Juan Antonio Calzadilla Arreaza |
Simón Rodríguez y la lectura de las ideas ESPECIAL CHIMBORAZO No. 3 enero de 2007, publicado en abril de 2007 |
Ya en aquellos años de su ejercicio docente y de sus proyectos escamoteados por los “defensores de las viejas costumbres”, Simón Rodríguez constataba la inutilidad del parloteo sobre los beneficios de la lectura como método para la promoción lectora. Insistir en lo bueno que sería leer desestimula más bien la actividad de la lectura, así como la caligrafía lancasteriana, con sus espigas y bucles, desestimula, a criterio del maestro caraqueño, la escritura. No se trata de la Importancia de la Palabra porque no hay quien no la conozca
La Importancia de su PINTURA la conocen pocos bien muchos ... ni piensan en ella [Sociedades americanas, Biblioteca Ayacucho, p. 218] Simón Rodríguez elabora así su filosofía de la lectura en torno al tema y a la práctica de una “pintura de las palabras” que él ejerció sin descanso en su sistema de la “logografía”. La lectura, es decir, el desciframiento de la escritura, es un tema insistente en la obra de Simón Rodríguez, que lo preocupa no sólo como pedagogo sino como escritor y filósofo. La lectura es el acto de la resurrección del sentido, que se conserva en la palabra escrita, o, como él quería, en la palabra “pintada”. La finalidad de leer es leer con sentido. Ello implica al mismo tiempo entender y hacer entender, es decir, comunicar (y, por ende, socializar). El maestro ligará así indisolublemente, en una fusión de Saber y Hacer, de teoría y práctica —hasta el punto de tratarlas casi indistintamente en sus textos—, la lectura óptica individual y la lectura oral colectiva, tal como funde también la lectura y la escritura en una sola pintura de las palabras. Esta fusión sirve de eje a su proyecto de pedagogía política, cuyo fin mayor es la construcción de la República. “Leer es dar sentido a los conceptos”, “leer es resucitar ideas”. Para Simón Rodríguez, en efecto, leer es activar ideas con ideas, sentimientos con sentimientos. Así como “las Ideas vienen de las Cosas”, la escritura viene de las ideas, y también la lectura. La lectura escolar tendrá por finalidad a ultranza adquirir una lectura política de la sociedad y sus instituciones, reglas y costumbres, que convierta al sujeto en ciudadano activo, en sujeto pensador y racional, es decir, libre y republicano. Si Simón Rodríguez prescinde del término “socialismo”, entonces reciente en el mundo político occidental, es porque su concepto de República —no la República de los antiguos y de los libros, sino la República real del siglo XIX en la América antes española— se presenta como el proyecto de generalización de la sociabilidad, que Robinson llegó a llamar “Educación popular”, “Instrucción general” o “Educación republicana”. No requirió el término “socialista”, porque su República era por antonomasia un socialismo. Robinson era un acerado crítico de los Congresos nacionales suramericanos de su época. “Los Pueblos quieren vivir sin AMOS y sin TUTORES”, es decir, “sin REYES y sin CONGRESOS”. No debe verse allí una oposición al asambleísmo democrático sino una crítica a la “representatividad” de los parlamentos de la postindependencia. Los Congresos creyeron, que el que sabe leer busca libros, y que el que sabe escribir nota lo que le interesa. El buen deseo califica la intención, y esta disculpa el error —sería inútil detenerse a probarlo. ¿Qué leerá el que no tiene ideas? Excepto unos pocos Romances, que tratan de amores, cavernas y espantos, no hay lectura que se emprenda, sin ideas en la materia. Creer lo contrario, es pensar como aquel pobre campesino, que compraba anteojos para saber leer, porque veía ponerse anteojos para leer. (Idem, p. 140) Puede trazarse en la filosofía robinsoniana
Hay sin duda una teoría de las ideas, o de la formación, adquisición y rectificación de las ideas, que las atraviesa a las tres como un eje transversal. De allí la relevancia que otorga Simón Rodríguez a la Filosofía, no tanto como Saber sino como Arte de Vivir en tanto que ser sociable. La “Razón” designa la facultad de pensar. “Pensar” es formar o rectificar ideas. Las ideas vienen de las cosas. El núcleo de la pedagogía política robinsoniana como constitución del sujeto republicano consiste en rectificar las ideas coloniales adquiridas y en moderar los sentimientos hegemónicos del amor propio. El dispositivo pedagógico, al mismo tiempo ético, de la resubjetivación republicana es expresado por Simón Rodríguez bajo la fórmula: Los Sentimientos se moderan rectificando las Ideas mediante el trato con las Cosas (Idem, p. 99) Los sentimientos moderados que apartan al “Amor propio” del egoísmo, conforman las virtudes sociales propias de la Sociabilidad. Las ideas rectificadas que superan la ignorancia de la necesidad social, conforman las luces sociales propias de la libertad. “Luces y Virtudes sociales” equivalen exactamente al “Moral y Luces” proclamado por Simón Bolívar. El factor moderador que permite la rectificación ideacional es la experiencia, el contacto con la realidad o “trato con las cosas”, que involucra un reconocimiento de la Necesidad, a la cual Simón Rodríguez llama también “el Orden”. El sujeto robinsoniano se constituye, pues, a este nivel, como
