José Manuel Hermoso González

Las jornadas de abril y la lucha por la democracia

(Resumen de la conferencia dictada por el profesor José Manuel Hermoso González en la sede de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en los Países Bajos el 19 de abril de 2006)

I.   DEMOCRACIA: UN LARGO E INACABADO PROCESO  DE LUCHA 

Libertad, Igualdad, Justicia, Solidaridad, Legalidad, son palabras que expresan ideas, valores, objetivos o aspiraciones generalmente aceptadas por todos los seres humanos. Difícilmente encontraremos personas que se digan partidarios de la opresión, de la injusticia o de la ilegalidad. Algo similar ocurre con la palabra democracia. En efecto, tanto o más que las cinco anteriores, la palabra democracia es generalmente aceptada como valor, admitida como una justa aspiración de la sociedad y considerada como un sendero para encauzar la vida colectiva, y como un método para la solución de las controversias. Hoy día, casi todos admitimos como válida la decisión de la mayoría.  

Sin embargo, la aceptación de estas palabras en torno a las cuales parecería existir un acuerdo unánime, es relativa y a veces falsa, ya que, paradójicamente, casi siempre son motivo de radicales controversias y enfrentamientos. Y ¿cómo se explica esta paradoja? ¿Si aceptamos como valores la libertad, la democracia, la justicia la paz, la legalidad, por qué tanto conflicto a la hora de concretar o materializar esos valores? Respondemos: El problema es que a los seres humanos lo que nos divide realmente no es la diferencia de ideas. La verdadera separación tiene su origen en la existencia de intereses materiales contrapuestos según la ubicación de cada quien en el proceso productivo. 

Los antagonismos sociales y económicos crean una oposición de intereses que condiciona nuestra percepción y hace que nuestra visión de la  realidad sea parcial, subjetiva. La idea de libertad que puede tener un terrateniente nunca será igual a la del campesino que trabaja para él. Difícilmente tendrá un capitalista la misma idea de democracia que un trabajador de su empresa. Para el poderoso la libertad consiste en el derecho a continuar disfrutando el poder y los privilegios que goza. La democracia será buena para él, sólo si le permite mantener ese poder y esos privilegios. El oprimido, por su parte, a través de la democracia aspira conquistar espacios de justicia e igualdad.  

Esta diferencia explica un hecho reiterado en todos los lugares y momentos. Nos referimos a la permanente pugna existente entre partidos, grupos y tendencias. Pugna que casi siempre se reduce al conflicto entre dos grandes antagonistas: la derecha y la izquierda. Entendiendo por derecha la unión de los sectores que representan intereses económicos y sociales consolidados. Y, por izquierda, la unión de los grupos y/o tendencias que representan o dicen representar intereses no consolidados. La izquierda, más que intereses, pretende representar  -o mejor, perseguir-  objetivos, aspiraciones, reivindicaciones, casi  siempre contrapuestos a privilegios o intereses consolidados.  

El señalado antagonismo y la dinámica conflictiva que le caracteriza nos permite comprender por qué ha resultado tan duro, lento y controversial el establecimiento y la consolidación de la democracia en el mundo. Podremos verlo con mayor claridad a través de los siguientes ejemplos. 

II.  LAS JORNADAS DE ABRIL: TRES MOMENTOS COYUNTURALES  

Cualquier país del mundo podría servir de modelo para estudiar el duro, difícil y contradictorio camino recorrido para alcanzar el establecimiento y consolidación de la democracia. Recordemos que en Inglaterra se está luchando por establecer este régimen político desde hace más de tres siglos. Por su parte, EE.UU. de América, surge simultáneamente como nación independiente, como democracia y como Estado moderno, sancionando la primera Constitución del mundo, en 1776. Sin embargo, podríamos preguntarnos hoy, con justificada incertidumbre, por la suerte futura de la democracia tanto en la Gran Bretaña como en los Estados Unidos de América. 

El recorrido centro-europeo resulta todavía mucho más accidentado. La democracia alemana, por ejemplo, puede considerarse como un sistema político consolidado y estable sólo a partir de 1945. Antes de esta fecha el camino es de avances y retrocesos, de golpes y contragolpes, de guerra y revolución. La historia francesa entre 1789 y 1945 tampoco puede ser escogida como un modelo de democracia, paz y estabilidad. ¿Qué decir al respecto de Italia, España o Portugal? Y, mirando hacia fuera de Europa ¿De qué estabilidad podemos hablar en América Latina y del resto de países del llamado Tercer Mundo? Respondemos: Mucho qué lamentar, poco qué celebrar. 

