Guido A. González Rodríguez

benvongui@hotmail.com

Breve crónica de un hecho constituyente

4 de junio de 2004

El día después de anunciarse la campaña "Batalla de Santa Inés", comandada por el Presidente Hugo Chávez, después de la convocatoria al referéndum nacional para decidir entre revocar o ratificar el mandato constitucional de la Presidencia de la República.  

Ayer en la noche estábamos reunidos en la Ave. Urdaneta esperando el mensaje del Presidente, después de conocer que el referendum revocatorio presidencial sería activado según la decisión del Consejo Nacional Electoral. Yo esperaba que el comandante Chávez saliera a la tarima y alentara la determinación de la población a enfrentar el fraude electoral que se había realizado. Pero me sorprendió dirigiéndose a la nación desde un salón de Miraflores a través de pantallas gigantes, acompañado de las representaciones pictóricas del Libertador, el Mariscal Sucre y la cabeza en bronce del general Ezequiel Zamora. Hugo Chávez, con una actitud serena y muy segura, vestido con un traje formal, comenzó por saludar y dirigir este mensaje a todos los ciudadanos de la República, especialmente a los que lo acompañábamos en la calle aledaña a Miraflores.

Comenzó su mensaje refiriendo la parábola bíblica de la siembra de las semillas de la luz, la justicia y el amor, según la cual los humanos recorremos los caminos de nuestras vidas regando semillas a nuestro paso, aunque sólo algunas arraigan en la tierra para crecer y transformarse en árboles, mientras otras se quedan entre las piedras y la sombra. 

Hizo un recuento de cómo la Asamblea Nacional Constituyente había incluido la figura del Referendum Revocatorio para todos los cargos de elección popular, principal aporte del modelo de democracia participativa y protagónica de la Constitución Bolivariana, y cómo esta Asamblea "sabiamente", según sus propias palabras, modificó la propuesta que él mismo hiciera, que determinaba con el 10 por ciento el número de los electores necesario para convocar el referendum, asumiendo "humildemente" esta "siembra" que ahora cosechaba. Finalmente, quedó establecido el 20 por ciento como el número de firmas, que con tanto esfuerzo acababan de consignar en el CNE las fuerzas políticas de la oposición, después de miles de denuncias de usurpación de identidades, fallecidos que firman, y diversas irregularidades en el proceso comicial.  

El Presidente apuntaló que "tenía un corazón para querer a su pueblo, y una espada para defenderlo", como escribiera Simón Bolívar, mientras empuñaba la réplica de la espada del Libertador. 

Felicitó al electorado y a los líderes de la oposición por haber derrotado sus propias "bajas pasiones" que los habían encerrado en posiciones antidemocráticas y violentas, como el golpe de Estado, el sabotaje petrolero o la llamada guarimba, y celebró esta nueva oportunidad de transitar -por fin- los caminos de la democracia participativa y protagónica establecidos en nuestra Constitución. El primer mandatario señaló que así la oposición definitivamente aceptaba, con este acontecimiento histórico del poder constituyente de la revolución bolivariana, los principios de la Carta Magna o el "Libro de la Comunidad", como él mismo la bautizara la madrugada del 14 de Abril de 2002.

El comandante Chávez aceptó también el reto democrático electoral que hace la oposición a su mandato, comunicándolo a sus seguidores en términos históricos e imágenes poéticas, refiriendo la semejanza entre la batalla librada por el general Ezequiel Zamora en el pueblo de Santa Inés durante la guerra federal en 1859, y el poema "Florentino y el Diablo" de Alberto Arvelo Torrealba, versos vivos en la memoria del pueblo venezolano en las voces del contrapunteo entre los cantores José Romero Bello y El Carrao de Palmarito. Leyendo algunos pasajes del poema, resaltó también el parecido entre la aparición espantosa del Diablo y los poderes políticos internacionales e internos que enfrenta el proceso revolucionario.

Asumió él mismo la responsabilidad de dirigir la campaña electoral, declarándose Comandante de la Batalla de Santa Inés, metáfora del proceso para el referendum revocatorio del mandato presidencial como base constitucional de la ratificación de su mandato, estrategia de "combate retrógrado" contra el avance del ejército de la oligarquía, que le diera la victoria al general del pueblo soberano.

Luego, leyó una carta donde el Libertador Simón Bolívar expresa que prefiere escuchar y seguir la voz del pueblo a la voz de los sabios. Y para nuestra satisfacción, salió del Palacio de Miraflores, subió a la tarima a cantar el himno nacional y agregó unas palabras de aliento para esta nueva batalla.

El Presidente nos conecta con nuestra simbología histórica de pueblo en armas libertador de naciones, nuestra alma poética y musical, el misterio y la sabiduría de nuestro sincretismo religioso, invocando también las voces ancestrales de la resistencia indígena. ¡No sabe nada!

El contenido y la forma de este mensaje despertó una nueva energía en todos los ciudadanos que nos congregamos en la Ave. Urdaneta, confundidos y decepcionados por las recientes actuaciones del llamado Comando Ayacucho, encargado de dirigir las solicitudes de convocatoria para revocar el mandato tanto a diputados de la oposición como a traidores del Bloque del Cambio, así como la movilización para impedir el fraude electoral. No sólo reconocemos hoy que es necesario apartarnos de la sensación de error, la frustración y la insatisfacción por el deber que no cumplimos como organización popular incipiente, o sencillamente incapaz, sino que también reconocemos la urgencia de asumir con más fuerza la formación de auténticos liderazgos revolucionarios desde la participación protagónica del pueblo movilizado, y evitar tanto la ingenuidad y el aletargamiento de la masa, como las mediatizaciones-representativas-sectarias-conciliatorias-pragmatistas del chavismo sin Chávez o los adecos rojos.

Las expectativas sobre esta batalla no se hicieron esperar.  

La tarde de hoy, en los medios privados de comunicación, que emprendieron desde ayer una campaña de triunfalismo y exacerbación del resultado del proceso de reparo de firmas para la solicitud de RR a la presidencia, apareció uno de los personajes protagonistas de la oposición que descoya como la pretendida contrafigura o candidato para enfrentar en una elección presidencial al comandante Chávez: el gobernador del Estado Miranda, Enrique Mendoza, declara que en cuanto escuchó al Presidente nombrar la Batalla de Santa Inés, de inmediato fue a revisar los libros de historia de la guerra federal venezolana del siglo XIX, para enterarse de en qué consistía la nueva estrategia que utilizará "el dictador del régimen", y no ser sorprendido en combate. Guerra avisada no mata soldados... Luego, Timoteo Zambrano, otro dirigente opositor, declara también en una entrevista televisiva que ellos estaban preparados para enfrentar la nueva estrategia de Chávez, y habían activado unas unidades de análisis dirigidas por los militares del golpe de Estado para descifrarla y actuar a tiempo... y si los mata es por descuidados.

Sólo que en nuestra opinión la estrategia del comandante Chávez no será ejecutada en el futuro, como afirman estos adelantados dirigentes de Acción Democrática y Copei, sino que ya fue ejecutada en el pasado, la dimensión más propicia a la historia y los muertos. También ellos son parte del pasado. Desde el principio de la conspiración internacional, mediática, económica y política emprendida contra los movimientos políticos y populares liderizados por el Presidente Chávez, sobre todo a partir de Abril de 2002, la Batalla de Santa Inés ha conducido a la oposición a través del camino real de la Ley, las trincheras de la subversión democrática participativa, protagónica y popular, y la gran trinchera definitiva de la Constitución Bolivariana de Venezuela.