Efraín Valenzuela  

efrainvalen@cantv.net

Ríe payaso aunque te duela el alma

18 de octubre de 2006

Poeta, 

Cuando suelta su consabida tautología: "El pensamiento revolucionario de entonces, por fortuna, no es el pensamiento revolucionario de hoy...", por demás cierta; resulta necesario agregar otra: el pensamiento revolucionario tiene una herencia epistemológica. Primero fue la fotografía luego el cine. La historia no transcurrió del fotón al electrón. Tenemos la herencia de la identidad. Primera ley de la lógica. Como vamos a llamar al candidato Chávez: perrocalientero, jodedor, chichero. Verdaderamente, los padres del candidato son cartesianos de bolas. Todavía lo llaman Huguito. No hay un ser sobre la tierra que exprese, de manera más contundente, la máxima de Parménides: del ente es ser; del ente no es no ser, como las cuaimas: "o corres o te encaramas". Cartesianas. Quien subestime lo elemental anda muy mal en materia de sapiencia popular. Al fin y al cabo, mi querido poeta, el viejo Marx nos lego un método y sólo eso. Lo demás lo inventamos nosotros.

La "barrabasada" a la que usted, con tanto comunismo trasnochado, califica así: saldría de la boca del mismo Chávez. Y fíjese: somos coparticipes de sus horrendos errores. Cartesiana y dialécticamente cómplices. Quizás, el gran error de nosotros los trabajadores y trabajadoras culturales, términos de la Carta Magna, es que no hemos asimilado lo estrictamente electoral y menos lo precisamente político. Ese escenario donde  siempre nos joden. Vamos a dejarnos de comer flores, poeta. En ese escenario hay bichos de toda índole y a veces hay que sentarse con un pañuelo en la nariz. La política no es buena ni mala. Es la política. Hemos propuesto varios ejes. Uno de ellos es el estrictamente electoral. El que dude en votar por Chávez que se vaya al carajo. El abstencionismo de Bandera  Roja culminó apoyando al Opus Dei. Ni siquiera Chávez pudo tomar el poder por un  golpe. Tuvo necesaria e históricamente que transitar el camino de las elecciones y elecciones, poeta, son votos: directos, universales y secretos. Ese es un aporte de los adecos. No caiga en la trampa del adequismo. Usted, yo y nosotros tenemos que buscar los votos. No hay otra. Y ello requiere de una maquinaria electoral.

Pero cuando hacemos precisa referencia, cartesiana poeta, de la maquinaria cultural estamos hablando de otro eje: el eje del debate. Las líneas estratégicas de una política cultura, en la cual, poeta, los ejecutores políticos, tarimeros y demás especimenes, apenas alcanzaron a  precisar siete líneas dejando tres fundamentales afuera: la comunicación social, la legislación cultural y los espacios e infraestructuras culturales. Se da cuenta, mi estimado poeta, si no estamos en esa maquinaria nos vuelven a joder. No estamos comparando la realidad cultural con una máquina. Eso sería una estupidez. Y no tenemos la intención de ponernos a hacer más estupideces que las razonablemente aceptables.

Nosotros nos hemos ganado un espacio a punta de producción, de creación, de productos- por los frutos los conoceréis- decía el tipo y la producción suya, mía, de nosotros estimula un poderoso movimiento, poeta, dialéctico, revolucionario, digno, hermoso, lleno de poiesis. Así de sencillo, a veces disperso y discontinúo, es cierto pero un movimiento, un devenir. Ello nos brinda el derecho, supremo, a participar sin tapujos sin complejos sin pena y mucho y demasiada gloria. Yo pisaré las calles nuevamente de lo que fue Santiago ensangrentada...evocare a mis hermanos que murieron antes. Poeta, usted también pertenece a esa historia.

Comparto su diagnóstico sobre la burocracia enquistada, soberbia, vil, coño de madre...esa es una realidad. Cuando Chávez no supo nombrar a Huidobro sentí pena ajena. Por ello creo que es cauto. Es mejor. Pero hay desaciertos y los vamos a decir en su momento a viva voz. Por ahora hay que buscar los votos. Necesario ganar y ganar bien, seguros. La oposición está metiendo miles de paramilitares. La oposición es poderosamente golpista, poeta.

No somos cancerberos. Suelte su crítica, vote y vamos a prepararnos. Suelte sus observaciones. Hágalo sin reparos. Pero entre líneas no asome la duda. La duda ofende. Y evoque el  extraordinario libro de Domingo Alberto Rancel, intitulado: Los Mercaderes del Voto, leído en los años de adolescencia. Su acusación descabellada, sórdida, tramposa de neoadequismo constituye un destemple suyo, un desafino. A veces los mejores ejecutantes se equivocan. Retome la afinación: kinkin, konkon.

El problema no es la democracia representativa; el problema, poeta del panfleto, es la democracia participativa. Gracias a Dios que tienes taguara de buena muerte, poeta. El anís despierta los demonios. Y la utopía nos pertenece, poeta. Y, finalmente, le voy a citar a Carmen Valenzuela, sabia maíta oriental, "ríe payaso aunque te duela el alma". Propongo violar a las sirenas, con dentadura o sin ella, y meternos en esta pelea. Si nos traicionan, tenga la seguridad, que estas teclas harán lo suyo.

Salud, poeta, In Vino Veritas.