De todas las candentes y cruentas luchas por el establecimiento de la democracia, hemos querido destacar tres momentos coyunturales: Del siglo XIX en Venezuela, el 18 de abril de 1810; del siglo XX en España, el 14 de abril de 1931, y, finalmente del siglo XIX, nuevamente en Venezuela, el 13 de abril de 2002. Hemos escogido precisamente estos tres momentos históricos, primero porque se nos ha invitado a hablar de lo ocurrido en Venezuela tal día como hoy, 196 años atrás.  En segundo lugar, el 14 de abril de 1931 porque en esta fecha España está celebrando el 75 aniversario de la caída de la monarquía y de la proclamación de la  II República.  

Y, en tercer lugar, hemos incluido una reflexión, seguramente más controversial, sobre  lo ocurrido el 13 de abril del 2002  en Venezuela, en primer lugar, porque estos hechos  constituyen un claro ejemplo del agudo conflicto social existente en torno a la democracia venezolana. En segundo lugar, porque forman parte de una situación de mucha actualidad y trascendencia para el país y si se quiere para toda América Latina.

Estamos hablando de un problema no resuelto que mantiene hoy por hoy en estado de alerta a todos los interesados. Abrigamos la esperanza de que los venezolanos seamos capaces de resolver este conflicto de la mejor manera posible.  

I.     El 19 de abril de 1810 se da inicio a la independencia de Venezuela 

La invasión de los ejércitos napoleónicos a España y el ascenso de José Bonaparte al trono en la Península, constituyen una oportunidad que los integrantes de la clase social en ascenso aprovechan para dar satisfacción a sus demostradas aspiraciones de auto-gobierno. En efecto, los “blancos criollos” o “mantuanos”, casta de terratenientes esclavistas, descendientes de los peninsulares que se disputaban el excedente económico producido internamente con la Corona, y que se sienten ya con derecho y posibilidad de gobernar aquella “provincia de ultra mar” llamada Venezuela, estiman llegado el momento de  independizarse de la “metrópoli” sin mayores costos y riesgos.  

Con el argumento de “defender los derechos de Fernando VII”, aprovechan la coyuntura para romper el vínculo que les ataba a la península. Embarcan hacia España al depuesto Capitán General Vicente Emparan y llaman a los cabildos de toda la Capitanía General a secundar la rebelión. Estos acontecimientos considerados como un grito de independencia repercuten en toda Hispano América y abren un período de agitación social y de inestabilidad política en las siete provincias que integran la Capitanía General de Venezuela. Catorce meses después y como producto de importantes cambios internos se reúne en Caracas el Congreso que declara la Independencia.  

Sin embargo, la nueva República nace bajo el signo de la controversia y la inestabilidad. Los intereses económicos se ponen de manifiesto, los conflictos sociales soterrados comienzan a aflorar, los miedos y las aprensiones estallan en acciones y reacciones. La sociedad venezolana se divide en dos grandes bloques, los “patriotas” es decir los partidarios de la independencia y los “realistas” los que se oponen a la ruptura con España. Pero ello sólo constituye lo visible, lo aparente del conflicto. En el fondo se trata del clásico enfrentamiento entre la izquierda y la derecha en los términos en que los hemos definido anteriormente. La división se consolida. “La mesa está servida”... 

La profunda escisión que se produce al interior de la sociedad venezolana (integrada por una rara combinación de castas, clases y etnias enfrentadas y entremezcladas) y la magnitud de los intereses sociales y económicos en juego, provocará uno de los más feroces y sanguinarios enfrentamientos ocurridos en aquellas tierras: una muy cruenta guerra civil, y una muy larga y costosa guerra de liberación nacional que sumará once años de violencia, terror y destrucción. En todo caso, el establecimiento de la democracia política (que implica la abolición de la esclavitud y de todo privilegio) no será posible ni durante la guerra ni después de la victoria lograda por los patriotas. 

Como veremos la lucha por una verdadera soberanía, por una auténtica democracia,  por la igualdad y la justicia social, en fin, por la modernización económica, social y política de Venezuela,  se prolongará durante las siguientes siete décadas del siglo XIX, durante todo el siglo XX, y como veremos, se extiende a los años iniciales del siglo XXI. 

