Roque Zambrano |
Carta abierta al compatriota Francisco Sesto. A propósito de la discusión de la ley orgánica de la Cultura septiembre de 2005 Nota: Carta corregida y actualizada a raíz de la discusión sobre la Ley orgánica de la Cultura con fecha 4 de Junio de 2006. |
Estamos en la Revolución del cambio y transformación de nuestra diversidad y saberes como Estado- Nación y ciudadanos del mundo. Esto estamos seguros de sostener tanto Ud., como yo, y todos los que militamos en el campo Bolivariano. Por ello, se han abierto espacios de inclusión y protagonismo, esa manera de participar con el poder que otorga la conciencia de creadores de otro mundo posible como colectivo, en el trazado de las líneas estratégicas de nuestro acontecer para construir la sociedad que queremos. Una sociedad libre, justa, de igualdad de oportunidades para todos en la multidiversidad. Una sociedad integrada en su propio proceso de producir, crear y crecer en tanto que pertenencia a un modo de compartir nuestra identidad.
El Pueblo es la Cultura o la Cultura es el Pueblo. Créame Ud., estimado compatriota, revolucionario y amigo, que lo esencial de nuestra Revolución es que la misma centra su discurso en el humanismo como expresión primera y última de la Cultura, y sin distinción, en nosotros sus hacedores. Entendamos entonces, que la única Vanguardia cultural es el Pueblo, como expresión de su Imaginario colectivo y su Poder popular, origen de su creación. Las otras tales “Vanguardias culturales”, así denominadas en el verticalismo cultural del Neoliberalismo, y en el espacio revolucionario, son seres “muy particulares”, estimados únicos, y en otros casos, “constructores de cotos”, como dueños que son de parcelas del conocimiento “cultural”, devenidos en artistas, o en burócratas sin convencimiento a la convocatoria de la participación protagónica del pueblo. Son “per se”, inventores de verdaderos espacios y muros de contención para represados en sus escenarios emblemáticos, -dignos de privilegios-, que impiden a los recursos de esta Revolución, llegar a quienes en justicia, y con derecho los necesitan para impulsar el quehacer que es toda la cultura, utilizándolos para su propia justificación elitesca, cerrada, sin admonición ni trascendencia, en contra de un verdadero Poder popular, que construya espacios para este pueblo que imaginó como sueño devenido realidad el 13 de Abril del 2.002, para rescatar a su líder presidente, Hugo Rafael Chávez Frías, rescatándose a sí mismo. Este pueblo consciente de que el más alto valor democrático es la conjunción de su propia unidad: Chávez es el pueblo y el pueblo es Chávez, como aporte invalorable para la comprensión de los procesos democráticos populares del mundo en la actualidad, y su participación revolucionaria para su transformación, que debería ser interpretado e incorporado conscientemente en la praxis de todos los que se pretenden dirigentes y líderes de este proceso, -factores políticos y partidos políticos del cambio-, y que tendrían que concientizar que, así como el pueblo escribió una página inédita de creación infinita acerca de su conciencia y comportamiento profundamente democrático, de empatía y sintonía con el proceso de su empoderamiento revolucionario, así mismo, deberían democratizarse todas las instancias de este proceso de cambio hacia ese nuevo paradigma del Poder popular, (empoderamiento de los más pobres para salir de la pobreza), en la profundización de la “Revolución dentro de la Revolución”, que no es más que la transformación y el cambio revolucionario de lo que somos y hacemos, del pueblo que necesita y tiene los recursos en la inmanencia de su conciencia y su conocimiento, en el encuentro con la cultura que nos pertenece e identifica como seres humanos. Creadores de la cultura como hecho originario. Desterrar así, el característico centralismo democrático de los Partidos políticos de masas tradicionales del siglo xx, y de las organizaciones burocráticas tradicionales del Estado neoliberal de la IV República, todavía intacto en este proceso de transformación y cambio, y que amenaza la unidad del Pueblo, su participación protagónica, y la construcción de un modelo innovador de organización política y social que supere el anquilosado, tradicional y antirrevolucionario de los partidos centralistas democráticos, que se creen representantes del pueblo desde la derecha o la izquierda es una necesidad histórica de este Proceso. ¡Que nadie nos represente ni nos invente representaciones!. Lo que queremos es mayor inclusión y participación protagónica en la decisión de nuestro destino como pueblo. Superar con nuestra presencia a los “interpretes del deber ser” como sujetos que somos del derecho a construir nuestra cultura. Entiendo, que es una necesidad histórica para avanzar en esta Revolución, provocar una transformación radical de la estructura del Estado, conformado para servir a los intereses de la IV República, es decir, a un Capitalismo de Estado de corte neoliberal, y sobre todo, en lo atinente a la administración y ejecución de programas y recursos para poder crear una administración distinta, que desplace a la vieja y corrupta administración existente, la cual ha favorecido históricamente la verticalidad y la transmisión de recursos sectoriales, con un enfoque tecnicista, y donde la inversión, es la obra en su carácter mercantil y de la Industria cultural, en vez del hombre y su obra