Camilo Perdomo Profesor-investigador activo ULA-NURR |
Cuando las palabras no dicen nada diciendo (A propósito de la Misión Ciencia) Trujillo, 6 de julio de 2006 |
Aún cuando a veces estoy convencido que las palabras nos nutren con ilusiones y certezas, pienso que no por ello ellas son neutras. Hay algo de contenido que arrastran junto a los siglos para decirnos cómo someternos a algo o para qué asumir compromisos que en lo inmediato no nos daría nada a cambio. Viene al caso esta idea por las palabras colocadas una tras otra en un artículo del filósofo E. Vásquez por El Nacional sobre la Misión Ciencia y su mentor visible el epistemólogo Rigoberto Lanz. El artículo bien puede dejarse de lado y no ocurre nada en el sistema de representaciones que produce conocimientos, puesto que vivimos en un contexto donde las palabras día a día diseñan su propio cementerio, de lo contrario no sería atractivo el discurso postmoderno. Discurso donde por cierto el aludido Lanz se la juega con más de veinte títulos sobre esa temática. Sin embargo, algo que usted y yo sabemos llevó a algunos venezolanos a ponerlo en la red como el paquete que por fin llegó para que alguien del lado de la sabiduría filosófica pusiera en su lugar tamañas imposturas intelectuales de ese sociólogo que aún nombrando la episteme viene ahora a negar la ciencia sin abordar el tema de la verdad. Para quienes semanalmente echamos mano de esa herramienta que es la palabra y así escribimos de ilusiones y certezas es útil asumir coincidencias o diferencias, pero hay que indicarlas. Los libros son una vía y el profesor Lanz tiene en “Las palabras no son neutras” un aporte, entre otros, al tema postmoderno que el filósofo aludido no nombra y allí se le desliza su caja de herramientas para criticar la Misión aludida y a su mentor. Las palabras cuando están de fiesta producen incomodidad que para quien tiene el oído educado sólo para la música de la verdad y la objetividad de la ciencia. En las fiestas hay gritos, ruidos, cantos, bailes improvisados, y no se discute de verdad, sino de gozo. La otra visión es la decadencia enunciada por Nietzsche cuando se le da privilegio superior a la verdad. En “Las palabras y las cosas” M. Foucault vio el lenguaje moviéndose entre lo soberano y lo discreto, soberano porque sobre las palabras recayó la tarea y el poder de representar el pensamiento. Sólo que representar no es aquí traducir o dar una versión visible de la verdad. La Misión es una palabra cuyo uso y abuso está asociado a lo que le otorgó el imperio español con su carga religiosa. De hecho la cruz de las misiones no tiene cuerpo y es un símbolo que se impone por otras vías. En el escenario político actual esto es interesante para el discurso postmoderno, pues la clásica representación de la ciencia no ha podido lidiar con exclusiones e inequidades y tampoco con la paz. Todo el andamio de palabras de esa ciencia oculta su religare (unido a) con el poder dominante. Entonces ¿por qué no admitir una ética-estética en el discurso de Lanz sobre las finalidades de la Misión Ciencia en la identificación del lugar desde dónde habla y escribe? ¿Acaso porque un pensador apueste a diseñar una nueva ciencia configurando el contexto plural y diverso donde se mueve la postmodernidad lo convierte en un impostor? ¿Y qué queda entonces para el compromiso del intelectual? La palabra ciencia, nombrada desde la neutralidad y la objetividad, como parte del sistema de representaciones del poder, al decir y nombrar el bien oculta el mal, al nombrar la objetividad destierra al excluido, al nombrar la verdad intoxica las neuronas y opaca al pensamiento complejo. Si se logra que los excluidos tengan con la Misión Ciencia la posibilidad de atención, una contribución a la paz y un lugar en la democratización del saber, ya se estará contribuyendo al pago de la deuda social que como venezolanos tenemos. No basta con hacerse los desentendidos del clima cultural inaugurado por la postmodernidad, tampoco es un asunto eminentemente académico cuando se aspira a formar recursos tecno-científicos dentro de otro paradigma. Quizás es que ha llegado el momento donde las ideas y las palabras pueden marchar del lado de la ensoñación poética y de la fórmula matemática, y ¿por qué no pensar que las palabras en este siglo perdieron su piel como lo hacen las serpientes para renovar su existencia? |