A.   El 14 de abril de 1931 se derrumba la monarquía en España 

La lucha contra la opresión en España se inicia mucho antes que en Norte y Sur América, y sin embargo los resultados en términos de estabilidad y consolidación se producen mucho después que en aquellas regiones. En efecto, ya a principios del siglo XVI los cabildos de las principales ciudades españolas desafían abiertamente al poder monárquico defendiendo sus fueros autonómicos. Los comuneros se rebelan contra la autocracia y las arbitrariedades de Carlos V. Tres siglos después los pobladores de las grandes ciudades se rebelan contra la invasión napoleónica. Sus luchas serán un aporte decisivo en el triunfo de la independencia y la expulsión de los invasores.

Sin embargo, la lucha por la democracia y contra el absolutismo va a sufrir serios reveces y aplazamientos. La Constitución de Cádiz, asfixiada por la restauración del viejo absolutismo apoyado por la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, quedará sólo como una obligada referencia, un símbolo histórico, un bello recuerdo. En efecto, hubo de transcurrir más de un siglo para que la monarquía española se derrumbara por su propio peso el 14 de abril de 1931 y, abierta así  la posibilidad, se declara formalmente la instauración de la II República Española. Democracia y República surgen juntas y ambas abren la posibilidad de la ansiada y largamente esperada “modernización”. 

La nueva república y la joven democracia, no obstante haber sido producto de un pacto social excepcional en la historia de la humanidad (pues fueron el resultado de un acuerdo tácito y casi unánime de la sociedad española) lo cual permitió una transición pacífica y jurídicamente incuestionable, no van a lograr sin embargo el reconocimiento de su legalidad ni la pacífica aceptación de su legitimidad. Los poderosos de la vieja España no se resignan a perder sus privilegios y apelan a la violencia. La nación se convierte en campo de experimentación de lo que será en los años venideros la arremetida fascista contra los pueblos y la consiguiente guerra mundial. 

La derecha española, respaldada por el retardatario clero peninsular y parte de las Fuerzas Armadas va a reaccionar contra la institucionalidad democrática tan largamente esperada y tan difícilmente alcanzada. Secundada en todo momento por la complicidad y a veces el descarado respaldo del Occidente “democrático” la ultraderecha española apela a la violencia y a la irracionalidad, al golpe de estado y a la guerra civil. Los poderosos dejan a un lado los escrúpulos y se deslizan hacia todos los crímenes y  provocaciones. En nombre de la unidad de España se divide a los españoles. En nombre de la libertad se suprime la democracia mediante el sacrificio de todo un pueblo. 

Un golpe de estado, tres años de una muy cruenta guerra civil y posteriormente 36 años  de una terrible tiranía va a ser el alto precio que tuvo que pagar el pueblo español por atreverse a hacer realidad el largamente pospuesto sueño de vivir en democracia. Sólo 44 años después de aquel pacífico 14 de abril y luego de infinitos padecimientos pudo el pueblo español recuperar el derecho a decidir civilizadamente su propia forma de gobierno y de alguna manera su destino político. Sin embargo, todavía hoy, después de 75 años de aquella fecha y de 31 años de estabilidad democrática, la derecha española se atreve a usar el lenguaje amenazante y desestabilizador de aquella época.

B.   El 13 de abril de 2006 se restablece la democracia en Venezuela  

Es en 1947 cuando por primera vez se va a reunir en Venezuela una Asamblea Nacional Constituyente producto del sufragio universal directo y secreto, oportunidad en que se extiende el derecho al voto a las mujeres, a los jóvenes y a los campesinos. De esa representación popular va a surgir  una Constitución democrática, modernizadora y  de contenido social que consagra el “estado de bienestar” y le abre paso a importantes transformaciones económicas y sociales. Sin embargo, no pasará mucho tiempo sin que este avance modernizador sufra la ofensiva reaccionaria de la derecha. Traído de la mano por el odio y la crispación aparece una vez más el fantasma de la guerra civil. 

Los sectores oligárquicos (terratenientes, banqueros y comerciantes importadores) al lado de la Iglesia Católica y una incipiente burguesía estrechamente ligada al capital extranjero, la emprenden a fondo contra el nuevo gobierno surgido de la llamada “revolución de octubre”. Apoyados por EE.UU., partidos confesionales como COPEI o

probadamente oportunistas como URD, se convierten en punta de lanza de la reacción oligárquico imperialista. La ofensiva no se detiene hasta lograr el aplastamiento de la naciente democracia venezolana, mediante un golpe militar de derecha que derroca al Presidente Constitucional recién electo con el 80% de los votos. 