como actividad y esencia humana de pertenencia e identidad cultural. Reemplazarla, por una administración que reconozca e incluya sin dilaciones e intermediarios, la Planificación del Poder popular como componente de su estructura política y de Estado, reconocidas desde las necesidades del pueblo, desde la deuda social, convertida en doctrina del Estado, en instrumento fundamental para nuestros pueblos, ahora en la “Carta Social de las Américas”, de tal manera de instrumentar como suyos, programas y organización integral adecuada de los recursos existentes: tecnológicos, científicos, técnicos y profesionales, previstos en los Consejos Comunales y como componentes estructurales de la formación gradual de ese nuevo Estado: las Misiones convertidas en empresas sociales orgánicas de desarrollo endógeno. Y así, desplazar, a esa vieja Celestina casi feudal, pesada y burocrática estructura del Estado neoliberal, que entorpece, desde la buena voluntad de nuestros compatriotas en ejercicio de sus funciones como funcionarios públicos, (es decir del Pueblo), al favorecer los entrabamientos y desvíos de recursos, sobredimensionamiento del gasto público y gastos innecesarios del aparato burocrático, traducidos en recargos para la República que queremos refundar., hasta el distanciamiento y aislamiento de los “incluidos en este proceso” a favor de los privilegiados de siempre. Injustos y excluyentes, para los que han activado toda la energía de su sabiduría y fuerza para luchar, desde distintos ángulos, por la erradicación de esa enfermedad endémica de nuestra estructura neocolonial y capitalista: la Pobreza. Y cumplir con el programa de su erradicación. Entienda compatriota, que a Ud., le ha tocado en suerte, estar al frente del ente capaz de agrupar los componentes logísticos, e instrumentar políticas, para impulsar el Diseño estratégico del cambio y la transformación cultural del Estado, programa de transformación propuesto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y así, profundizar la construcción integral de la sociedad. La Revolución dentro de la Revolución. Porque, se trata, del cambio y transformación desde sus raíces, de realidades de nuestro colectivo y sus imaginarios, en el descubrimiento y afianzamiento de nuestros valores como cultura, y representado en el combate ideológico actual con el imperialismo, en el diseño estratégico de su política comunicacional, suficientemente establecido desde que el poder en la globalidad se dirige desde las matrices de opinión generadas por los medios de comunicación de masas trasnacionales, y en el campo de batalla de las nuevas tecnologías informáticas y satelitales, lo que llamamos el escenario mediático mundial, que es en su máxima expresión en este siglo de combate por la resurrección del hombre, el espacio de combate cultural por excelencia. Además de Ud., estar en una posición privilegiada para hacer detonar el Poder popular como la forma de más alta organización democrática del Pueblo, y la reestructuración necesaria del aparato de la Nación Estado de la República Bolivariana de Venezuela, contenida ahora en “La Carta Social de las Américas”, por ser ello, la esencia Cultural de esta Revolución, signada en el lema de su Ministerio: El Pueblo es la Cultura. Este Pueblo, al cual pertenezco, le ha empoderado como facilitador para que haga viable nuestra participación en escenarios de nuestro quehacer cotidiano como latinocaribeños, a través del hecho cultural que es nuestra actividad originaria y propiciatoria. Nunca entendimos ¿por qué?, el Ministerio de la Cultura dejó de asumirse en un hecho tan trascendente como la discusión de la Ley de Responsabilidad Social de los medios, conocida como Ley Resorte, sin ninguna propuesta ante el embate de la Industria Audiovisual y de entrega de los espacios de la Producción independiente, cuyo origen y escenario de lucha está centrado en la actividad que representa la televisión y la radio como hecho cultural, sin reconocimiento alguno por parte de los mercaderes que la controlan como producción del gran valor creativo y autoral, de expresión de los Pueblos y su Imaginario colectivo. De igual manera, es difícil comprender, cómo una propuesta estratégica para el Estado venezolano en su necesidad de transformarse, de un Estado neoliberal a un Estado de todos y de corte revolucionario, en el ente que dice representar la Vanguardia y el Poder cultural, -por representar la “Cultura” oficialmente en el marco revolucionario-, EL Ministerio de la Cultura y el CONAC, deja por omisión, , la Ley de Cinematografía, en manos de las trasnacionales, de la Industria audiovisual, y de la Industria cultural. Semejante herramienta, digámoslo así, “el arma de combate de todos los días para poder avanzar en todos los planos de la lucha anti imperialista y de avance de la Revolución”, nuestros espacios de exhibición, secuestrados tradicional e históricamente por la Industria del Cine norteamericano en América y en Europa, equivalente a una entrega de esos espacios, a los que, desde las pantallas de cine, y ahora de la televisión, nos agreden constantemente, y permanentemente tratan de “satanizar” las Revoluciones emancipadoras del mundo, en su intento esclavizador, al intentar destruir en su idea hegemónica y cósmica de “Ciencia ficción”, a la Humanidad. Sería interesante, que por una vez, pudiéramos hacer reconocer para la aprobación de una ley de Cinematografía, que