores. Cuarto, es completamente indispensable que entendamos de una vez por todas que no es la erudición revolucionaria ni los cerebros dirigentes, sino el propio pueblo quien debe asumir la investigación y la formulación de proyectos contraculturales que confronten a nivel local la insidiosa influencia ejercida por el sistema educacional, la industria cultural y las agencias de cooperación para el desarrollo, entre muchas otras instancias de dominación imperial plenamente activas. Las empresas industriales de producción de bienes y servicios comunicacionales —mal llamadas medios de comunicación social—sólo pueden cumplir un rol de apoyo logístico en el debate directo del pueblo con el pueblo. Necesitamos articular de inmediato instrumental teórico y práctico útil para proyectos de intervención orientados a un cambio social concreto e irreversible, enraizado en las microzonas donde la gente vive su vida, que expanda y sustente el poder popular. 18. La ardiente defensa de los postulados del Qhapaq Ñan reivindicados hoy por los crecientes movimientos indígenas en Perú, Ecuador y Bolivia muestran que cinco siglos de depredación, sojuzgamiento y racismo étnico y cultural a ultranza no han bastado para extinguir la vigencia social de una filosofía de la existencia que diverge por completo de la propuesta —impuesta a sangre y fuego— de cambio social con base en el paradigma depredador de la “civilización-judeo-greco-romano-occidental”. En realidad muchos movimientos sociales sureños discrepan estratégicamente de una visión del mundo que, en nombre de Santiago y el Rey, aplastó Tiahuantinsuyu y ahora nos sigue expoliando en nombre de la libertad, la democracia y el progreso ilimitado. De hecho los movimientos Pachakuti —en idioma aymará significa “el mundo se da vuelta”— impugnan por completo tanto los fines supuestamente “universales” que habría que alcanzar según la tecnocracia “occidental” cuanto los medios supuestamente organizados científicamente por nuestros opresores para alcanzarlos. La fuerza social acumulada por estos movimientos tiene resonancias y equivalencias en otros puntos de nuestro continente y en otras latitudes. De hecho todos ponen en el centro del debate el problema más crucial de un proyecto de cambio social, que es señalar un cambio de rumbo para la situación actual y, por tanto, aprender a optar por una dirección entre muchas posibles. Es hora de prestarle atención decidida a enfoques diferentes a los postulados impuestos por la coalición de naciones imperialistas, tan fuertemente enquistados en nuestra concepción del mundo y por tanto en las estrategias políticas revolucionarias que propugnamos. Sin una crítica radical de toda la cultura imperial la hegemonía capitalista seguirá manteniendo todas sus cabeceras de playa enquistadas, persona a persona y neurona a neurona. 19. Del mismo modo que el renacimiento europeo echó mano a los logros de la Roma imperial y a la herencia filosófica y cultural griega para construir su propio paradigma liberador —nada menos que los cimientos filosóficos y científicos de la estructura capitalista mundial— nosotros necesitamos reivindicar de una vez por todas nuestros Qhapaq Ñan y Abya Yala, las fuerzas milenarias hondas que levantan y empujan a Evo Morales y los movimientos Pachakuti hacia la emancipación de la conciencia, base de cualquier cambio social irreversible. Se ha repetido un millón de veces: inventamos o erramos. ¡Estamos errando! Necesitamos más que nunca a los reivindicadores de nuestra posibilidad de inventar —Samuel Robinson y Paulo Freire— que nos regalaron los instrumentos apropiados para que el pueblo, nosotros, reivindiquemos nuestra palabra y nuestras imágenes, refundemos nuestra cultura y reconstruyamos nuestro sitio en el mundo. Solo una nueva pedagogía, nueva comunicación y nueva cultura son capaces de refundar nuestro quehacer social y, por tanto, impedir que nos sumemos a la avalancha multitudinaria de desplazados que se ve forzada a caminar y medrar en la incertidumbre globalizada. |