Luego de diez años de dictadura militar apoyada por el gobierno norteamericano, el pueblo venezolano, hastiado de la corrupción, las injusticias y la represión de aquella  faraónica y dispendiosa tiranía, toma las calles de Caracas y otras ciudades del país y no torna a la normalidad hasta que no logra hacer huir al dictador. Se reestablece así la democracia representativa en Venezuela, ahora bajo el control de políticos de centro-derecha. Los tiempos han cambiado: el ascenso de la izquierda latinoamericana y la movilización antiimperialista de los pueblos, obliga a los EEU a aceptar la democracia en el Sur e intentar manipular en su favor a las nacientes democracias de la región. 

El poder de manipulación logrado por el imperio y por las oligarquías internas que le secundan les permite aislar a Cuba y derrotar y aniquilar a la izquierda latinoamericana. Los demócratas venezolanos –antes progresistas- se ponen al servicio de los poderes externos traicionando sus programas y sacrificando el bienestar de sus pueblos. Esta alianza de burócratas ambiciosos, políticos corruptos y oligarquías saqueadoras, va a conducir al país a sufrir un proceso de perversión, corrupción y desmoralización que lleva a la ruina, al endeudamiento, a la descapitalización y condena a la mayoría de la población a la pobreza, al desempleo y a la marginalidad.  

A finales del siglo XX y principios del  presente, se inicia en el país un nuevo proceso de democratización y rescate de la dignidad nacional basado en la movilización del pueblo y en el voto de las mayorías. Comienza la “Revolución Bolivariana”, un intento de trasformación pacífico que apela a la democracia y reivindica la paz. Sin embargo, nuevamente la oligarquía venezolana en alianza con el capital extranjero y el gobierno norteamericano se lanza a la ofensiva antidemocrática. Mediante una estrategia basada en la utilización a fondo de los medios de comunicación se intenta el desgaste y la descalificación del gobierno y del proceso de cambios que adelanta. 

La arremetida “fascista” impulsa un conato de insurrección que desemboca en un golpe de Estado. El Presidente es acusado de perpetrar una masacre que -todo parece indicar-  formaba parte de la conspiración. Se le separa del cargo, se le secuestra y se anuncia al país una renuncia que no se ha producido. Los errores de los golpistas y la combativa y oportuna respuesta del pueblo frustran los planes de los conspiradores. La parte del pueblo que respalda el proceso de cambios, en alianza con cuadros medios y tropas de las fuerzas armadas impulsan una sorpresiva insurrección popular que da al traste con el nuevo gobierno y repone al mandatario derrocado en la Presidencia de la República.  

El contundente, limpio e incruento triunfo del pueblo no aplaca a la oposición, la cual persiste tercamente es su estrategia desestabilizadora conduciendo de nuevo a los venezolanos a un enfrentamiento que coloca a la Nación al borde de la guerra civil. La oposición desesperada –enloquecida, podríamos decir- apela sin escrúpulo alguno a las conductas más aviesas y despreciables. Convierten la mentira en “información” y la propaganda panfletaria en “noticia”. Sustituyen el análisis por la calumnia, el insulto y la descalificación. Provocan de mil maneras al gobierno para obligarle a reprimir. Suspenden la libertad de prensa y el derecho a la información en sus canales privados. 

El nuevo intento desestabilizador fracasa estrepitosamente no obstante basarse en una estrategia que podía suponerse aniquiladora: una huelga petrolera que paralizó al país durante casi tres meses; una abierta rebelión militar apoyada por los medios de comunicación privados; el muy mayoritario respaldo de la clase media (intelectuales y profesionales); y la descarada intervención del gobierno de los EEUU en la política interna de Venezuela. Este nuevo fracaso constituye como es obvio un gran triunfo para el gobierno el cual consolida de esta manera su proceso de cambios. Un referéndum revocatorio realizado posteriormente es ganado ampliamente por el gobierno. 