el cine es una actividad, creativa y autoral múltiple y diversa, expresada en su producción, -sin ello la cinematografía es imposible-. Que el cine es un instrumento para la expresión libre del imaginario colectivo de los pueblos, y así se construye ante el avance mercantilista y decadente del consumismo de las trasnacionales del espectáculo. Por otro lado, es necesario recordarle, compatriota y amigo, que el único capaz de transformarlo todo es el Pueblo, y ello es tan demostrativo, que cuando las supuestas vanguardias, inician el proceso de convertir en compartimientos estancos, en nuevos y más nuevos organismos burocráticos, la toma de decisiones de la mayoría por una minoría de revolucionarios, el mismo proceso revolucionario va generando los mecanismos de su aislamiento, y así mismo, va generando a los cuadros y grupos de poder burocrático, que en nombre de la Revolución y su condición de revolucionarios, creen que deben reemplazar al Pueblo, y terminan convirtiendo al Proceso, en un Proceso sin participación protagónica del pueblo, sin asamblea, sin soberanía, sin alma. Terminan reduciendo al pueblo a espectador aislándolo como protagonista. Allí están frescos y recientes la suspensión del Proceso en Rusia, con los cuadros del Partido Comunista y los burócratas del Estado soviético, convertidos en gerentes de las propiedades de las mafias inversionistas respaldadas por el capitalismo transnacional y dueños de fábricas privatizadas. Allí está fresco, Allende de Chile, y el patetismo de su inmolación, en la película de Patricio Guzmán, proyectada en la versión del Festival Internacional de Cine Documental del año pasado, motivo de nuestro encuentro y de esta misiva, que a final de cuentas es una preocupante reflexión. Su solitario final, sin el pueblo al que se debía, sencillamente porque el Poder popular fue convertido en una entelequia de los proverbiales representantes populares, incapaces de interpretar que, sin Pueblo no hay Revolución. El Pueblo es capaz de comprender y esperar en su repliegue táctico por el desgaste de los “Bueyes cansados”, años y hasta siglos, es capaz de suspender los procesos por la Esperanza, cimentada en su secular y dolorosa Emancipación, porque es el único capaz de vivir en carne propia la utopía. Cuando ésta deja de ser sueño y se convierte en realidad. Lo triste sería, que nosotros, como circunstancia histórica que somos, y última generación de revolucionarios del siglo pasado, dejemos pasar esta única oportunidad de interpretarnos y participar, como lo hacen e hicieron todos aquellos que abdicaron de su militancia en los años 60, para convertirse en acomodados súbditos de una civilización occidental capaz de transportaciones culturales en paquete al mejor estilo Disney. Sí, entonces, en este proceso de la Revolución Bolivariana nos pareceríamos inevitablemente a los revolucionarios adecos de la IV República. Tenemos que luchar a brazo partido, contra esa determinación de infiltrarnos en la similitud de los reformistas de la social democracia, para que no nos abarque el simplismo de creer que alguna vez fuimos y somos especiales, a diferencia del desconocimiento y la obliteración de la riqueza inconmensurable de formas expresadas en la Revolución de un Pueblo, que a cada instante estructura en su imaginario con toda su fuerza, lo originario y orgánico de la Cultura. Estimado compatriota y amigo. Otro espacio se abre frente a nosotros como la gran oportunidad de encontrarnos en el camino, que hace unos años inició este proceso, enmarcado en la participación incluyente, y es la comprensión de esta Revolución como lo que es: transformación y cambio cultural orgánico e integral de lo que fuimos y somos en lo que seremos. Para ello, se avecinan nuevos combates, en los escenarios del campo mediático e ideológico, y del estratégico, que legitimarán nuestra revolución, al darle un carácter legal a su proceso. Es necesario para ello, convocar al Pueblo. fortalecer su poder popular como único acto soberano cultural, e iniciar “ la Revolución dentro de la Revolución”, llamada a construir la Constituyente cultural, hecho que transforme todos los escenarios relacionados con los componentes del diseño estratégico del Proceso cultural nuestro, considerado inclusive en el Proyecto de una ley marco, como lo es, la Ley orgánica de la Cultura. Para estudiar un instrumento de esa dimensión es necesario convocar al Pueblo, incluirlo, constituido en originario, y llamar a la Constituyente cultural. El reto es construir la realidad de la Revolución desde el paradigma del Pueblo es la Cultura. Desde nuestras profundas raíces podremos hacer nuestra Cultura. De otra manera, la Revolución se convierte en “otra cultura”, elitesca y fría, en un mero hecho formal, en un espejismo, en una marioneta efectista y cruel. Vacía de contenido y certeza, trasvasada desde el eclecticismo posmodernista e inútil a la Revolución y la Cultura sin ser un hecho orgánico e integrador del Poder popular como representación del Pueblo soberano. La Revolución por este camino, retrocede, se devuelve en la negación de su protagonismo y la participación, en la negación de las formas más creativas y liberadoras de la capacidad del pueblo, y dejamos de avanzar en el espacio de la Cultura es el Pueblo y el Pueblo es la Cultura. Saludos fraternales y revolucionarios. Su compatriota y amigo. Roque Zambrano. Cineasta y Profesor Universitario. |