En otro nivel de análisis, el que corresponde no a la pragmática ético-social sino a la sensorialidad o estética cognoscitiva, éste se constituye como
Entre los tres términos hay un ciclo continuo de presuposición recíproca. El sujeto se encuentra siempre en proceso, abierto a una realidad moviente y a una necesidad u orden (ajena a su voluntad) siempre exigente. Entre el entendimiento y la sensibilidad se forma un bucle. “El entendimiento obra sobre las Percepciones”. Llamar el resultado de las sensaciones = percepciones las percepciones = impresiones y las impresiones = concepciones = son Ideas felices (Idem, p. 138)
El modo de pensar se forma del modo de SENTIR el de sentir del de PERCIBIR
y el de percibir, de las Impresiones que hacen las cosas, modificadas por las Ideas que nos dan de ellas los que NOS ENSEÑAN. (Idem, p. 108)
“¿Qué leerá el que no tiene ideas?”. Es la pregunta acuciosa de Robinson. Y se hace otras preguntas: dado un determinado libro, “¿en cuántas manos caerá que se dignen abrirlo?”, “emprendida la lectura ¿cuántos la acabarán?”, “¿cuántos entenderán bien lo que hayan leído?”; sus contenidos, “¿cuántos partidarios habrán ganado?”, “¿quién los pondrá en práctica?” (Idem, p. 200). Por eso echar libros a granel en el océano social con la pretensión de que sean leídos puede ser una ingenuidad... confundir anteojos para leer con anteojos para saber leer. Si no se analizan bien las necesidades y los intereses... O si no se saben promover las ideas y los sentimientos que puedan ser subrogados a tantas ideas difuntas que querrían ser resucitadas. Por eso Robinson grita: IDEAS! ... IDEAS! ... primero que LETRAS (Idem, p. 200) La lectura será una lectura de las Ideas. Pero las ideas encuentran sentido si van aparejadas al sentimiento. Las ideas sin sentimientos no se entienden. El sentido robinsoniano está ligado al afecto o sentimiento al punto de disolverse si éste se ausenta. Sentido y Sentimiento hacen parte de una Sensibilidad que los capta y engloba. Si no se siente no se entiende. Los sabios entienden las sentencias porque las sienten. Simón Rodríguez habla mucho de una “sensibilidad intelectual”. Puede verse aquí la raíz de un romanticismo psicológico, o mejor, de un expresionismo estético, por el grado de objetivismo y de exteriorismo que añade Robinson a todo romanticismo sensiblero. Leer no será estropear palabras por ganar tiempo, sino dar sentido a los conceptos: por consiguiente, el que no entienda lo que está escrito, no debe leerlo. (Idem, p. 140) El problema del sentido, que presuponen la comprensión y la comunicación, concierne a las capacidades de sensibilidad y de expresión. Lo que no se hace sentir no se entiende y lo que no se entiende no interesa (Idem, p. 224) El sentido puede verse como un complejo de Sentimientos/Ideas/Percepciones en el estado objetivo de ser captado por un sujeto constituido subjetivamente por los mismos componentes. El sentido estimula al sujeto en la medida en que éste posee Sentimientos/Ideas/Percepciones capaces de ser excitados o evocados (se “excitan sentimientos”, se “recuerdan ideas”). En eso consiste la “resurrección” de los contenidos, ese “milagro” de la lectura. El sujeto lector no es un recipiente vacío en el que se vertería el conocimiento. Es un pleno de sentimientos que pueden ser moderados y de ideas que pueden ser rectificadas, así como de percepciones que son modeladas por esas mismas ideas y sentimientos. Es la experiencia, el “trato con las cosas”, lo que puede poner un orden de realidad en la confusión alucinada de la ignorancia. Hay dos géneros de lectura, con sus especies —cada género (y aun cada especie), tiene sus lectores, y cada lector su mérito —los hay inmejorables, y hasta puede decirse (aunque de pocos) que son inimitables. La lectura es de despacho o de gusto: la primera es para escritorios, escribanías, secretarías; porque es para informar, ayudando la memoria. La segunda es para instruir, excitando sentimientos —la narración es la especie más sencilla y necesita hacerse con mucho gusto, para interesar al oyente en los sucesos —la exposición pide algo más —la controversia, algo más, ¿qué no pedirá el drama? (Idem, p. 168) Simón Rodríguez ama los paralelismos. Uno de sus paralelismos más importantes es el de Gramática y Política, lenguaje y poder. Ambos fenómenos presentan a sus ojos órdenes, conexiones y estados conmensurables. Ocurre que las ideas se forman por comparación de objetos. Pensar depende de la capacidad comparativa. En ciertos casos los paralelismos se vuelven ciclos de presuposición recíproca, como, hemos visto, entre la idea y el sentimiento.
