Alexis Romero Salazar Sociólogo, Universidad del Zulia |
El reto de la Universidad Bolivariana Noviembre de 2004 |
La
concepción y el desarrollo del modelo de universidad Autónoma,
pretendidamente Popular y Democrática, estuvo y está marcado por el fenómeno
del populismo; que intentó una distribución de riquezas, a través del
Estado asistencialista, que colocó al pueblo como receptor pasivo de
recursos. Como en este esquema lo fundamental son las relaciones
personales -el amiguismo, el compadrazgo-, se generó una red de lealtades
para disimular los conflictos, bajo una aparente paz social. El
populismo en Venezuela ha estado signado por la propiedad del petróleo.
Así, para entender nuestra sociedad hay que calificarla como rentista; en
tanto que por la vía del gasto corriente y de inversión, la sobrevaluación
del bolívar y del bajo nivel impositivo se logra que cada venezolano
compita, aunque en forma desigual, por participar de la distribución de
la renta petrolera.
Tal
modelo económico y político generó una conducta social e individual
asociada al rentismo, caracterizada por la pasividad y el consumismo. Es
que, no siendo la riqueza resultado del esfuerzo propio, del trabajo
productivo, sólo se espera que ésta llegue. casi como retribución lógica,
natural, por un trabajo que en la mayoría de los casos nunca se hace. La
educación reprodujo y reforzó las condiciones de la sociedad rentista-
populista. Porque, habida cuenta del papel prioritario de la educación en
la reproducción ideológica, su presentación como mecanismo modernizador
y de promoción del consumo se hacía inevitable; sobre todo porque era
una de las formas de distribución de la renta, a través de la asignación
creciente de recursos al sector educativo. Se
trató de un proceso a través del cual se logró el consenso para el
fortalecimiento de la sociedad rentista-populista; en tanto la educación,
además de mecanismo de transmisión de ideología, lo fue también de
ascenso social, no por la valoración de la competencia meritocrática,
sino por la puja por garantizarse la mejor posición en el canal de
distribución de la renta petrolera. Es decir, había que estudiar para
ocupar un cargo, no para desempeñar un trabajo productivo. La
Educación Superior ha sido la punta de lanza del Sistema Educativo, como
mecanismo de ascenso social y de consolidación de una clase media, cada
vez más identificada con los valores típicos de la sociedad desarrollada
y consumidora. La diferencia es que, en el caso venezolano, el éxito no
está asociado a méritos individuales, objetivos, sino que está basado
en la habilidad para ubicarse en la mejor posición para medrar en el
circuito de la distribución de la renta petrolera. Entonces,
lo que se espera es que la Universidad otorgue un titulo que es el
pasaporte para el empleo
codiciado, es decir una renta; más no un aprendizaje para el desarrollo
de las potencialidades individuales y sociales en el desempeño de un
trabajo. De esta manera, se construyó la falacia de la Universidad
popular -de los pobres-, en la medida en que el acceso estaba garantizado
sin pagar matrícula, gracias al financiamiento total por parte del
Estado. En
estas condiciones, la Universidad concebida en términos populistas, sólo
podía gobernarse a través de la Autonomía; con lo que se convirtió en
una suerte de Estado soberano (como PDVSA, un Estado dentro de otro
Estado). Al interior de la Universidad, este modelo supone formas de
organización y funcionamiento totalmente propias; en el marco de múltiples
relaciones de poder y de intercambio entre sus actores. Se
produjo una ideología universitaria -basada en el populismo- que tiene
tres dimensiones: 1°) la concepción de la Universidad como una entidad
profesionalizante -una agencia de graduaciones- no productora de
conocimientos; un sitio de empleo no de trabajo, 2°) la autonomía como
la perversión o negación de la autoridad y de la supervisión y 3°) el
financiamiento como un deber exclusivo del estado petrolero. Así
las cosas, es evidente la complejidad de la tarea que se nos plantea a los
universitarios militantes del cambio y a la Universidad Bolivariana como
institución transformadora; pues no se trata sólo de resolver el
problema del acceso a la Educación Superior (que ya es bastante), ni de
la consecución de espacio físico, ni autobuses, ni comedores No se trata
tampoco de repartir títulos de abogados, de periodistas o de trabajadores
sociales –eso es lo que ha hecho hasta ahora nuestra universidad.
Lo que se impone es el desmontaje de una ideología; más que eso, de una cultura profundamente arraigada, de la cual participan todos los actores universitarios y, más allá de sus muros, los miembros de toda la sociedad venezolana. Esa es la exigencia que nos hace la necesaria construcción de una sociedad verdaderamente democrática. |