José Andrés Quintero |
Respuesta a Fetracultura. Congestionados sin "moral y luces" 3 de marzo de 2007 |
Cuando asocio a Fetracultura con la "congestión" es porque toda su labor se relaciona con la interpretación del término: "la acumulación excesiva que entorpece el tránsito o el flujo de cualquier sistema", lo cual se ubica bien lejos de cualquier proceso de cambio estructural. No es mi ánimo polemizar en la capacidad de lucha por las reivindicaciones de los trabajadores ( http://www.aporrea.org/misiones/a31233.html), sino en el proyecto de diseñar un nuevo modelo de gestión, en el cual se inscribe eso que tanto han manipulado, la "cogestión".
Lamentablemente la respuesta que le dan a mis interrogantes –por cierto, ninguna ni medianamente respondida- ( http://www.aporrea.org/trabajadores/a31330.html) se sostiene sobre una actitud defensiva que más parece un delirio de persecución. Es posible que todavía oigamos una expresión muy usada por Zóttola: "vienen por mí, vienen por mí…"
Reitero, el nombramiento de la señora Zóttola en la presidencia de la Fundación Museos Nacionales respondió evidentemente a su experiencia sindical que, hoy en día, no está a la "altura de las circunstancias" pues no cuenta con una trayectoria en el campo museológico, ni en la práctica ni en la teoría. Su ascenso se parece a los que se hacían en la IV República, cuando se nombraban al frente de importantes instituciones a las esposas de los empresarios, como sucedió en la GAN. Es decir, el profesionalismo no importa, más bien molesta… ¿y por qué? Porque es un obstáculo para la improvisación y el nepotismo.
Cabría preguntarse ¿Por qué los mismos integrantes de Fetracultura denominan a los intelectuales como "comegalletas"? Desde que Fetracultura se anotó en la "congestión" con el Ministro Sesto, se ha condenado al "comegalletismo", porque eso es "elitista", "académico"… El menosprecio al sano debate de las ideas ya no tiene medida y por ello, es más fácil recurrir a las estrategias propagandísticas: "Nuestro trabajo ha sido desde el ideario bolivariano, unificar al sector laboral, el cual estaba tan atomizado como el resto del área". ¿Cómo se traduce ese "ideario bolivariano" frente a la ausencia completa de ideas renovadoras en el diseño de políticas culturales? Ya conocemos ese mecanismo evasivo: para salir del paso ante una confrontación, es más fácil ponerse una gorra roja y activar el "revoluciómetro". Es por eso que los asocio con la falta de "luces" porque desconozco las reflexiones de Lessire y Zóttola sobre el campo cultural, es más, ni siquiera saben diferenciar un intelectual orgánico de un simple funcionario. Y por ello les recomiendo el texto Representaciones del intelectual de Edward Said (Barcelona: Paidós Ibérica, 1996), quien reinterpreta a Gramsci desde una perspectiva contemporánea, para definir a los funcionarios como los representantes de instituciones o corporaciones que no están en condiciones de tomar decisiones responsables porque se concentran en asumir el trabajo de horario convencional asumido como sustento económico que no causa problemas, no transgrede, que se preocupa por ofrecer la imagen adecuada, "y sobre todo presentable, es decir, no polémico, apolítico y "objetivo" (p. 82). En cambio, el intelectual orgánico, además de tomarle el pulso al momento histórico en el cual se inscribe, también tiene la tarea de asumir el "...esfuerzo por romper los estereotipos y las categorías reduccionistas que tan claramente limitan el pensamiento y la comunicación humanos" (p. 12), porque esto les asegura una postura realmente emancipadora. En la historia de las instituciones culturales ya tenemos una larga lista de funcionarios que nunca estimularon el debate de las ideas de manera formal y que no escribieron más que memos y cartas al Niño Jesús…
Y por ultimo, para no quitarles la "moral", invito a los compañeros Lessire y Zóttola a que sometan su gestión a una auditoría. La transparencia se demuestra, no se proclama. |