El
análisis de los pronunciamientos de opositores y buena parte de la
intelectualidad venezolana, antes y después del referéndum, constituyen
un ámbito privilegiado para explorar la presencia del pensamiento
colonial y racista en las élites de nuestro continente. Puede hablarse,
sin dudas, de los límites de la conciencia posible de una matriz
epistemológica de conocimiento que entiende la realidad a partir de
determinados supuestos.
Para el pensamiento liberal/colonial (y racista) de parte de la oposición
venezolana, incluyendo muchos de sus intelectuales, nos encontramos en
Venezuela en presencia de un proyecto político militar, dictatorial,
autoritario, demagógico, decimonónico, antihistórico, estatista, etc.,
etc. En estas condiciones, es obvio que es absolutamente imposible que el
gobierno de Chávez pueda contar con el apoyo de la mayoría de la población.
Se trata simplemente de una imposibilidad epistemológica. Algo que no es
concebible en el pensamiento, y por lo tanto, algo que es imposible que
ocurra en la realidad. Dado que las profundas separaciones, deslindes y
rupturas sociales, políticas, e incluso cognitivas, de la actual sociedad
venezolana tienen igualmente una nítida correspondencia territorial, la
visión de la realidad está radicalmente fragmentada. Sólo se ve lo que
se tiene cerca, aquello con lo cual se tiene contacto. Y como la mayoría
de los sectores de clase media y clase media alta son antichavistas, como
los medios privados son radicalmente antichavista, el país entero es,
necesariamente, antichavista. Es esta la fuente de las interpretaciones de
los analistas y cientistas políticos más lúcidos de la oposición.
Es tal la fuerza de esta profunda convicción en torno a la realidad
absoluta de esta imposibilidad epistemológica, que no existe ningún
hecho empírico que sea capaz de poner en cuestión esta incuestionable
verdad.
Cuando las encuestas previas al referéndum (casi unánimes) y los
resultados mismos del referéndum entran en contradicción con esta
realidad objetiva es necesaria una explicación. El pensamiento
colonial/liberal/racista da entonces dos tipos de respuestas.
En la primera se formula a partir de una perspectiva racista y
descalificadora del pueblo venezolano. Si los sectores populares
mayoritarios votan por el gobierno, no es porque compartan las propuestas
o los programas del gobierno, sino por el contrario, porque el gobierno,
con los enormes recursos de la renta petrolera, está comprando su voto.
Ejemplo característico, y de ninguna manera excepcional ni extremo de
esta lectura de la realidad venezolana, es la caricatura de Rayma
publicada en el periódico El Universal de Caracas el 7 de agosto del
2004. Dice un Chávez ataviado como pescador deportivo en su yate:
"En época electoral lo mejor para pescar imbéciles es soltarles el
guaral presupuestario". Esto es, en conocimiento de que prácticamente
todas las encuestas le dan la ventaja a la ratificación del mandato
popular de Chávez, se caracteriza al pueblo que lo apoya como un pueblo
"imbécil" que se deja comprar por políticas públicas demagógicas
y clientelares. No son propiamente seres humanos, no corresponden al
modelo liberal de sujetos autónomos con juicio moral propio. Son unas
cosas, unos "imbéciles" que, en ausencia de juicio moral y de
opinión política propia, se dejan comprar al mejor postor. Como el
gobierno de Chávez cuenta con los recursos petroleros para ello, es
entonces posible explicar lo inexplicable, que la mayoría pueda votar por
Chávez.
Esta explicación sobre la compra de estos sub-humanos ha aparecido
reiteradamente en el discurso político y los artículos de opinión de la
oposición en estos últimos años. Si hay una concentración popular
pro-Chávez grande, necesariamente es porque el gobierno utilizó los
recursos públicos para pagarle a los asistentes y para darles licor con
el propósito de que se emborrachen y actúen como si estuviesen contentos
en la manifestación. Si en el referéndum revocatorio la mayoría popular
vota ratificando el mandato de Chávez esto es necesariamente el resultado
de que el gobierno le pagó a esos electores inconcientes con ese preciso
objetivo. Incluso el Cardenal venezolano Rosalio Castillo Lara formuló públicamente
esta acusación, afirmando que quienes votaron por el NO lo hicieron
porque el gobierno los compró con 50 0 60 dólares cada uno.
La otra senda argumentativa utilizada por voceros de la oposición para
resolver la aparente inconsistencia entre la imposibilidad epistemológica
de que la mayoría del pueblo venezolano pueda apoyar a Chávez y el
aparente resultado del referéndum consiste en negar la realidad. Si lo
que ocurrió era de antemano imposible, si era una radical imposibilidad,
entonces, obviamente, simplemente, no ocurrió. Como no era posible que la
oposición perdiera el referéndum, entonces, necesariamente, e
independientemente de lo que digan los resultados electorales, la oposición
ganó. Y como necesariamente la oposición tenía que ganar por una amplia
mayoría, entonces, evidentemente, e independientemente de los resultados
electorales, la oposición necesariamente ganó por una amplia mayoría de
votos. No importa lo que anunciasen las encuestas de opinión, no importa
el resultado oficial dado por el Consejo Nacional Electoral, o los
resultados similares producto del llamado "quick count" (conteo
rápido sobre la base de una muestra representativa de centros
electorales) realizados en forma conjunta por el Centro Carter y la OEA, e
incluso resultados parecidos producidos por el muestreo de la propia
organización de la oposición SUMATE.
Dado que no era posible que Chávez contase con el apoyo de la mayoría de
la población, ya que es evidente que la mayoría de la población
necesariamente tiene que rechazar a un dictador mesiánico y autoritario,
entonces la única explicación posible del resultado del referéndum es
un enorme fraude. No se trata de una cuestión empírica. No se trata de
una afirmación que requiera una comprobación práctica. Dado que lo que
ocurrió no era posible, simplemente, obviamente no ocurrió. La única
explicación para esta discrepancia entre las previsiones incontestables
que había asumido la oposición y la realidad, es que la realidad no es
verdad. Los resultados son mentira.
Desde su profundo convencimiento de que son dueños no sólo del país,
sino igualmente de la verdad, de que los otros simplemente no existen como
seres humanos dignos de tomar en cuenta, cualquier asomo de posibilidad de
que sus supuestos no correspondan a la realidad del país tiene,
necesariamente, que ser negado. Sobre todo si está más allá de los límites
de lo posible.
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