Juan Antonio Calzadilla Arreaza

juanant@cantv.net

Simón Rodríguez y el problema del populacho

junio de 2006

Respóndase al Populacho

Objeta que Bolívar es Zambo 

¿Qué dirán las naciones europeas, cuando lleguen a saber que Bolívar es ZAMBO? — ¿Qué dirán los rubios de Inglaterra, los de Escocia, los de Francia, y sobre todo los de ... Andalucía?! — un Zambo, mandando Indios en el Perú! ... ¡qué impropiedad! — Y ¿qué dirían las gentes de juicio, si el autor de esta defensa emprendiese probar, con papeles o con opiniones, que Bolívar es blanco de primera, de segunda o de trigésima extracción? — noble de primera o de centésima jerarquía? — Bolívar y su defensor son ZAMBOS; pero ninguno de los dos es NECIO.

(Simón Rodríguez, Defensa del Libertador. El libro de Robinson, pp. 81-83)

¿A quién o a qué estado o fenómeno social llamaba Simón Rodríguez aquí “populacho”, término definido por él mismo como GENTE DESPRECIABLE?

Hay un estado del pueblo, o más bien, de la masa oprimida y sumida en la Ignorancia, que hace al ser humano despreciable. No implica esto despreciar de manera directa al género humano o al pueblo, significa más bien despreciar un cierto estado que convierte al pueblo en populacho.

Un rasgo perceptible de este estado es el que ha provocado una cierta ira conceptual en Robinson: la acusatoria (la “objeción”) de que Bolívar es ZAMBO. Tal acusación es un argumento de gente despreciable.

La simpleza es una de las cosas que hacen al hombre despreciable: es una simpleza el estarse echando en cara el color: el populacho lo hace —luego el populacho se hace despreciable por su simpleza. (Id.)

El acusar de Zambo a Bolívar, se sabe, provenía de las oligarquías godas sudamericanas. La opinión popular lo recogía y repetía. Podemos suponer que la indignación de Simón Rodríguez abarcaba por igual a la oligarquía y a ese segmento de la opinión popular. Su concepto de “populacho” parece entonces singularmente amplio y “transversal”: godo y cholo pueden ser ambos populacho, y despreciables por su simpleza.

No es una paradoja en el pensamiento robinsoniano el considerar a la Ignorancia como un mal que abate no sólo al sometido sino sobre todo al Egoísta dominador. El mayor ignorante es el que promueve y generaliza la ignorancia.

No es extraño, pues, que el concepto de populacho pueda atravesar el estratificado conjunto social siguiendo los surcos de una ignorancia común al todo, promovida desde el egoísmo alucinado de la casta opresora.

Sólo la Ignorancia puede perdonar la Contradicción de quejarse de los efectos de la Ignorancia, y querer que haya ignorancia.

(Simón Rodríguez, El libro de Robinson, p. 70)

Nietzsche, con términos más cercanos al siglo XX, habría dicho: opresores y oprimidos comparten unos mismos valores: ser blanco de primera extracción es lo bueno; ser zambo es lo malo. Ambos tendrían una moral común: una moral de populacho.

Una lectura “de izquierda” del polémico pensador anti-alemán (como el mismo se jactó) nos dejaría ver el origen de los valores como resultado de una cruenta lucha de rapiña entre una “raza” dominadora o “noble” y una raza dominada, convertida en “esclava” por la fuerza y violencia de los dominadores. Lo que la raza noble o dominante fija como “bueno” y “malo” es distinto a lo que la “raza esclava” se da bajo los mismos nombres. Habría una moral trazada desde el punto de vista de la fuerza y el dominio, “moral noble”, y otra moral trazada desde la visión del sometimiento, “moral de esclavos”.

Los valores (que son los móviles del deseo y de la acción) engendrados —y más tarde inseminados por la resentida “raza sacerdotal”— en la raza dominada, reflejan y expresan la condición de la servidumbre o de la mansedumbre, y hacen de esta condición o estado un valor positivo. De tanto ser esclavo, se acaba pensando y sintiendo como esclavo. El esclavo llega a valorar la esclavitud como factor positivo. Será bueno el sometido, será malvado el poderoso. Así el esclavo teme y aborrece todo lo que refleje un poder afirmador de la libertad y la creación. Presa de su óptica, no genera una defensa de la libertad como acción de los poderes creadores y activos del ser humano.

La moral esclava tiene como valor negativo el poder activo y creador, tiene como valor positivo la sumisión y la pasividad. La moral esclava no quiere liberarse, más bien desea con una especie de inercia perpetuar la impotencia. Un pueblo que quisiera liberarse descartaría como valor la esclavitud y se arrogaría para sí el poder de crear nuevos valores, que es el poder de la raza noble originaria. Un pueblo liberado habría salido de la moral esclava para convertirse en un pueblo noble, pueblo de creadores y afirmadores de la vida y sus poderes.

Cuando valoramos a un pueblo que lucha por su libertad no lo valoramos en tanto que esclavo, sino en tanto que da vivas muestras de encarnar el poder libertador capaz de convertirlo en un pueblo noble.

Un nuevo valor libertario y republicano sería, expresado en términos de Simón Rodríguez:

“¡ZAMBO, pero no NECIO!”

O también:

“Hoy los PUDIENTES no son los que más TIENEN sino los que más SABEN.”

En el texto Respóndase al Populacho, citado parcialmente al comienzo, Simón Rodríguez esboza un programa para que un pueblo ciudadano salga del populacho. Se trata de la creación de un pueblo, que no puede concretarse sino como autocreación mediante el trabajo ético sobre sí (la “Moderación” robinsoniana). 

Como todo progresa por grados, empiece cada uno a abstenerse de mencionar colores y ascendencias en el mérito o demérito de las personas, y habrá dado un paso fuera del populacho — no aprecie ni desprecie a nadie por el lugar de su nacimiento, ni por su profesión política, ni por su creencia religiosa ... y habrá dado un paso más — Empiece a tener una decente ocupación para subsistir, y se pondrá a tres pasos de distancia — Interésese por el bien general y se pondrá a cuatro — sepa bien sus deberes 1º. hacia sí mismo, 2º. hacia aquellas personas o animales con quienes tenga relaciones, 3º. hacia todos aquellos con quienes pueda tenerlas, sea en el país donde vive, sea en los países vecinos, sea en los distantes — en una palabra, sepa que todo hombre tiene derecho a sus atenciones siempre y a sus servicios cuando los necesite, y será igual (de hombre a hombre) con el mejor: y si cada uno hace lo mismo ... lo que ahora se llama populacho, será igual (de pueblo a pueblo) con el que más se haya distinguido, desde que se conocen naciones en sociedad.

(El libro de Robinson, p. 83)