Sin embargo, la controversia persiste casi invariablemente. La derecha venezolana no se resigna y se sigue empleando a fondo en la descalificación y deslegitimación del régimen y –por su parte- el gobierno de los EEUU insiste en demonizar al gobierno, considerar a Venezuela como un país delincuente e incluirle entre las naciones que conforman el “eje del mal”. Ante la pregunta ¿Hacia dónde marcha Venezuela? Respondemos: el destino inmediato de Venezuela está estrechamente ligado a la suerte que corran los demás países latinoamericanos y el mayor o menor poder con que cuente Estados Unidos para imponer sus intereses y su hegemonía en Latinoamérica. 

III.    LECCIONES DE LA HISTORIA Y PERSPECTIVAS FUTURAS 

¿Qué enseñanzas pueden extraerse de los acontecimientos que hemos relatado e intentado analizar en la segunda parte de la presente conferencia?

A continuación ofrecemos a los oyentes (y/o lectores) de la presente disertación, un conjunto de afirmaciones que a nuestro juicio constituyen una síntesis de lo expuesto. De estas afirmaciones que entregamos a manera de conclusiones podrán seguramente derivarse algunas que merezcan ser consideradas como “lecciones de la historia”.  

a) La democracia más que una meta es un camino, una manera de asumir y resolver los conflictos sociales. Tampoco es, de ninguna manera, algo consumado, un logro, una conquista ya alcanzada. Por el contrario, la democracia es, en casi todo el planeta, una tarea pendiente, un objetivo a lograr, un camino que debe ser transitado. 

b) En todo caso, donde  se han logrado avances, estos deben ser defendidos, pues no pueden considerarse logros consolidados. Las libertades democráticas, los derechos humanos, las libertades fundamentales e incluso los derechos civiles mínimos tienen que ser sostenidos y defendidos de quienes pretenden desconocerlos o violarlos. 

c) En casi todas partes del mundo se corre el riesgo de la inestabilidad y de la regresión antidemocrática. La amenaza fascista contra los pueblos y contra la paz no es un peligro superado por la humanidad, por el contrario, hoy como ayer, sigue siendo la última carta de quienes no soportan la libertad porque se oponen al progreso de los pueblos. 

d) Es obvio que la guerra más que una amenaza es en la actualidad una cruda y cruel realidad y una posibilidad de la cual no se encuentra a salvo ninguna región del planeta, aunque son los países de Asia, África y América Latina los más trágicamente afectados. Algo similar puede decirse de las demás formas de violencia distintas de la guerra. 

e) Ha quedado plenamente demostrado que la conciencia democrática de los pueblos, su organización y su movilización son los factores claves para enfrentar con éxito todas las formas de opresión, de explotación y de esclavización que de diferentes maneras y modalidades sufre el género humano en todo el planeta tierra. 

f) Resulta también obvio que la democracia no es la querida y consentida novia de todos. La democracia tiene implacables enemigos en muchos de quienes dicen defenderla pero que sólo actúan como lobos disfrazados que encubren con un discurso falsamente democrático la pretensión de suprimirla o minimizarla. 

g) Queda demostrado que bajo discursos falsamente anti-terroristas e hipócritamente democráticos, se esconde muchas veces el peor de los terrorismos: el terrorismo de Estado, el cual, antes que reducir el terrorismo individual y/o de sectas lo fomenta y lo promueve directa e indirectamente. Ambos terrorismos se refuerzan recíprocamente.   

h) Que la mayor amenaza contra la paz mundial en este momento la representan las tendencias ultra derechistas que controlan en la actualidad el más terrible aparato represivo del mundo hoy en manos del fundamentalismo seudo-conservador que dirige al Estado más poderoso de la tierra: los EE.UU. de América. 

i) Resulta evidente que se está iniciando en este momento en casi todo el planeta un período de ascenso de la conciencia popular y de la movilización democrática de los pueblos. La crisis económica y social está tocando fondo y la paciencia de los oprimidos del mundo pareciera haberse agotado tanto en el norte como en el sur. 

j) Es también evidente que los centros de poder mundial viven horas difíciles que presagian futuras derrotas, dado que sus políticas intervencionistas y belicistas cada vez les dan menos resultado. Por otra parte el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación facilitan la comunicación y la toma de conciencia en todo el planeta.

k) Finalmente que, la unión de los pueblos en lucha y la acción conjunta de los gobiernos progresistas de los cinco continentes es el único camino que puede abrir cauce a irreversibles victorias contra los voraces enemigos de la humanidad que día a día atentan contra la especie humana y contra toda forma de vida en el planeta.