Chela Vargas

Docente UCV

vargasch@cantv.net

La rebeldía en las bandas

octubre de 2005

Cuando abrimos Últimas Noticias cada mañana constatamos con estupor como  aumenta día a día el número de jóvenes que aparecen asesinados o involucrados en actos delictivos. Ojalá todos pudiéramos contribuir a superar este drama. Hay variadas maneras de abordarlo. Un político de oficio por ejemplo opinó en uno de los reportajes que Últimas Noticias hizo al respecto: “esto no se resuelve tomando medidas de prevención policial, sino eliminando la pobreza”. También un Alcalde repitió la misma frase para proteger la responsabilidad de su gestión por el aumento de los delitos en su municipio”. (Últimas Noticias, 28/5).

Se identifican así, pobreza y delincuencia. Se desconoce intencional o ingenuamente una realidad existencial más profunda que es necesario asumir para construir una política preventiva  eficiente.

Es necesario tomar en cuenta que la conducta de estos jóvenes está condicionada, tanto por la situación de pobreza, como por el mundo de relaciones valorativas que los envuelve.

En sus hogares generalmente la madre es padre y madre a la vez. Ella en su azaroso quehacer diario, no tiene tiempo ni preparación para orientarlos hacia la socialización. Trabaja todo el día y los deja a expensas de las influencias negativas de su entorno. Desde temprana edad, se van alejando de los sentimientos de humanidad y solidaridad de su espacio social comunitario e inician su acción contra la exclusión y la precariedad vulnerando las normas formales del sistema pero identificándose con los valores fundamentales que lo definen. Son generalmente considerados como anti-sociales aunque esencialmente no lo son.

“En ausencia de toda perspectiva de movilidad social, de éxito y al mismo tiempo de integración, la banda  tiene la ilusión de escapar de su medio de origen y crear un mundo  diferente que no es tal pues en él se reproducen los ideales, los valores, los modelos propuestos por la clase dominante y por la sociedad global. La búsqueda de promoción, de éxito social, elemento inducido por la ideología dominante, pero interiorizada por la cultura de los marginados se encuentra así en el universo de la banda, y por consecuencia contra la sociedad que no se lo permite. Deseo de placer, dinero, prestigio, solidaridad de grupo, todos esos elementos que constituyen el universo mítico de la banda marcan el reverso del discurso antisocial”.  (Laggree, 87). 

Antisociales propiamente dichos, podríamos considerar a los jóvenes del movimiento hippie de los 60-70 en EEUU. Resistidos al sistema de los objetos, contra la materialidad, contra el consumo y la uniformisación que habían aceptado y reivindicado sus padres se automarginan de la sociedad, renuncian a sus comodidades personales y la vestimenta de lujo como forma de rebelarse frente a esta sociedad materializada.

La banda en cambio, “encerrada en un universo alucinado asumen  la misma jerarquía, los mismos valores y los mismos objetivos de  la sociedad. Esto los conduce hacia la autodestrucción, la deshumanización, el desprecio por la vida de los otros. En las bandas surten efecto sus problemas inmediatos de hogar, de comida, de promoción social, de trabajo, que  se transmutan  en el objetivo de  cumplir con las exigencias de la apariencia y de la moda: los zapatos y la ropa  de marca, el celular, el carro de lujo, la moto.

“Una acción sin propuesta ni programa que se desenvuelve enfrentando el peligro y acuciando la audacia y la temeridad” (Lagree, 89).

Podemos considerar entonces que el problema de los jóvenes no es solamente la pobreza sino también la influencia de los valores negativos imperantes.

¿Cómo avanzar en la solución de este  problema?

Las misiones y demás políticas sociales constituyen, un condicionamiento positivo. Así como el proceso participativo de las comunidades donde se gestan los nuevos valores de solidaridad compañerismo y amistad que permitirán construir un imaginario juvenil revolucionario.

Pero sería  importante también, Iniciar un proceso de investigación que permita entender el porque de la vulnerabilidad de jóvenes de los diversos sectores ante los valores inhumanos y perversos del capitalismo. Apoyarse en las organizaciones comunitarias de base: Comités de Tierra Urbana, de Salud, etc., de cada municipio, de cada parroquia. En las organizaciones campesinas, obreras, estudiantiles, para emprender esta labor. Esto permitirá elaborar planes y actividades dirigidas a moldear la formación cultural e ideológica necesaria para contrarrestar  la inoculación permanente del veneno siniestro de los medios de comunicación y la ideología neoliberal que nos invade.

El Ministerio de la cultura, el  Instituto de  la juventud, de la mujer, entre otros organismos e instituciones del estado  deben discutir la posibilidad de  involucrarse en esta tarea.  Al lado de las medidas de limpieza de los organismos policiales y otros planes inmediatos que bien adelanta el ministerio del interior, sería importante crear herramientas que permitan  consolidar una juventud revolucionaria y  bolivariana blindada con los nuevos valores de la otra  sociedad que se vislumbra.