El Gobierno Republicano es protector de las Luces Sociales, porque sus Instituidores saben que sin luces no hay virtudes. Si éstas vienen de aquéllas, o aquéllas de éstas, será una cuestión de pocos, como lo es todavía el probar, si amor viene de amar o amar de amor... cuestión de pobre metafísica. (Idem, p. 199) En otros casos los paralelismos entablan contraposiciones complementarias, como es el caso de Hablar y Leer. La articulación de la disyuntiva hablar/leer es la expresión del sentimiento. Hablando expresamos naturalmente los sentimientos. Acompañamos los sentimientos pintando en el aire gestos con las manos. Leer debería ser tan expresivo como hablar. Escribir debería ser como pintar. El arte de escribir se divide en 2 partes 1º. Pintar las palabras con signos que representen la boca 2º. Pintar los pensamientos bajo la forma en que se conciben... (en la estructura de estas páginas se ve el ejemplo) En el modo de pintar consiste la expresión, y por la expresión se distinguen los estilos... [...] El que lee debe ver en el papel los signos de las cosas las divisiones del pensamiento Sin esto no lee bien. (Idem, p. 167) ¿Habla Simón Rodríguez aquí, como en muchas otras partes, de la lectura óptica, individual y silenciosa, o de la lectura oral, colectiva y social? En el tratamiento del maestro ambas se fusionan en un solo complejo, un solo proceso de lectura cuya prueba práctica, su acción notoria, es la ejecución oral, en la que el lector demuestra su capacidad de sentido y de comunicación expresiva. O muestra que sabe hablar, pero no sabe leer. Los Literatos son Prosodistas, en la Conversación; pero, LEYENDO, se acuerdan del TONILLO de la Escuela, y adormecen al que los oye. LEER, es la ÚLTIMA PARTE del trabajo, en la Enseñanza de TODO IDIOMA, diga, el que no desfigura los Pensamientos, lo que ha trabajado para aprender a LEER CON SENTIDO. [...] LEER, ES RESUCITAR IDEAS, SEPULTADAS en el PAPEL. Cada Palabra es un EPITAFIO y, para hacer esta especie de MILAGRO! es menester conocer los ESPÍRITUS de las difuntas, o tener ESPÍRITUS EQUIVALENTES que subrogarles. (Idem, p. 273) Lectura óptica y lectura oral se funden en un solo leer, pero también lectura y escritura se indistinguen en un solo proceso: la lectura es una forma de escritura, leer es reescribir. Ese único proceso, que fusiona ambas lecturas y ambas escrituras, es el sistema expresivo de la pintura de las palabras. Escribir es pintar, pero leer es también pintar. Sin embargo, esta vez, leer es la culminación del proceso. Leer presupone la experiencia pictórica de la escritura gráfica. Para ejecutar esto es menester SENTIR nadie aprende a Sentir, y de cualquier modo expresa cada uno sus sentimientos pero debe aprender a expresar los ajenos que excitan los suyos A este fin se dirige los principios de la LECTURA (Idem, p. 224) ¿Cuál es la finalidad del largo y complejo proceso de la lectura en una pedagogía política? ¿Mera adquisición de luces, o las luces no van sin las virtudes? Su fin es conducir al sujeto a la capacidad de una lectura política de la sociedad. “No hay Interés, donde no se entrevé el fin de la acción”. El interés de la lectura escolar es que conduce a la lectura política. La vida y la libertad republicana es una continua lectura racional de lo real (reconocimiento de los principios; análisis y cálculo de las razones y consecuencias), una acción constante del pensamiento entre el orden infinito de la necesidad natural y el “infinito moral”, el universo social, en que le toca al sujeto subsistir necesariamente. Es IMPOSIBLE que haya quien niegue que la Ignorancia de los Principios Sociales, es casi general,
quien no conozca que es un obstáculo a las providencias del Gobierno sea cual fuere su forma
ni quien no convenga en que, para hacer efectivas Instituciones de un interés general Su conocimiento debe ser general
Acostúmbrese, pues, al hombre que ha de vivir en... REPÚBLICA a buscar desde su infancia
RAZONES Y PROPORCIONES en lo que puede medirse exactamente
para que por ellas aprenda a descubrir RAZONES Y CONSECUENCIAS
en las providencias y en los procedimientos del Gobierno
para que sepa aproximarse al infinito moral: para que sus probabilidades no sean gratuitas ni sus opiniones infundadas (Idem, pp. 225-226) |