Oswaldo Torres Ortiz

Compositor y  poeta. Actualmente cursa el décimo semestre de composición musical en el IUDEM y es miembro de la junta directiva de la Sociedad Venezolana de Música Contemporánea.

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El síndrome de Simón Bolívar azota cada vez más a los venezolanos

septiembre de 2005

Desde hace largos años atrás, el Síndrome Simón Bolívar ha venido atacando a los venezolanos. Pero, lejos de ser un síndrome benigno, para desconsuelo de todos, es un virus sumamente maligno y alarmante para la sociedad venezolana. Resulta que Bolívar, sin ninguna pretensión más allá que la de libertar a la América del Sur, nos legó además, involuntariamente, una increíble “leyenda” sobre su heroísmo y gallardía, todo un “mito” fundamentado en la difícil  realización (completamente “real”) de su gran “sueño”.

El hecho es, que este tipo de personajes, con los que se han debatido los historiadores y cronistas a lo largo del tiempo, en cuanto a la manera idónea de narrarlos y comentarlos, ha puesto desde siempre en dos grandes dilemas a estos escritores: 1) Narrar a los grandes personajes de la historia como seres mitológicos, es decir, considerarlos categóricamente como “Semidioses”; o  2) Como seres humanos de carne y hueso, con las mismas características de sus semejantes, pero con la única diferencia de que lucharon y trabajaron con dedicación y esfuerzo para lograr sus objetivos.

Los historiadores, por lo general, tienden a ubicarse en la primera opción y alegan que estos súper-hombres de la historia no poseen las mismas facultades de sus semejantes, por lo que muestran ser distintos y desligarse de todo comportamiento y acción humana generalizada. Estos súper-hombres, se encuentran catalogados, por esos mismos cronistas, dentro de un estrato suprahumano con la intención de que se les otorgue el lugar que se merecen, inculcándonos que ellos son “semidioses” y nosotros simples mortales. Hay, dentro de todo esto, una valoración justa por una parte, y por otra, una valoración exacerbada. Es algo muy cierto que debamos darles a nuestros héroes el lugar que les corresponde, así como también debería ser justo el  no deificarles en vano como una gran fachada que sólo sirve para decir que tenemos estatuas.

Esta equívoca valoración de nuestras luminarias históricas, desafortunadamente, nos ha sido inculcada, adquirida, no formada. He allí la razón del por qué Cristo deseara  pasar a la historia como hombre (de carne y hueso) y no como un Dios; simplemente para dar muestra de que lo que él hizo lo pudo haber hecho cualquier otro hombre que tuviera la voluntad de hacerlo, y servir así de ejemplo a las futuras generaciones como hombre que dio su vida en beneficio de la justicia y la igualdad entre los hombres. Desde esta perspectiva, pudiésemos decir que son muchos los Cristos que después del primero han sacrificado su vida por el mundo, como: Bolívar, Martí, el Che Guevara, Martin Luther King, John Lennon, Víctor Jara, Miguel Hernández, Lorca y tantos otros a los que la humanidad ha dado su respectiva dosis de crucifixión.

Ahora bien, pudiera decirse que no ha habido completa culpabilidad, hasta cierto punto, en el que tantos venezolanos hayan deseado seguir una “imagen anhelada de hombre” (en su sentido heroico más griego) como es la de Bolívar, pero sin percatarse nunca de que seguían una imagen perturbada, desvirtuada y tergiversada del Libertador, una imagen de pedestal alejada del pueblo, de marketing, de establishment burgués, inyectada por los mitómanos biógrafos románticos que han creído hacer lo correcto. Por consiguiente, las palabras arriba mencionadas: “leyenda”, “mito” y “sueño” deberemos reemplazarlas adecuadamente por “veracidad” “historia” y “proyecto”, respectivamente. Es por ello que, de manera errónea, muchos venezolanos se han fijado la meta de distinguirse, de destacarse como hombres superiores o como Dioses ante los demás, no por lo heroico de “hacer lo que un hombre debe hacer” y por el destino que hayan decidido forjarse a voluntad y vocación propias en favor de un humanismo, sino por el vano deseo de sobresalir por sobresalir, individualistamente y de manera egoísta, ante los otros. Para estos individuos, lo más importante no estriba en la realización óptima del trabajo, sino en el protagonismo per se. Bolívar, quien tampoco batalló solo y pudo contar con el apoyo de muchos héroes y de varios pueblos embravecidos, debe ser rescatado de ese altar, debemos bajarlo junto con el resto de nuestros próceres de ese estrato divino en el que se encuentran, para hacerlos caminar nuevamente con el pueblo, con quien lo hicieran ellos originalmente en vida, para seguirlos y emularlos en el sentido verdadero y podernos zafar definitivamente de este síndrome enajenador.